Un rato feliz

929 Words
Atlas sabía que sus padres, además de ser locos por la salud de su hermana, eran malos padres con todos sus hijos. Nunca habían sabido escuchar cuando Fiorela les rogaba: "Por favor, no me den más tratamientos". Nunca habían sabido escuchar a Gina y ella llegó a un punto en el que no le interesaba hablar, sus padres tampoco se daban cuenta. Drake era el más feliz de sus hijos porque había sabido crear su propia felicidad a través del hockey y sus negocios muy temprano. Su imagen y su físico le dieron mucho más dinero y diversión. Atlas tenía mucha menos libertad que Gina y Drake, pero sabía hacer lo que le daba la gana dentro de los límites físicos que le impedían lesionarse o matarse, y como consecuencia, matar a su hermana. No tenía esos detalles del acoso escolar que vivió su hermana o de Drake viviendo solo los nueve años para que pudiera juzgar, no entendería el dolor de sus hermanos, ni ellos el suyo, pero sabía que siempre habían intentado ayudarla a ella y a su hermana. Los dos estaban muy jóvenes para hacerse responsables y no era su lugar. —Irás a conocer a Hank a finales de semana, ¿verdad? ¿Qué le gustan estos días? —Sus hermanos, quienes van pasando en coro, anuncian que a Hank lo que más le gusta es llorar. Gina asiente horrorizada y molesta, y su hermana sonríe. —El sábado creo que no tengo planes, podemos ir a un día de chicas, solo las dos, y beberemos vino, así que saca leche. —Vale —responde Gina y su hermana la abraza. La joven va hacia su hermano y este la rodea con sus brazos, dejando todo su peso sobre Atlas hasta que la escucha reír. —Nos vemos un día de estos cuando tu mamá se recupere. —Sí, podemos ir a un juego. —No —responde Atlas. —Y fui a todos los que tenía que ir cuando jugabas tú, siempre me atormenta que ese disco maldito rompa el vidrio y me quiebre la frente. Atlas se despide de sus sobrinos y sus cuñados, luego va a la habitación en la que está internada su madre y encuentra a su papá dormido a su lado tomándole la mano. Ella se acerca y le da un beso a Christopher, él abre un ojo y se queda esperando a que ella hable. Atlas no dice nada, solo sonríe y finalmente sale de la habitación. Ralph la cubre con su abrigo mientras caminan juntos al elevador, su pareja la llena de besos y le recuerda lo fuerte y valiente que es. —Solo quiero meterme en mi camioneta y llorar —Ralph se encoge de hombros y le dice que eso no le quita la valentía. La pareja se dirige hacia su auto y hay reporteros esperando a Atlas para preguntarle sobre su mamá. —Nos gusta la comida del hospital —responde irónicamente la joven. —Atlas, has construido una carrera diciendo la verdad. La joven planeaba ignorarles hasta llegar a su auto, pero ve a tantos y tan desilusionados que decide decirles una verdad. —Mi mamá y yo no somos cercanas, no soy la hija correcta para preguntarle nada menos sobre cosas tan privadas. Está viva y estable, y mis hermanos lo han pasado fatal, se les ve cansados y asustados, esperemos que nada se complique. —¿Invitarán a tu familia a la boda? —¿Es cierto que la enemistad con tu madre proviene de la muerte de tu hermana? —Atlas, tu mamá no te quiere, ¿las especulaciones son ciertas? —la mujer ve a algunos reporteros y niega con la cabeza antes de seguir a Ralph a su auto. Atlas toma asiento y en silencio observa el camino. Ralph intenta salir lo más rápido del hospital y cuando finalmente lo hacen, ella llora desconsoladamente. Atlas no sabe por qué, el dolor, la rabia, el agotamiento emocional, todo mezclado y, sobre todo, la soledad que siente. Ella no dice nada, solo llora porque no puede explicar todos estos años de abusos, mutilaciones, tristeza, decepción y, de todas formas, Fiorella había muerto. De todas formas, sus hermanos estaban dando su mejor versión viviendo sus mejores vidas, habían crecido y se habían convertido en esposos y papás, y Atlas se sentía estancada y seguía estando sola. Ralph eventualmente obtendrá lo que quiere y se irá. Él esperó a que se calmara un poco, pero ella no cesaba, por lo que detuvo el auto y la sacó cargada hasta el interior de su casa. La llevó al sofá, buscó agua y algo dulce para que comiera. Atlas intentó tranquilizarse mientras Ralph venía con las cosas. El joven le dio unas servilletas y encendió el televisor, buscó una canción que a su novia le encantaba de ABBA y la animó a beber agua. —No estoy de humor. —Ven, bailemos, se te pasará —Atlas lo miró como si estuviera loco y Ralph continuó bailando al ritmo de "Dancing Queen" hasta que la canción terminó. Luego, el joven la invitó a repetir y Atlas rió. Se comió el confite mientras veía a Ralph bailar y cantar como la reina que es en su imaginación. Él le ofreció su mano y ella la tomó, contagiándose de la libertad y la alegría que irradiaba Ralph. Le acompañó en sus pasos, él la acercó a su cuerpo y la besó en los labios. —¿Estás mejor? —pregunta Ralph y Atlas solo le abraza.
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