Conociendo la verdad.
Lo primero que hice al regresar del trabajo fue ir a pagar la renta, la arrendataria no podía creer que hubiese conseguido el dinero. Ahora debía pagarle a Don Arturo, poco a poco. Sentí un alivio impresionante. Es como si me hubiese quitado un peso de la espalda. De lo que había ganado en el día quise sacar una parte para comprar un pollo asado.
El hambre me empezaba a reventar las tripas. Aunque sabía que era muy poco lo que podía comer porque llevaba días alimentándome con pequeños bocados.
Pero no quería comer solo, deseaba compartirlo con esa pobre muchacha. Caminé con paso rápido porque ya estaba soñando con meterle un mordisco a aquella sabrosa comida.
Ingresé como siempre, asegurándome de poner seguro a la puerta, porque la dueña tenía la costumbre que de vez en cuando daba unos golpes y abría la puerta de la habitación si no estaba con el seguro. Asumo que era para verificar que no tenía algo ilegal en la habitación; sin embargo, me parecía que hacer eso era abusivo de su parte.
—¿Isa? Acabo de llegar. —Venía saliendo del baño con el cabello empapado. Puse la comida en la mesa y me acerqué a ella para guiarla un poco.
—¿Cuánto tiempo estuviste sumergida en la tina? —Pregunte al ver que sus manos estaban completamente arrugadas.
—No sé con exactitud, tenía mucho tiempo que no estaba en contacto con el agua de esa forma. ¿Cómo te fue? —La ayudé a sentarse en la cama y busqué otro paño para envolverle el cabello, tal como lo hacía mamá cuando salía de la ducha.
—Desde que llegué a este lugar hoy es el mejor día de mi vida. Conseguí dinero para pagar la renta de este lugar y también traje comida. ¡Debes tener hambre! —Se puso contenta y entonces procedí a servir y la guie para qué se sentará cerca de la mesa.
—¡Huele exquisito! Gracias por darme una luz ante tanta oscuridad Julián. Te prometo que voy a pagar cada centavo que gastes en mí. —Su rostro estaba rígido y tenía muchas marcas de expresión.
—Mira Isa, yo solo estoy haciendo lo que tú en mi lugar hubieras hecho, simple humanidad… mi madre me enseñó a brindar ayuda a quien la necesite. Tal vez fue el destino que nos puso en el mismo sentido para coincidir. Acércate un poco más y come. —Con mis manos puse las suyas encima del pollo y empezó a devorarlo.
Mientras yo comía despacio la estaba observando y no pude contenerme más.
—¿Puedo preguntar por tus ojitos? —dije y la vergüenza me recorrió el rostro—. No es necesario que me cuentes, solo es curiosidad.
—El brillo de mis ojos se acabó hace varios años, la historia es larga y triste. Mi padre es un dirigente político. Yo heredé la vena activista y luchadora, por ende salía a marchar en contra el gobierno. En una de tantas protestas las cosas se salieron de control y varios perdigones llegaron directo a mi rostro perjudicando mis ojos. Mis compañeras me dejaron sola y uno de los enemigos de mi padre me capturó como su rehén. He estado cautiva por mucho tiempo, pero estos últimos meses me he negado a cumplirle sus asquerosos caprichos y me ha estado maltratando con exageración hasta que tome la decisión de huir. —De verdad era una historia triste.
—Bueno, pero ahora estás conmigo. —agarré una de sus manos para que pudiera notar que estaba hablando en serio—. No tendré nada en la vida, pero justo ahora puedo hablarte con convicción y… ¡Te voy a proteger!
—Gracias Julián, sabré recompensarte. Ahora no sé cómo empezar a buscar a mi padre, pero prometo que no tardaremos tanto para encontrarlo. —Sería sencillo, si era un político, con solo googlear su nombre encontraríamos su ubicación.
—No te preocupes de que ahora todo el mundo deja rastro. Voy a necesitar un nombre completo y que me describas un poco ¿Cómo lo recuerdas? —dije ansioso buscando un lápiz y un papel para escribir cada detalle que me ayudara a reconocerlo en el internet.
