Un nuevo día

1446 Words
Un nuevo día. Después de una larga meditación debí quedarme dormido, porque por la mañana un ruido fuerte me sacó de mi sueño. Volteo para ver de qué se trataba y la veo a ella intentando caminar por la habitación. —¿Qué haces? —interrogué mientras bostezaba y estiraba los brazos. —Lamento despertarte. Pero estoy muriendo de hambre. ¿Podrías ofrecerme algún bocado? ¡Por favor! —La miré con incredulidad, pero no fui capaz de juzgarla. —Tendrías que esperar un poco, mientras pido o robo alguna cosa para brindarte. ¡Solo no te vayas de aquí! —supliqué y caminé hasta el lavabo para refrescarme la cara y beber un poco de agua. Le indiqué cómo llegar al baño y salí en dirección de donde había visto a la mujer que me había ofrecido ayuda la noche anterior. De día todo se veía diferente y no conseguía ubicar el local en el que esa señora atendía. Pero si pude ubicar a la tienda que ella me había señalado donde estaban solicitando un empleado. —Buenos días. Anoche alguien me dijo que estabas interesado en contratar un ayudante. ¿Todavía sigue en pie la oferta? —dije con temor, no me quedaba más que trabajar un par de horas para llevarle algo de comer a esa muchacha de la que no sabía ni su nombre. Pero es que era innecesario, pronto nos separaríamos. —¿Quién te dijo, joven? —dijo el anciano con aire de preocupación. —Fue la señora que vende cigarros y café en un kiosco cerca de aquí. —dije y salí a la puerta para señalarle aproximadamente donde estaba el local. El anciano me tomó de la mano y preguntó si le podría describir a esa mujer. —Era una señora de rostro muy lindo, llevaba una pañoleta gris en su cabeza, un mandil rojo con muchos bolsillos donde guardaba el dinero. —expliqué, porque no recordaba haberme fijado en otros aspectos. —¡El trabajo es suyo! —respondió limpiándose una lágrima que escurría por su rostro. —¿Se siente bien? —interrogué con curiosidad. —Sí, es solo que ella insiste en no dejarme solo y ponerme gente buena en el camino. No te conozco, pero estoy seguro de que en tu pecho hay mucha bondad. ¡Agradezco que hayas venido! Si quieres empiezas desde este momento. —recordé la razón por la que había salido a buscar trabajo y pedí que me dejara adelantar de mi p**o una bolsa de leche y un pan. Me lo entregó y caminé con prisa para llevarle el desayuno a la chica. Por alguna razón me sentía útil esa mañana. En la entrada de la vereda estaba la señora del arriendo. —No sabía que había salido temprano, necesito que me consiga el dinero del alquiler para esta semana. De lo contrario me veré obligada a desalojarte, ya he sido bastante condescendiente con usted. —Intente explicarle que ya tenía trabajo y le iba a pagar. Me miró con incredulidad y se fijó en mis manos, si se enteraba de que tenía a una mujer en mi habitación me ponía de inmediato en la calle —Con su permiso, voy a desayunar y ya regreso al trabajo. —Me escabullí y entré a la habitación, puse el seguro y llamé —¡Ya llegué! ¿Dónde estás? Soy Julián, te traje algo de comer. —Vi que una mano salía debajo de la cama y esperé que sacará su cuerpo completo para saber la razón por la que se había escondido. —¿Qué haces debajo de la cama? Puede morderte alguna araña u otro insecto. ¡No es seguro! —La ayudé a guiarse para sentarse en la cama y le alcancé el pan, fui por un vaso para servirle la leche. —Anoche no me dijiste ¿Cómo te llamas? Tampoco ¿De quién estás huyendo? —Daba grandes mordidas al pan y suspiraba cada vez que tragaba—. Estira una de tus manos para que sujetes un vaso de leche. —Me llamo Isa, estoy huyendo de un hombre malo. Pude escapar después de mucho tiempo y no sé si fueron los ángeles que te pusieron allí para salvarme… pero ya no soporto una humillación más. ¡Dios se olvidó de mí! —reclamó y yo solo quería saber más. Tenía muchas preguntas para hacerle, pero no era conveniente soltarlas aun. —Isa, es un bonito nombre. Me puedes