Un final de cumpleaños que no quisiera recordar. (Robín León) Ensimismado en el cuerpo de esa mujer, me dejé de estar guardando mi cuerpo para Catalina y acepté disfrutar a la hembra tan espectacular que tenía al frente. Era una mujer alta y con sus tacones se veía inalcanzable. Llevaba su cabello completamente lacio y largo; tan largo que alcanzaba a tocar sus nalgas… unas prodigiosas nalgas que se movían al vaivén de sus pasos. Su abdomen era plano y no era porque llevase alguna faja… se podía visualizar su ombligo, en el que había un pearcing con piedras de Swarovski. Y si seguía subiendo dos enormes montañas puntiagudas, embellecían su pecho. Esa nena había sido hecha por la propia mano de los dioses. Unos ojos azules, cejas y labios perfectos. «¡Tremendo mujerón!» Podía estar mu