—Perfecto. Él suele ser un hombre muy reservado, pero si debe existir algún dato que lo deje en evidencia y que podamos usar a nuestro favor. —Se quedó pensativa un poco y luego empezó a hablar—. Se llama Luis Carlos Galán, justo ahora ya tiene cuarenta y seis años cumplidos, es un hombre de ojos verdes y un pequeño bigote debajo de su nariz, lleva el cabello rizado y ya tenía algunas canas.
—Creo que será un buen comienzo, esta ciudad es muy grande pero no demasiado. —Ahora quise interrogarla sobre su captor y aunque no se atrevía, confesó algo que me espantó
—Es una red de narcotraficantes, han odiado a mi padre desde que empezó su lucha por la corrupción, pero más porque ha elevado propuestas para extraditarlos del país. —No se trataba de un tema simple, si esos hombres llegaban a descubrirme me asesinarían sin contemplación y justo ahora no quería morir, tenía una misión encomendada.
—Creo que esto se complica un poco con esa gente ahí afuera buscándote. Obligadamente, tendrás que quedarte oculta hasta que consigamos obtener ayuda de tu familia. —Ella no encontró problema con seguir oculta.
—Iré a un cibercafé y buscaré información, no podemos hablar con nadie del problema porque sabemos que están buscándote. El éxito del operativo estará en la discreción. —dije fingiendo ser un detective, siempre había querido pertenecer a las fuerzas militares, pero mi madre tuvo miedo y por ella desistí.
—Esperaré ansiosa tu llegada. Intenta buscar algún número de teléfono para llamar. ¡Tengo fe que pronto vendrán a rescatarme! —dijo juntando sus manos y empezando a rezar.
—¡Regreso pronto! —Así como estaba; cansado y lleno de sudor, caminé por un largo trayecto hasta el centro comercial donde podía ingresar a internet.
Tomé asiento y fui directo a teclear la información que ella me proporcionó. Volvía a hacerlo una y otra vez porque la búsqueda que arrojaba no podía ser posible.
Busqué las imágenes para ver a ese hombre y coincidía, era el tipo al que estaba buscando. Esa noticia complicaba todo el proceso. De nuevo cogí el lápiz y empecé a escribir los datos que allí aparecían, incluso el nombre completo, para que ella se cerciorara de que le estaba hablando de la misma persona.
Busqué personas cercanas, pero no había ninguna coincidencia, tampoco un número donde llamar. Regresé a casa con la terrible noticia, no tenía idea de cómo podía empezar a explicar lo que había encontrado.
Apenas abrió la puerta, con ansias se levantó de la cama y quiso acercarse. Yo la detuve antes de que tropezara y la llevé a la mesa para contarle lo que había encontrado.
—¿Preparada? Quiero adelantarte que las noticias son desalentadoras, no quisiera ser yo quien te cuente lo que ha sucedido con tu familia. —susurré porque iba a ser muy difícil para ella.
—Necesito saberlo, no le des más vueltas al asunto. ¡Por favor cuéntame! —respondió apretando los puños de las manos para calmar las sensaciones que debía estar experimentando.
—¿Es tu padre Luis Carlos Galán Sarmiento? —interrogué y ella confirmó —. ¿Nació en Bucaramanga?
De nuevo confirmó y así con cada pregunta que le hice.
—¡Lo encontraste! Ese es mi padre… ¡Gracias Julián! Volveré a ver a mi familia y el temor que tenía de no volverlos a abrazar se va a disipar. ¡Hoy es el día más feliz de mi vida, lo juro! —detuve su euforia pidiéndole que se preparara emocionalmente para cualquier cosa.
Me provocaba ocultarle la verdad para no hacerla sufrir, pero llevaba mucho tiempo engañada y por difícil que fuera merecía conocer la realidad.
—¡Por favor habla pronto! —imploró
—He descubierto que tu padre fue víctima de un atentado el año pasado, mientras estaba en una plaza pública haciendo campaña política a las ocho de la noche un jueves de abril unos meses antes del proceso electoral... sus enemigos consiguieron quitarle la vida. ¡Lo siento mucho mi niña! —Ella entró en desespero y empezó a gritar de dolor.
