Descubriendo una nueva persona.
(Julián Molina)
Con veinte años, siento que he vivido muy pocas experiencias en mi vida. El tormento de que mi familia fuese disfuncional siempre estuvo allí para avisarme, las duras críticas de los demás niños “es que usted no tiene papá” “a este no lo quiere ni el papá” “el papá lo abandonó por bruto”. Para mí era muy difícil luchar con esos pensamientos recurrentes sobre papá, y por eso era un chico introvertido.
Mamá era esa persona que siempre estaba con los brazos abiertos para brindarme consuelo o ir a enfrentarse en la escuela por el bullying que sufría.
Entonces siempre crecí apartado de todo el aspecto social, la pasaba más feliz, encerrado en casa leyendo algún libro de aventura.
Tuve que empezar a trabajar a los catorce años, vendía dulces en los semáforos, limpié vidrios, zapatos, vendí helados, galletas, todo lo que fuese necesario para poder comprar mis enseres personales. No quería depender de mi padrastro. Feliz estoy de que no tuvo hijos con mi mamá, porque de lo contrario no sé qué sería de la vida de ellos.
Era un hombre frío y alegador, nunca podía hablar con respeto, siempre tenía que proferir de sus labios tantas maldiciones como fuese posible. ¡Era un hombre frustrado con la vida!
No recuerdo haberlo visto, sonreír o agradecer por algún gesto que tuviera con él. Traté por mucho tiempo de ganarme su cariño, pero fue imposible.
Al final entendí que él a quien “supuestamente quería” era a mamá y eso no le daba motivos para aceptarme a mí. Sus razones tendrían y se le respetan.
A mí me cuesta mucho ser una persona positiva, pero con Isa siento algo muy grato, es como el comienzo de una gran amistad, me ha nacido el deseo profundo de protegerla.
Es bella y dulce, su condición no le ha hecho perder las ganas de luchar y tal vez sea el deseo de venganza, pero la ha mantenido de pie.
Es más alegre y jovial que yo, la quiero ayudar y no por la recompensa que ella promete, sino porque es muy injusto lo que le hicieron.
La maldad no tiene límite y a ella la usaron como un punto blanco, tal vez para debilitar a su padre. En ocasiones llora con amargura al recordar que su padre ya no está en este mundo y entiende las razones por las que no fue rescatada.
Dice que al haberse encontrado conmigo tuvo una nueva oportunidad de vida, porque si la hubiesen encontrado de nuevo sus secuestradores le habrían quitado la vida, repite que a diario le amenazaban con eso.
—¿Cuénteme Julián usted por qué dejó su tierra para venirse por aquí tan lejos? ¿Ha de extrañar mucho a su familia? —Mi familia… ¡Qué ironía! Todo el mundo supone que tenemos una familia que mínimo se ocupa de levantar chismes. Pero yo ni eso tenía.
—Soy como la oveja negra patrón, no tengo parientes. La única familia era mi madre y murió, ahora ya no queda nada, ni nadie que espere por mí. —Hizo un gesto de incredulidad y mencionó
—Y tu madre no tenía propiedades, bienes… ¡Qué sé yo! Algo en lo que pudieras establecerte. —dijo realmente interesado en mi historia.
—Solo tenía una casa, que es preciso donde vive mi padrastro. Un hombre que se casó con ella hace muchos años.
—Pero muchacho, no conozco las leyes de tu país… pero esa es tu casa, te pertenece más a ti que a ese señor. —No quería pelear por cuatro paredes, así que con tranquilidad podía quedarse con eso y hacer lo que mejor le viniera en gana.
Yo no me iba a tardar en reunirme con mamá de nuevo, así que no necesitaba aferrarme a algo material.
—Si las leyes existen, pero no quiero perder tiempo en eso. Con solo ver el rostro de ese hombre se me revolvería la bilis. Nunca entenderé ¿Cómo fue que consiguió conquistar a mamá con tanta frialdad? —resoplé queriendo evitar seguir hablando de ese ser.
