Capítulo Cinco: ¡Eres mi mamita!

1263 Words
El grito de Athina ensordeció al hombre, que apenas pudo virar y detener su auto, escuchando el claxon del tráiler alejándose de ellos. Phoenix bajó del auto, parqueándolo a medio camino, respiró profundo, miró al cielo, comenzaba a nublarse y teñirse de gris, supo que pronto la lluvia caería. Nadie odiaba la lluvia como Phoenix Masiss, era más que odiar, era un pavor, una intolerancia que lo enloquecía, era como si lo transformará en otra persona, un álter ego opositor; débil, asustado, un blandengue niño asustado. Entró al auto y ella intentó salir, la tomó del brazo, sus ojos rabiosos la miraron. —¡Me iré! Juro que me iré, no volveré a molestarlo nunca, ¡Lo juro! Athina sintió que todo le daba vueltas, fue un instante, intentó mantener el equilibrio, él la soltó y ella caminó, zigzagueó por el camino, intentó seguir, luchaba contra su propio cuerpo, fue inútil, fue vencida, cayó al suelo. El sonido del golpe alertó a Phoenix, la miró ahí tendida, como una muñequita vapuleada. Era un hombre de corazón frío, se arrancó la compasión años atrás, cuando un malvado enemigo quiso arrancarle todo lo que tenía, pero, cuando quiso irse, no lo hizo, fue como si esa chica hubiera tejido un hilo hacia él, dejarla en ese lugar sería una abominación. «Incluso para alguien como yo sería una abominación» Respiró profundo, sintió la primera gota caer sobre su rostro. Eso lo enfadó, no quiero enfrentar su más oscuro temor. Levantó a la chica, que parecía ingrávida. La subió al asiento trasero, miró su rostro, tocó su herida, pensó en las formas en que pudieron ocasionarle ese moretón, la idea de alguien golpeando a esa mujer como un desquiciado fue algo que le causó repulsión. Negó y volvió al asiento del piloto. Pensó en volver al hospital, pero, no iría con la lluvia, él siempre iría en contra de ella. Manejó de prisa hacia King House. Phoenix llegó antes de la lluvia, entró de prisa, su guardia personal Ashton Dayne se acercó a ayudarlo, Dayne era un buen tipo de casi cincuenta años, era su mejor guardia, y antes cuando niño, su cuidador, pero ahora estaban molestos. Dayne dejó ir a la pequeña Miry a una convención de astronomía, ella suplicó porque creía que su madre estaría ahí. Luego cuando Phoenix se enteró, quiso golpear al hombre y lo maldijo. Phoenix podía recordar sus palabras «¡¿Cuánto más fingirás, gran señor Phoenix Masiss? ¡No por mucho tiempo! Tu hija tiene siete años, un día será una mujer, no podrás ocultarle que ella no es como las demás niñas, no podrás protegerla del dolor de decirle que ella no tiene una madre» Bajo del auto y miró al hombre, escucharon un trueno que estalló y le dio un escalofrío a Phoenix.. —Haz algo bien por mí, Dayne, hay una mujer en el asiento trasero, llévala al chalé, y no la dejen escapar de la casa, hasta que dé la orden, ¿Lo has entendido? —¿El señor Masiss con una mujer? —No estoy con ninguna mujer, ella es… solo una tarántula que se quiso trepar en mi destino, mañana la sacaré de aquí. Phoenix entró en la casa, Dayne le siguió con la mirada. Dayne miró a la joven, pensó que de mujer araña no tenía nada, era solo una pobre chica, en todo caso, era Phoenix el que tenía apariencia de bestia y ella de un pobre ciervo perseguido. El hombre la bajó, la llevó al chalé, sin embargo, no se dio cuenta que desde lo alto de una ventana era espiado. Miracle Masiss era la única hija de Phoenix, era su tesoro, y vida entera, solo tenía siete años, pero nunca conoció