Isa Magdalena Galán Betancourt
(Dos años antes del accidente)
—¿De nuevo te irás de fiesta esta noche Magdalena? —interrogaba con mucha tristeza mi madre.
Para ese momento no sabía que estaba empezando a atravesar el más terrible de las enfermedades silenciosas.
—¡Si mamá! Me iré de nuevo a bailar con mis amigos. ¿Qué tiene? Somos jóvenes. Aquí la única que debe darle cuentas a papá es usted. —Era rebelde y orgullosa.
Tenía muchas cosas por aprender de la vida. Todos esos desprecios que le hacía a mi viejita los pagaría con sangre.
—Procura llegar temprano, no te embriaguez, aléjate de desconocidos, no recibas tragos a personas extrañas, ni te vayas por lugares oscuros y sola, mantenme informada cada treinta minutos de que estás bien, activa tu GPS, no te vayas con un hombre que apenas conoces, si vas a tener sexo protégete… —Su lista era interminable y yo tenía que protestar
—¡Ya mamá! ¿En qué tiempo te pones a aprenderte todo ese rosario? No soy una niña, sé cómo cuidarme. Te avisaré cuando llegué a la discoteca y después te vas a dormir. —Así de pedante o peor era con mamá.
—¡De acuerdo hijita! Te dejaré crecer. —Se limpiaba algunas lágrimas y se iba de mi habitación. Sabía que acudía a la manipulación sentimental para no dejarme ir, así que simplemente la ignoraba.
Mis hermanos Luis Ángel y Luis Alberto eran detestables. Siempre me estaban haciendo sentir incómoda, decían que yo era producto de un engaño. Porque su padre descuido a mamá mucho tiempo y ella decidió rehacer su vida, luego regreso el padre de mis hermanos queriendo recuperar más cosas, pero no lo logro y entonces envenenó a los gemelos en contra de mamá y cuando yo nací no me quisieron.
Mi padre se encargó de pagar sus deudas hasta que cumplieron sus dieciocho años. Ya después tuvieron que empezar a conseguir su propia forma de subsistir. Sin embargo, no se alejaron del lado de mamá, así que continuábamos viviendo en la misma casa, pero sin ningún remordimiento decían que me odiaban.
Muchas veces me dejaron encerrada en el baño, en los closets, en mi habitación… para ellos era divertido, pero yo sufría por su maldad.
Siempre quise ser aceptada, pero no lo conseguí. Ya cuando cumplí la mayoría de edad era una mujer intolerante, decidida y dominante.
Después conocí a varias amigas que representaban el movimiento feminista y entré en esa onda.
Ahora era realmente insoportable, inicie estudiando derecho internacional y me convertí en una de las principales activistas de esa casa de estudio.
Para mí quien me ofendía no tenía derecho a perdón, era fría, orgullosa y muy rencorosa. Si alguien se cruzaba en mi camino, cogía venganza de cualquier forma.
Estaba sola porque no había conseguido consolidar una relación, no me gustaban que los hombres me impusieran cosas. Por eso simplemente me dedicaba a bailar y ser feliz yo sola. Tenía muchas amigas del movimiento y con ellas me sentía a gusto. Así que no me hacía falta aceptar a cualquier pendejo en mi vida para que me mortificara a su gusto.
—¡Si no eliges a un buen hombre ahora que estás joven, se te va a complicar conseguir pareja! —Para mamá lo principal era conseguir marido.
—No me gustan los hombres, los detesto… prefiero casarme con un árbol o con un cactus. Joden menos y no me prohíben ser feliz. —Esa era la respuesta que le daba, entonces siempre estaba pidiéndome que pensara mejor las cosas y decidiera compartir mi vida con una persona.
Ella no era de esas mujeres que pueden estar solas, por eso se buscó una nueva pareja cuando su primer esposo se ausentó.
Ella no era como otras mujeres que esperan años y eternidades por un hombre, aun cuando consideren que no hay esperanzas.
Pero con mi padre había salido premiada, era trabajador y muy atento con ella. Para mí era el único hombre en la faz de la tierra que valía la pena y era perfecto.
Siempre buscaba tiempo para estar conmigo y hacerme feliz, con él hablaba de ciencia, de tecnología, de aviación y de temas importantes dentro de la ciencia y eso me encantaba. No ocupaba temas personales que me tallaban en la raya y eran un verdadero dolor en el trasero.