—Muchacho, usted es un hombre bueno y joven. Puede conseguir algo más que eso, Dios le pondrá en su camino a una buena mujer que lo guiará para alcanzar el éxito. —dijo dirigiendo la mirada al cielo, era un hombre creyente y bondadoso.
—¡Ya no tengo esperanza en eso! Algunas personas nacen para deambular solos por el mundo y creo que soy uno de ellos. Ya ves que nadie se preocupa por lo que me suceda. Tampoco tengo una razón para regresar, en casa no hay un espacio para mí. No, mientras mi padrastro habite en esas cuatro paredes, no puede haber un lugar o un espacio para los dos. —Esa tenía que ser una parte de mi vida que tenía que olvidar; todo el daño que sus palabras me ocasionaban y me hacían sentir que era inferior.
—No te apresures en tomar decisiones, muchacho. Ya sabrás cómo es que la vida te irá empezando a cambiar, lejos de esa mala vibra y de todo lo que sin duda te pueda perturbar la felicidad. —Me agradaron sus sabias palabras, después de conseguir que Isa encontrará su lugar, emprendería mi viaje.
Ahora se me estaba ocurriendo que podía ir por el mundo recorriendo cada lugar, porque no pertenecía a ninguna parte.
—Don Arturo, gracias por sus palabras. De verdad necesitaba que alguien me recuerde, que se puede seguir luchando. Fue usted quién me tendió una mano para salir del precipicio por el que me había decidido a dejarme hundir. Pagaré la deuda antes de irme…
El viejo no dijo nada, se quedó callado analizando mis palabras. Volví a mi trabajo y me esforcé el doble que todos los días. Necesitaba salir un poco más temprano porque había planeado ir a una tienda de ropa.
¡Si! No podía dejar que pasara más tiempo con ese viejo y sucio albornoz que alguna vez había sido de mama.
Me sentí extraño caminando en esa dirección, era una tienda de segunda mano, pero no me alcanzaba para comprarle algo más caro. De seguro, Isa era de las mujeres que jamás se había puesto algo usado, pero con mi presupuesto tan bajo, era lo único que podía ofrecerle.
Ingresé y una señora mayor me saludo con ánimo
—¡Bienvenido! La sección de caballeros está al final del pasillo, a partir de la tercera prenda le ofrecemos un descuento. —Me avergoncé y caminé en la dirección que me había indicado.
No pude decirle que buscaba ropa de mujer, sentía vergüenza de ser un hombre chichipato al que no le alcanzaba la plata. Empecé a ver la ropa que tenían en los ganchos y no estaba tan mal, estaba usada, pero olía a suavizante.
Solo así me empecé a acercar hasta donde estaba toda la ropa femenina. Ahora tenía un problema, no podía relacionar una talla con Isa, así que sin más que poder hacer debía pedirle ayuda a esa mujer.
Le hablé de las proporciones del cuerpo de la chica y ella supo cuál era su talla, me busco varios vestidos de flores, jeans, pantalones cortos y blusas.
Le entregué el presupuesto que llevaba y ella me combinó tres cambios de ropa.
Salí de allí con una sonrisa, solo me había faltado la ropa interior, pero todavía no tenía tanta confianza para hacerle un regalo de ese tipo.
Llegué y se puso contenta de verme. Le entregué el dinero de su tejido y ella lo agarro y lo coloco debajo de la almohada, tendría que buscarle alguna cajita para que depositara todos los billetes.
—Te compré algo de ropa. Pero antes de entregártela debo confesarte que es de segunda mano. Está bonita, pero si no quieres no te obligaré a ponértela.
—¿Qué dices? Claro que me pondré lo que me des. No tengo elección, además pagaste por ello y sé que lo hiciste con la mejor intención. Iré a ducharme. —También te traje un jabón de olor y un poco de champú. —Se lo acerqué a sus manos y sonrió.
Me percaté que debía comprarle también un cepillo y pasta dental. Iría a la tiendita de la esquina por eso. En medio de mi pobreza quería brindarle lo mejor.
También conseguí algo de víveres para preparar una buena comida. Esa noche volvería al mercado a cargar pesados bultos y obtener algo de dinero.