decir Julián, te ayudaré a encontrar a tu familia. Pero para eso necesitamos un poco de dinero, así que tendré que trabajar, ya mismo debo regresar. Solo te pediré dos cosas; no vayas a abrir la puerta bajo ninguna circunstancia y puedes ducharte con tranquilidad. Apenas tengo un jabón común en la ducha, pero cumple con la función, puedes ponerte esto. —Le entregué una bata de baño y me despedí dándole instrucciones de cómo podía llegar hasta la sala de baño y encontrar las cosas. Aunque no estaba seguro si conseguía entender lo que decía. De un momento a otro mi motivación había subido considerablemente, tanto que no me importaba llevar el estómago vacío. Ahora necesitaba salvar a esa mujer, había surgido una meta y esa oportunidad de trabajo, aunque fuese sencillo y no ganara el salario completo, parecía haberme caído del cielo. Llevaba toda la mañana sin escuchar a mis demonios internos, pelearse. Estaba concentrado cargando bultos de comida de un lugar a otro, organizando y limpiando los productos para ubicarlos en los estantes. Era una actividad divertida, recuerdo que ese día llegué a sonreír varias veces. Don Arturo me divertía con sus cuentos y se me pasó el día volando. —Muchacho, te voy a pagar a diario para que puedas solventar las deudas. Estuviste muy aplicado, si vuelves a ver a esa buena mujer que te recomendó dile que estoy agradecido con ella, que ha sido suficiente para mí, pero que ya puede irse en paz. —Sus palabras electrizaron los vellos de mi cuerpo. —¿Escuché bien? ¿Dijo algo así como descansar en paz? —interrogué evitando que me intentará persuadir. —Si, en efecto, eso fue lo que quise decirte. Esa mujer que viste anoche solo fue producto de una extraña aparición. Ella murió justo donde la viste, hace unos cinco años. —Tenía que ser una broma, yo saboree el café y el cigarrillo que ella me vendió —Imposible, anoche solo llevaba unas… monedas en este bolsillo. —dije espantado cuando encontré las monedas que se supone eran las últimas que use para pagar el cigarrillo. —Sé que piensas que solo bromeó, pero no es así. No has sido el primero al que le ha pasado algo similar. ¡No tengas miedo! Ella solo hace el bien. Murió defendiendo a una abuela que la estaban robando, la hirieron de gravedad y quedó ahí tirada. Alcancé a llegar para tomarle en mis brazos y dijo que por acompañarla en sus últimos segundos de vida quedaba en deuda conmigo y me iba a favorecer cada vez que lo necesitará. —Para mí resultaba imposible creer que todo había sido una alucinación. Salí hasta la puerta y le expliqué todo lo que había sucedido. Incluso me señalaba donde la había encontrado y todo lo que habíamos hablado. Omití el rescate que había hecho, porque hasta ahora no confiaba en nadie. Trataría de que Isa encontrará a su familia lo antes posible. —Anoche iba decidido a suicidarme desde el puente que está al fondo. Ahorita contándote esto me avergüenzo, pero fueron días en total agobio y frustración. No encontraba trabajo y tampoco tenía con quién hablar de mis problemas. —Don Arturo se acercó y me apretó con un cálido abrazo. Empecé a llorar, desconsolado. —Sabía que había una razón más grande detrás de esa ayuda que ella le ofreció. ¡Muchacho te salvó un ángel! Tienes que olvidarte de esa horrible decisión que habías tomado. —dijo y se acercó a la caja, empezó a contar varios billetes mientras yo limpiaba mi rostro—. ¿Cuánto debes de renta? Me quedé atónito a su pregunta. ¿Sería capaz de prestarme algo de dinero? —¡Debo dos meses de alquiler! —exclamé —Te daré para que pagues tu deuda. Y poco a poco, con un porcentaje de cada quincena, cubrirás el préstamo. También quiero pedirte que no comentes con nadie lo que sucedió con esa señora, te tildaran de loco. —Nadie había hecho algo así por mí, pero acepté y prometí guardar silencio. Iba a trabajar arduamente para saldar pronto la deuda.
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