Ralph escuchó la voz de su papá y atlas gritó asustada, él se subió rápidamente los pantalones mientras su novia intentaba acomodarse la ropa y el pelo. Rafael siguió llamándoles porque pensó que se habían accidentado. Iba a comprar un montón de cosas que su madre creía necesarias para tener a la familia contentas, así como su hija quien necesitaba un montón de productos para existir cuando vio el auto de su hijo mal aparcado y mal cerrado, el hombre temió porque algo les hubiese pasado, un asalto o una llanta ponchada.
—¡¡Ralphy!!—gritó Rafael conforme se acerca. —¡¡Atlas!!—llamó a su nuera también.
Los dos lograron acomodarse la ropa antes de que el hombre se acercara.
Randolph tomó las manos de Atlas y la puso detrás de él antes de responderle a su padre.
—Estamos bien—Grita Ralph y caminan juntos de vuelta hasta encontrarse con su padre.—Tenía que orinar y Atlas está de supervisora.
—¿No podías aguantarte?—pregunta su padre. —Son veinte minutos por calle vieja.
—Ya… la tengo pequeña.
—Sí, es decepcionante —Dice Atlas y los dos ríen.
—La vejiga, Atlas.
—Sí, mi amor, de qué crees que estoy hablando —su suegro se ríe y él les advierte no volver a tomar desvío extraños.
Veinte minutos más tarde, cuando llegan a casa de campo de la familia Westborn, Atlas está maquillada peinada y ha cepillado de nuevo el cabello de su novio, él baja y rodea el auto para abrirle la puerta del auto. La pareja comparte un beso corto para los observadores por la venta, su abuela y su hermana van a la puerta para recibirles.
—Atlas, mi querida nieta —Saluda Piedad y su nieto sonríe. —Mis bebés, me alegra tanto que se reconciliaran —Dice la mujer y baja un par de escalones para recibirles, los abraza a ambos y luego individualmente, examina a su nieto de pies a cabeza, luego a Atlas, específicamente sus manos.
— Sogfía me ha puesto al día, pero eso no significa que no vaya. Gastarme un dineral obligándoles a casarse —Comenta la mujer y rodea con su brazo a la novia de su nieto. —He preparado tu crema favorita Atlas, personalmente.
—Coliflor con hongos y tocino —comenta emocionada.
Ralph fue a saludar a la chismosa de su hermana, luego a sus tías y sus primas que ya habían llegado, Pilar había monopolizado por completo a Atlas así como Gabriel le había monopolizado a él.
—Tu hermana no ha parado de hablar con tu abuela sobre Atlas—comenta el presidente.
—Cómo hablan, últimamente en esta familia.
—Tu abuela y yo tenemos un regalo para ustedes.
—¿Ah, sí?
—Sí —dice mientras se pone en pie y va hacia una mesilla a mostrarle los anillos de colección de la familia. Ralph vio sorprendido a su abuelo quien le invitó a elegir el que quisiera, sin importar el costo o la historia. El joven vio un par de piedras que le recordaban a Atlas, es un zafiro color rosado, la que más le gusta, la toma y la pone contra la luz, su abuelo sonríe antes de comentar que con ese anillo originalmente, le pidió a su esposa matrimonio.
—¿Qué pasó por qué lo han cambiado?
—Se le hincharon las manos después del tercer parto, lo tuvimos que cortar y estuvo algo triste después de que lo reajusté, así que decidí comprarle una nueva joya.
—Hasta suenas como un buen marido.
—Lo soy —asegura su abuelo y ambos ríen.
Ralph se queda conversando con Gabriel mientras Atlas y Piedad se ponen al día sobre su reencuentro y reconciliación. La abuela parece tan emocionada como su a Altas se le da bien contar historias y pensó que convertir la verdad en una mágica historia de romance era lo mejor para el corazón de la primera dama de Mainvillage.
—No sé... cómo explicarlo.
—Ay, ya Atlas, parece que no nos conocemos —se queja la mujer mientras le entrega su plato con crema.