Luego empezó a interesarse en la política y ese era nuestro tema de conversación, yo leía e investigaba y él por su parte hacía lo mismo para poder debatir por horas en su estudio, porque a mamá no le gustaba que hablarán de esos temas en la mesa o mientras nos reunimos en la sala de estar.
Mis hermanos rara vez lo trataban con respeto. Eran un par de desconsiderados y desagradecidos. Nunca aceptaron a papá, pero tampoco se fueron con su verdadero padre, pues su condición económica no era buena.
—Me lanzaré de lleno a la política. Tengo como empezar y es algo que me gusta. En el país hay muchas cosas que necesitan un orden y yo quiero luchar por conseguir un pequeño cambio. —dijo papá y yo me denominé su fan.
—No me parece que eso sea bueno Luis Carlos. Al final debes exponerte mucho. Pero ¿Estás seguro? —A mamá nada le gustaba, a todo tenía que encontrarle un pero.
—Si mujer, lo he estado pensando mucho. He empezado a estudiar y a conocer como se trabaja la política. Y quiero proponer mis ideas ante el parlamento. Espero tener buen poder de convencimiento para lograrlo. Lo cierto es que si no lo consigo ahora, tal vez sea unos años después. —dijo papá bastante decidido a emprender su proyecto.
—Yo si estoy de acuerdo, papá, es más conseguiré que el movimiento al que pertenezco te apoye. Somos pocas, pero nos hacemos oír. —Papá me agradeció y mi hermano Luis Alberto refutó
—No sé si en vez de apoyarlo termines llevándolo al fracaso, no es que un poco de viejas reprimidas y mal cogidas puedan llegar a montar una buena campaña. —Me contenía para no caerle encima y arrancarle los ojos con un tenedor.
—A usted ¿Quién le pidió una opinión? Si se fija, nadie lo hizo. Así que si no tiene nada positivo para decir, quédese callado y muérdase la lengua. —Ese par era horrible, no podría entender cómo era que llevábamos la misma sangre de mamá en las venas.
—Pues somos varones, también podemos proponer algún proyecto para apoyar a Luis Carlos, igual y si gana nos puede ayudar a conseguir un cargo político. —El interés personalizado había hablado.
—Si, chicos. Primero debo hacerme un buen plan de gobierno. Así que si desean apoyar empiecen a anotar ideas y luego me las comparten. —Papá soportaba a diario el desprecio de ese par de lagartos sin hacerles un solo reclamo.
Para mí se convirtió en un reto y deseaba exponerle a papá una buena propuesta, primero empecé a investigar sobre los males de la política y esos temas me llevaron a otros más profundos.
En definitiva, quería apoyarlo para que se encaminara en un poderoso proyecto de gobierno que moviera masas y fuera respetado por sus contrincantes. Yo tenía conocimientos en leyes gracias a la carrera que había empezado a estudiar, papi se sentía orgulloso.
A mamá, por su parte, le parecía poco femenino que tuviera esos gustos en particular. Pero yo me sentía feliz con lo que había elegido.
De pronto ella quería que yo fuese una princesa, una modelo de pasarela, una reina de belleza… ¡No lo sé! Pero mi corazón había nacido para otras artes.
Trabajé día y noche de forma incansable con papá, cuando se llegó el día de exponer su propuesta de gobierno ante la ciudadanía, tenía un poco de nervios, pero estaba seguro de lo que quería lograr.
Él sencillamente reunía todos los requisitos para qué le aceptarán, así que no hubo ningún temor a fallar. Se defendió de la mejor forma, convenció con sus ideales, aunque de inmediato aparecieron sus contrincantes atacándolo por querer innovar en muchos aspectos, sobre todo en el de la corrupción. En ese primer proceso de preselección pasó. Ahora le quedaba seguir trabajando y hacer que las personas le conocieran.
Sería una campaña larga, pero estaba segura de que conseguiría llegar hasta su objetivo.
Me olvidé de amigos y de salidas a fiestas. Tenía un nuevo propósito, en las mañanas asistía a la universidad y en las tardes me reunía con su partido político, a estudiar y aportar una que otra idea.