Capítulo Siete: Desnuda, ¿Entre tus brazos?

1025 Words
—¿Dónde dormiré? —exclamó ella Él la miró severo —Pediré que te preparen una habitación. —No tengo ropa. Él la miró confuso. —¿Eso que significa? —Que necesito ropa —dijo con obviedad —Ah, ya vamos con las exigencias. Ella le miró con ojos pequeños. —Puedo hacer todas las exigencias que quiera, no te olvides de que, si me voy o me niego a ser la madre de tu hija, no seré yo quien sufra las consecuencias. La imponente figura de ese hombre estuvo ante ella casi al instante, amenazante, ella retrocedió, pero él avanzó. —¡Ya te lo dije, maldita sea, si lastimas a mi hija juro que acabaré contigo! ¡No tienes idea de lo que puedo hacerte! La respiración de Athina se volvió irregular, se puso tan pálida como una hoja de papel, y él supo que sus amenazas solo eran vacías. —Bien, mañana podrás comprar lo que necesitas. Por cierto, tú nombre es… —Athina Parr, ah, y también… —él giró a mirarla con la misma rabia, Athina tuvo que tomar fuerzas y hablar con claridad—. Quiero ir a revisar unos asuntos, pero… exijo un personal de seguridad. Phoenix alzó las cejas, y sonrió con un gesto burlón. —¿Exiges? Ella bajó la cabeza —Por favor… —Mejor, eso fue mejor, ya veremos, ahora dormirás en ese sillón y déjame en paz. Ella le miró con rabia, pero se esfumó al pensar que de no ser por él estaría durmiendo en un lugar peor. —¿Puedo bañarme? Él asintió con desdén y ella fue hasta el cuarto de baño. Cuando Brian llegó a su casa y la encontró vacía, maldijo. —¡¿Dónde demonios estás?! ¡Maldita seas Athina Parr! Todo hubiese sido muy fácil si nunca hubieses visto nada, o si te hubieras quedado callada —el hombre tomó aquella fotografía de su boda—. Ahora debo matarte o acabarte, no soportaré que ensucies más mi nombre, tampoco permitiré que pongas a mis hijos en mi contra, ¡Perra! —exclamó lanzando el retrato contra la pared. Luego se sentó en el sofá, pensó muy bien lo que haría, se levantó y se estrelló contra la pared, causándose buenos golpes, destrozó la casa, usó unos guantes de plástico, y tomó un cuchillo, respiró profundo, mordió un cojín del sofá y encajó el cuchillo en un brazo, chilló de dolor, las lágrimas calientes rodaron por su rostro, luego dejó el cuchillo en la mesa, tiró los guantes y llamó a la policía. —Hola… —Nueve once, ¿Cuál es su emergencia? —Mi nombre es Brian Thompson, estoy en casa, mi exesposa Athina Parr me acuchilló en el brazo, y escapó, lo hizo porque… le pedí el divorcio, ella firmó, pero, me acuchilló, dijo que, si no era feliz con ella, no lo sería nunca, ¡Ayúdenme, por favor! —Estamos rastreando la llamada, señor Thompson, ya estamos enviando a una ambulancia y a la policía a su casa. Brian sonrió. «Ya veremos quien te saca de prisión, maldita Athina»  Athina estaba en el cuarto de baño, llenó la tina con agua tibia, se quitó la ropa, pero no pude evitar mirarse en el espejo largo, podía ver cada moretón en su cuerpo, cada herida le recordaba los insultos, los gritos, parecía una muñequita que fue vapuleada muchas veces, se estremeció al recordarlo todo. Era como una pesadilla de la que nunca podría despertar, en un abrir y cerrar de ojos, su mundo había colapsado, como una bola de cristal. Sus manos cubrieron su boca, para evitar que un sollozo escapara. Phoenix se puso su pijama, se recostó en la cama, se quedó dormido solo un momento, cuando abrió los ojos se extrañó de no ver a la mujer, se levantó asustado. «¿Y si es una ladrona o una secuestradora? Peor aún, ¿Y si está con mis enemigos?», pensó asustado. Caminó al cuarto de baño, intentó abrir la puerta, y al no poder, fue por la llave maestra. —Mujer, ¿Athina? —exclamó, pero ella no respondió, abrió sin dudar. Se quedó perplejo al verla en la tina, su cabeza estaba recargada contra el mármol y gracias a eso, era que no se ahogaba, porque se quedó dormida. Negó, pensando que era una imprudente. Se acercó, la llamó, pero no respondió, eso lo preocupó. Creyó que estaba desmayada, intentó sacarla del agua, los ojos de Athina se abrieron enormes, asustada. Sintió esas manos sobre su cuerpo, se levantó, estuvo a punto de resbalar y caer, pero él la sostuvo con fuerzas entre sus brazos. Cuando recordó que estaba desnuda, pudo sentir su cuerpo mojado, se miraron fijamente. —¡Quita tus manos de mí, acosador! —exclamó enojada y aterrorizada por su cercanía. Él se alejó de ella, pero aún pudo observar su cuerpo, una chispa de lujuria brillo en ellos, era un cuerpo grácil y bello, tragó saliva conteniendo sus impulsos, mientras ella intentaba cubrirlo con sus manos temblorosas, él sin pudor la miraba. —¡Deja de mirar, voltéate! —exclamó Phoenix esbozó una sonrisa. —¡Oblígame! No te preocupes, mujer, he visto mejores —dijo acercándose, ella lanzó una bofetada que logró conectar con fuerza a su rostro, lo dejó incrédulo. Ninguna mujer lo golpeó antes, se quedó estático. —¡Ninguna mujer me golpeó en el pasado! —chilló con furia Athina alzó la barbilla. —Siempre hay una maldita primera vez, acostúmbrate —sentenció sin saber de donde sacaba tanto valor. Ella intentó irse, dio la vuelta, cuando sintió esa fuerte mano, que de forma salvaje tomó su cintura y la devolvió a él. De pronto sus labios eran invadidos por los suyos, tan calientes, en un beso tan codicioso, que la asustó. Estrechó su cuerpo entre sus manos, mientras su lengua abría camino por su boca, y seguía besándola con apremio. Athina se estremeció, eran demasiadas emociones, ningún hombre la besó con tanto ardor, su corazón latía enloquecido y su cuerpo temblaba como gelatina, cayó entre sus brazos, perdiendo la conciencia.
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