Cuando Athina reaccionó, supo que tenía dos posibilidades, una paralizarse por el miedo, la otra, actuar, y luchar por su vida. Pensó si no era lo que hacía toda su vida
«Soy un cordero en temporada de caza, mientras un león me persigue, si quiero vivir, debo correr»
Cuando miró tras el muro que la alejaba de ese hombre, encontró a Brian Thompson llamando por teléfono, le dio la espalda.
La mujer se lanzó corriendo hasta la puerta de emergencia, bajó las escaleras tan rápido como pudo, todo su cuerpo dolía, pero siguió cuesta abajo, darse por vencida no fue nunca opción en la vida de Athina.
Aquellas escaleras la condujeron pronto hasta el estacionamiento del hospital, salió corriendo, como si la persiguiera el mismo diablo.
Miró a todos lados, y pudo ver que ese hombre, el mismo de la habitación, subía a su coche y emprendería la huida por el mismo camino que ella ahora transitaba.
—Si gusta, conduzco yo, señor Phoenix.
—No, lo haré yo mismo.
Elon subió como siempre al asiento de copiloto, Phoenix condujo.
Estaban por salir del estacionamiento, esa mujer se interpuso en su camino. Phoenix frenó al instante, perplejo, al mirar lo que hacía.
Sintió que estaba dominado por la rabia, bajó deprisa, sus ojos eran despiadados.
—¡¿Qué crees que haces?!
Phoenix supo que era la misma mujer del hospital, la misma que lo abrazó, sintió un latido más fuerte golpeando en su pecho.
—Yo… ¡No puede dejarme abandonada! —la voz de Athina sonaba débil, e insegura.
—¡¿Qué? —Phoenix creyó que era una loca—. Ah, ahora lo entiendo todo, ¿No estás conforme con el dinero que te di? ¿Así que quieres más, mujer? ¡Atrevida! Dime cuánto más quieres, me has tomado de buen humor, te daré el dinero solo por lástima, luego bórrate de mí vista.
—¡No! No quiero su dinero, ¡Usted debe salvarme! Me arrolló ¿Qué cree que soy? ¿Un cachorro herido al que deja a un lado y se va? ¡Soy una mujer! Ahora usted debe salvarme, ¡Está endeudado conmigo!
Los ojos de Phoenix eran tan grandes y severos, que Athina tragó saliva creyendo que la podría lastimar. Él dio un paso a ella, levantó su mano, ella cerró los ojos, como si esperara un golpe, Phoenix se quedó congelado.
—¿Señor? ¿Llamo a seguridad para que se lleven a está loca?
Athina vio tras ellos a Brian Thompson, él aún no la veía, debía desaparecer, no tenía donde más esconderse, y con tal escándalo, no tardaría en verla, cuando vio el auto, no supo ni como tuvo valor.
Corrió y se escabulló dentro, en el asiento trasero, dejó boquiabiertos a los hombres.
—¡¿Qué está haciendo?!
—No lo sé, ¿Quiere que la saque de ahí?
Phoenix alzó la mano, y Elon guardó silencio, conocía a ese hombre de hace siete años, y por la forma en que los ojos azules relampagueaban por la ira, supo que, si esa chica era lista, debía echarse a correr, Phoenix Masiss no era un hombre clemente, y ahora estaba furioso.
Athina miró por el retrovisor, vio que Brian aún estaba de pie, a unos metros de ellos, llamando por teléfono, tuvo pavor, se sintió como presa por dos fieras que la comerían.
Escuchó la puerta cerrarse y sintió miedo, ante ella, en el asiento de piloto estaba ese hombre.
—¿Así que te gusta jugar con mi paciencia, mujer?
Ella sintió que su corazón se aceleraba, víctima del terror que la voz gruesa de ese hombre le causaba.
—¡Solo sáqueme de aquí! —exclamó—. Se lo suplicó.
Phoenix encendió el auto y aceleró. Elon se quedó perplejo, mirando a su jefe irse, sin decir nada.
Athina al fin pudo respirar, sintió alivio.
—Puede detenerse en la siguiente esquina, juro que ya no seré un problema para usted, lo siento, necesitaba escapar de ahí, fue la única manera —aseveró.
Athina pudo ver sus ojos severos y ensombrecidos por el espejo retrovisor, tuvo una punzada en el estómago cuando el auto aceleró a una gran velocidad, ella se sostuvo de donde pudo, con fuerzas, el vértigo la estaba matando, mientras ese hombre conducía rápido, como si nada le importara.
—¡Basta, por favor! ¡Deténgase, vamos a matarnos!
Phoenix no parecía entrar en razón, aceleró más, hasta que vio a ese tráiler, un recuerdo tenebroso asomó a su conciencia, estaba fuera de sí.
—¡Socorro! —gritó Athina con terror al creer que iban a chocar