—Llegó a mi casa, se plantó en que quería volver a ser feliz y yo no estaba convencida, y al final... le tengo que dar la razón. Somos más felices juntos.
—¿Y va a haber boda?
—No sé, no creo, ya estamos casados.
—Por mí, dame el gusto. Es muy probable que nunca más vea a un nieto casarse
—Tienes dos nietas casadas y como veinte por venir.
—Sofía está muy joven, Leonel no parece tener control sobre su vida y todos los demás son pequeños.
—Vale, si Ralph me lo pide y quiere casarse lo haré.
Pilar sonríe porque ella se asegurará de que lo pida y que se casen de nuevo. Si alguien en el mundo merece todo el amor que pueda recibir es Atlas, desde que la conoció, desde que escuchó pro primera vez su historia entendió que era una persona muy especial y para ella, era cierto lo que contaba la única persona que hacía feliz a su nieto era Atlas. La primera dama había visto a su nieto con un desfile de trepadoras que simplemente querían posición social o dinero, Atlas quería su amor y lograba conseguirlo más que nadie en el mundo. El joven entró a la cocina acompañado de su abuelo quien fue directo a saludar a Atlas.
—Abuelo Gabriel.
—Princesa Atlas —comenta el hombre mientras le abraza. —¿Cómo has estado, Tily? ¿Qué tal el viaje?
—Maravillosamente, pero encantada de estar aquí.
—¿Quieren un buen café?—pregunta el abuelo Gabriel y su nieto se ofrece a prepararlo.
—Hemos traído regalos. Ohh, dame las llaves, Ralphy.
Atlas sale corriendo hacia el auto en busca de las cosas que compró para Piedad y Gabriel, también los regalos inapropiados para su cuñada, cuando está de regreso se encuentra con Sofía y le da sus vestidos de baño no demasiado reveladores pero juveniles. La chica le da las gracias emocionada y reconoce que está menstruando y no se siente demasiado bien.
—¿Estás bien?
— A veces creo… que siento dolor.
—¿Y no debería sentirlo?—pregunta Atlas.
—Sé que el dolor menstrual existe, pero en mi condición no siento nada... no debería sentir es.
—Es que eso es tu abdomen.
—Vale... tú y yo no sabemos nada de medicina—comenta Sofía.
—Cuando regresemos a la ciudad, si tu madre no ha regresado y misma te llevaré con el ginecólogo o lo que haga falta.
Sofía le dio las gracias y los dos saludaron a los primos que venían llegando.
Leo se veía agotado con tan solo una hora de viaje con las hijas de sus primas quería morirse, ahora, sabía una canción de una gallina que ponía huevos fuera de lugar. El joven besó la mejilla de su prima y la de Atlas antes de ir a la cocina en busca de una bebida que le devolviera las ganas de vivir.
—Está enojadísimo—comenta Kamille.
Todos va juntos a la cocina, Atlas le entrega sus múltiples regalos a los abuelos de su novio a quienes les parece perfecto, muy tradicional y llenos de colores. Ralph ve a su novia conversando con su familia como si el tiempo jamás hubiese pasado, como si perteneciera. Le encanta verla rodeada de familia, pero lo que más le gustaría es dirigirse a un lugar privado, estar nuevamente los dos.
—Atlas y yo tenemos planes.
—¿No van a cenar?—pregunta su abuela escandalizada.
—Acaba de comer sopa.
—Estabas chorreando el café —comenta su abuelo.
—Solo estoy diciendo que cenaremos a solas y nos iremos temprano.
—Dicen que así es como se hacen los bebés... —comenta Kamille. —Atlas no ha ido al trabajo en días. Porque está reconciliándose constantemente con Ralph.
—No hemos estado en eso, he tenido algunos asuntos que atente y Ralph generosamente me ha estado ayudando.
—Bueno, me gustaría que llegaras virgen al matrimonio—comenta Pilar y todos sus nietos se ríen junto a ella. —Vinieron a verme, se aguantan hasta que yo me canse y sea mii hora de dormir.
—¿Y a qué hora es eso? —pregunta Ralph.
—Tipo once.