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Bajo mis ojos

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Blurb

Aun cuando se esté tocando fondo habrá una oportunidad para salvarse, así le sucedió a Julián justo el día que había tomado la decisión de irse de este mundo donde no había encontrado su lugar. Pero Isa llegó para enseñarle que hay que luchar para vencer la tristeza, él terminará enamorado de ella a tal punto de sacrificarse por amor.

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Una pausa antes de que todo acabé
Una pausa antes de que todo acabe. En completa soledad llevaba largos meses estudiando las posibilidades para seguir existiendo y cada vez eran menos. Un mar de deudas que a diario crecían, el desequilibrio emocional que me estaba empujando a hacer algo para calmar los pensamientos y la tristeza que se volvía insoportable por estar lejos del lugar donde crecí. Emigré para obtener tranquilidad, en mi equipaje, además de un enorme abrigo de piel, llevaba las ganas de triunfar. Pero eso no fue suficiente para atacar la enorme crisis de ansiedad y depresión que empecé a padecer. Desde pequeño he sido sensible, eso llevó a que me tratarán con desprecio por no ser igual que los demás chicos que disfrutaban con cierto morbo el dolor ajeno. En ocasiones me recriminaba por ser tan blandengue, pero esa era mi personalidad y jamás iba a poder endurecer mi carácter. Mamá era quien solía correr a consolarme cada vez que sentía miedo y ahora que había perdido la batalla contra un maligno cáncer ya no había quien se ocupara de mi melancolía. Tuve que irme de casa porque mi padrastro empezó a insultarme de mil y una maneras para que según él “me volviera hombre” porque durante la infancia me había faltado “mano dura”. Decidido, reuní algo de dinero y me propuse huir a un lugar donde sus gritos y amenazas no llegarán. Era un hombre malvado, aunque mamá jamás lo mencionó, estaba seguro de que nunca fue dichosa a su lado. Siento que ella inició una relación con él por sacarme adelante. Se casaron cuando yo tenía cinco años. Tal vez parezca que solo soy un desagradecido con ese hombre que me ayudó a criar, pero es que siempre ha demostrado ser una fea persona. Cómo si fuera poco, mi padre biológico tiene su familia y saben que existo, pero nunca perdonaron que fuese producto de una infidelidad. Así que se puede decir que soy inexistente para ellos. Por otro lado, respecto a mi vida amorosa, solo una vez entregué mi corazón, pero la chica jugó con mis sentimientos y me costó muchísimo reponerme. Así que jamás habrá una oportunidad para detenerme a contemplar a una mujer con ojos de amor. En este país, donde he decidido probar suerte, generalmente se ve muy poca gente joven, en su mayoría son ancianos que caminan a paso lento por la ciudad. Tal vez las nuevas generaciones se han enfocado a superarse así mismos, sumergiéndose en la industria y en la tecnología. Quisiera hacer lo mismo y convertirme en una máquina de trabajo sin sentimientos, pero soy muy débil para obviar todo lo que sucede en mi mente. Esperé a que cayera la noche para salir a deambular por la avenida. Devolví la vista hasta la vieja posada donde había conseguido albergarme y una lágrima intento salir porque en esas cuatro paredes se quedaba mi historia, escrita en una página, con mala caligrafía y faltas de ortografía. Metí la mano en mi chaqueta para contar las últimas monedas que me quedaban, a duras penas podría comprar un cigarrillo. Caminé hasta un kiosco que estaba al cruzar la avenida y aunque me faltaban unos centavos para completar el valor, la señora de la tienda me lo entregó. —¡Hace frío! ¿Qué haces a esta hora en la calle? —interrogó buscando establecer una conversación. —Solo salí a tomar un poco de aire, siento que tengo el corazón abrumado y la cabeza a punto de estallar. —susurré con tristeza. —Eres joven y estás hablando como si fuese un anciano que estuviera en su lecho de muerte. —respondió con humildad mientras me alcanzaba un vaso de café. —¡Gracias, pero no puedo pagarlo! No he podido encontrar trabajo desde hace varios días, aunque parezca chistoso, así como me describiste, estoy… derrotado, sin ánimos de seguir luchando, destruido, adentrándome cada vez más en la oscuridad del túnel. —expliqué con la melancolía escapando por la piel. —Con que me brindes un poco de confianza para contarme ¿qué te agobia? Me daré por bien pagada. —Tenía miedo de exponer la decisión que había tomado antes de comprar ese cigarrillo. —Solo la soledad… creo que es mala consejera. Pero te voy a recibir el café, está haciendo mucho frío. —Lo acerqué y el vapor calentó mi rostro, bebí un trago y mis manos estaban temblando porque después de alejarme de esa mujer, todo acabaría. —Si qué lo es… ¿Vives cerca? Podría ayudarte con un plato de comida, o recomendarte con alguien para que te dé trabajo. Mira justo el señor de esa tienda —me señaló al otro lado de la