Yo me preocupé porque la iban a descubrir y terminaríamos en problemas.
—¡Sé de tu dolor! Pero no grites, por favor… ¡No grites! —La abracé y la pegué a mi pecho mientras su dolor me removía los sentimientos. Si ya era terrible vivir en esa oscuridad total, saber que la única persona que podría ayudarla ya no estaba era desalentador.
—Encontraremos al resto de tu familia. Hermanos, tíos. Podrías darme el nombre de tu madre, sé que están extrañándote cada día y pidiendo al cielo que estés viva. —Volvió a llorar expresando más dolor
—¡Ella no está! Mamá murió hace muchos años a causa de un infarto. —Sus palabras me identificaron.
—También perdí a mi mamá. ¡Estamos solos! Recosté mi cabeza en su hombro y un montón de mis lágrimas empaparon su hombro.
Compartíamos un dolor que no se iba del pecho. Pase mi mirada por su rostro lleno de dolor y se me hacía terrible que un ser humano tuviera que ser víctima de otros que se mofan de su poder para hacer daño a los débiles y arreglar las cosas a su antojo.
—¡Quiero venganza! Necesito que paguen por lo que nos hicieron, lograron destruirnos, lo sé. Me dañaron a su antojo, pero conseguiré verlos hundidos, ya no habrá compasión con esa gente. Ahora mismo soy una simple mujer invidente, pero recuperaré mi vista, tengo fe que aún se puede lograr el milagro y los veré con mis ojos caer uno a uno. —Se levantó del piso y secó sus lágrimas, intento ser valiente, pero una nueva ola de recuerdos la sucumbió y volvió a llorar. La llevé hasta la cama y le ayudé a recostarse.
—Llora todo lo que necesites, vive tu duelo. Y cuenta conmigo para lo que planees. Por justicia nadie puede hacer daño a las personas y salir victorioso. Descubriremos la verdad y los veremos podrirse tras las rejas. Aquí, en medio de este lugar pobre y maloliente, te prometo que ayudaré para que recuperes la vista. Será la promesa más grande que he hecho en la vida, pero no te voy a defraudar. —Sabía que lo que estaba prometiendo no sería sencillo, pero si ese era su deseo trabajaría para hacérselo realidad.
Esa noche lloró hasta dormirse, yo de nuevo me senté frente a la ventana y allí dormí, a la mañana siguiente tomé una ducha y preparé un café.
—Sé que no son unos buenos días, pero bebé un poco de café, te calentará un poco el cuerpo. Debo irme a trabajar, vendré a traerte comida en un rato. Por favor no te vayas, insisto en que la única forma de cuidarte es que te quedes aquí conmigo. —Rocé sus manos y estaban heladas, estaba haciendo mucho frío—. Mi abrigo no huele a limpio, pero te dará calor mientras consigo comprarte algo de ropa.
No mencionó ni una sola palabra, le ayudé a ponerse el abrigo y cubrí sus pies que ya se veían un poco mejor. Salí en dirección al trabajo, aunque me estaba agobiando la situación de no poder hacer nada hoy mismo por Isa, estaba contento por tener un trabajo fijo por ahora.
Durante el día solo una cosa estuvo dándome vueltas en la cabeza, así que decidí interrogar a Don Arturo para conocer su punto de vista.
—¿Crees qué una persona que perdió la vista por una lesión pueda recuperarla? —Quería encontrar esperanzas para la promesa que había hecho.
—¿Quién está ciego? ¿Qué ocurrió? —logré disuadir su interrogatorio diciendo que era simple curiosidad—. Pienso que dependería de la lesión, porque si el globo ocular se ha roto ya no habría nada por hacer. Pero claro, la tecnología ha avanzado mucho y mis conocimientos de eso solo son por anécdotas que he escuchado. Un especialista es el único que puede dar una respuesta acertada a tu pregunta.
Con eso era suficiente para sostener las esperanzas y dar cumplimiento a la promesa que había hecho.