a su madre, antes, no parecía ser un problema, pero Phoenix descubrió que a medida que pasaban los años, aquello era como una herida que se hacía grande en el corazón de la pequeña Miry, ahora se volvía incontrolable. Aunque lo ocultara, Phoenix supo que era algo que debía resolver, Miry cada día estaba más triste por ser una niña sin una madre a quien amar. La mentira dicha, de que su madre era una astronauta que vivía para la NASA, ya no sería algo creíble en poco tiempo. Miry sostenía los binoculares, estaba en su terraza, quería ver estrellas cuando se encontró con el cielo ennegrecido, se puso triste, solía ver las estrellas cada noche; «Así veré lo que mami ve cada noche en el cielo», pensaba, pero sus ojos quedaron impactados cuando vio a Dayne cargando a esa mujer, ¡Era una mujer! —Papi no puede tener ninguna mujer que no sea mami, ninguna otra mujer pisaría la casa que es de mami, entonces ¡Ella es mi mami! —exclamó, sintió que era muy feliz, su pequeña mente infantil solo podía vivir de un sueño imposible, y volverlo realidad, salió tan rápido, intentó buscar a su prima Ada y decirlo, pero la adolescente Ada, nunca abrió la puerta. Miry corrió por los jardines, la lluvia comenzó a caer con fuerza, Miry no paró hasta llegar al chalé, estaba apartado de la gran mansión que llamaban King House por la gran estatua de rey en el jardín. La niña empujó la puerta, y la abrió, sintió una emoción inexplicable, que le provocaba cosquillas en su estómago. «¡Conoceré a mami, ¡Por fin!» Cada paso que daba era más rápido, y su pequeño corazón latía, hasta que al fin fue a esa habitación. Observó a esa mujer, recostada en la cama, Miry se acercó sonriendo. «Mami es muy bonita, y joven, mami es como una princesa de los cuentos que papá me lee. ¡Mami, volviste! Ya nunca te dejaré ir, yo te necesito mucho», pensó Miry tocó su rostro, se asustó al sentirla tan fría —¿Mamita? Los ojos de Athina se abrieron, miró a esa niña ante ella, no supo dónde estaba, tuvo miedo, era como si su mente estuviera en blanco. —¡¿Quién eres tú?! ¿Qué es este lugar? ¿Qué hago aquí? ¡Dios mío! Esto es una pesadilla —Athina asustada, recogió sus piernas y sus brazos, como si se hiciera un ovillo. —¡Mami, soy tu hija! Athina abrió ojos enormes, ¿Qué locura decía? ¡Ella era virgen! ¿Cómo podría tener una hija? —¡Estúpida! ¡Busquen a mi hija, ahora mismo o los mataré! —exclamó Phoenix, estaba desesperado, corrió a la puerta principal, la buscaría afuera, entonces escuchó los truenos y relámpagos. Sintió que le faltaba el aliento, estar bajo la lluvia, escuchar esos sonidos, ver el cielo oscuro, sintió que no podía hacerlo, debía luchar, ¡Su hija estaba en riesgo! Miró a lo lejos, agudizó sus ojos, la puerta del chalé abierta de par en par. —¡Miry! —exclamó, corrió a ese lugar, sintió la lluvia empapándolo. Intentó seguir, pero cayó al suelo, sintió que se ahogaba, miró los cielos oscuros, un recuerdo vino a su mente como el mismo rayo iluminando todo «Flashback: Gritos horrorosos, gente suplicando, aullando de dolor, todo rojo, fuego, la tormenta cayendo, él abrazado a Ada, llorando, luego un silencio que se rompía con la lluvia cayendo, su corazón roto» Cuando volvió a la realidad no escuchaba nada, unas manos lo tocaban; vio la carita de Miry sonriendo, mojada, ella era su milagro. Luego la vio a ella, la miró fijamente por un segundo. «¿Quién eres, mujer? ¿Te he visto antes? ¿Acaso estamos entrelazados?», pensó
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