avenida—. Está buscando a un ayudante para su negocio. Dirigí la mirada desahuciada al lugar que ella me señalaba, pero me llamó la atención la silueta de una persona que se movía sosteniéndose de la pared. De seguro era algún habitante de la calle. Tenía miedo de llegar a pertenecer a esa minoría que muere en el olvido, por eso había tomado una drástica decisión. Me quedé intentando descifrar ¿qué era? Se veía muy extraña, vestía ropa blanca y seguía tocando la pared acercándose en nuestra dirección con lentitud. —¿Quién es? —pregunté dando una calada al cigarrillo y saboreando otro trago de café. —¿De qué estás hablando? —interrogó ella y yo le señalé en dirección de donde se veía esa extraña figura. —No podría decirte, mis ojos a cierta distancia no logran identificar a nadie. Y en medio de esa oscuridad, menos. —dijo forzándose a ver en la dirección que le señalaba. —¡Parece ser una mujer! —dije por intuición al ver la larga cabellera—. Pero algo le ocurre. —¿Podrías ayudarle? Yo no puedo dejar solo el local, pero de pronto tú podrías hacer algo por ella. —La miré y no podía negarme, había sido muy atenta conmigo. Le devolví el vaso del café y deposité los restos del cigarrillo en la caneca de la basura. Guardé las manos en los bolsillos de mi abrigo y crucé la avenida para apresurar el encuentro. Debía ser una mujer que estaba ebria porque no podía sostenerse si la ayuda de la pared. Aunque a medida que se acercaba, parecía tener aspecto de haberse acabado de fugar de un manicomio con camisa de fuerza incluida. Causaba cierto espanto, lo único que faltaba para que saliera corriendo de ese lugar antes de acercarme a ella era qué mencionara qué estaba buscando a sus pequeños hijos. Solo ahora pude notar algo que desde lejos no se percibía, parecía que no veía y por eso debía ir tanteando el camino con sus manos. Me acerqué e hice varias señas con mis manos, pero al parecer no percibía ni sombras. —¿Puedo ayudarte? —dije y ella se sobresaltó haciendo que mi corazón se disparará. —¡No me haga daño, por favor, se lo suplico! —dijo y hasta se arrodilló juntando las manos implorando piedad. —No quiero dañarte, solo deseo brindarte una mano. ¿Qué puedo hacer por ti? —interrogué y terminé por comprobar que estaba ante una mujer que era completamente ciega. —Si me ayudas mi padre sabrá recompensarte, tiene tanto dinero como puedas imaginar. ¡Sácame de este lugar antes de que mis secuestradores me encuentren de nuevo! Por favor. —imploró, en repetidas ocasiones, ahogada en llanto. —Tranquila, te voy a ayudar. Podría llevarte al mugroso lugar donde vivo, aún puedo pasar un par de noches allí antes de que me desalojen. —Empecé a guiarla, pero me era imposible moverme con rapidez, así que decidí cargarla en mis brazos y pesaba menos de lo que yo imaginaba. Aceleré el paso y me adentré por la vereda donde estaba la habitación que tenía arrendada. Abrí la puerta y me dio gusto que no pudiera ver el desorden en el que tenía todo el lugar. —No tengo nada para ofrecerte, al menos un poco de agua. ¿Estás bien? —interrogué al ver que se acomodó en la cama donde la había depositado, dobló sus piernas y las abrazo llena de temor. —¿Crees qué puedan encontrarme aquí? —interrogó ignorando mi pregunta. —No te van a encontrar, estoy seguro de que nadie nos vio entrar. Por ahora intenta recostarte un poco, estás helada… yo vigilaré que todo esté en orden, igual y no había planeado dormir esta noche. —Empecé a ayudarla a poner su cabeza en la almohada y cuando fui a abrigarle sus pies me fijé que estaban llenos de sangre. —¿Me permites limpiarte el pie? Parece que te lastimaste un poco. —Ella llevó las manos a su cara para cubrirse y acepto. Busqué una pequeña toalla, le puse un poco de agua y empecé a limpiarla. Se quejaba un poco. Pero debía llevar meses en cautiverio porque sus uñas estaban largas y sucias. Tomé un cortaúñas y empecé a moldearlas. Tenía los pies bonitos, a pesar del maltrato. —¡Ojalá pudieras ver lo bonitos que te quedaron esos pies! —susurré y luego me quedé asombrado por la frase que había mencionado. «¿Qué hacía diciéndole a una extraña que llevaba los pies lindos?» Me alejé para tirar el agua sucia por el lavabo y luego me dirigí a la ventana para mirar al cielo «¡Esta noche tampoco será, mamá!» Regresé la mirada a la pequeña cama y la chica se había dormido, de verdad la había estado pasando mal, se veía desnutrida y en su rostro se marcaban unas enormes ojeras. Me senté y empecé a contemplarla, estaba sola e indefensa. Era como si me estuviese viendo representado en ella. La melancolía barrió con mi valentía y se me hizo un nudo en el pecho. «¡Por lo visto somos más seres infelices, de lo que pensaba!» Esperaría la llegada del sol para ayudarle a llegar a su hogar, en otras palabras deshacerme de ella, a quién consideraba mi última obra de caridad en este mundo antes de conseguir mi propósito.

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