Pasamos caminando por la cancha de básquet y veo a mi ex lanzando el balón en el aro sin topar, lo hace tan bien que todos les aplauden, tiene unos músculos bien formados, me mira y sonríe con coquetería. Le dejé por ser un perro. Estaba en nuestro mismo paralelo cuando éramos novios, pero desde que se enganchó con una chava del «C» pidió el cambio. Dos meses después tronaron, quien sabe por qué, quiso regresar conmigo, pero le dejé claro qué, papel que uso para limpiarme el trasero, solo lo uso una vez. No dos.
En este día no tengo más clases con Demián, las demás horas paso aburrida esperando la salida. Al fin la campana suena. Todos agarramos nuestra mochila y nos marchamos. Corro hasta el estacionamiento para esperar a mi bello profesor y verlo marcharse, pero al llegar llevo una decepción al ver que su moto ya no está.
Camino con pereza hasta mi recorrido. Tal cual lo hice a la llegada. Sigo caminando lento. Mientras camino siento unos pasos y, al escuchar su voz, mi corazón late con fuerzas, a la vez siento una mano tocar mi suave cabello. Regreso a ver quién lo hace y me encuentro con la licenciada de lenguaje
—Clau, ve pronto al recorrido —aconseja.
Sonrío y asiento, sin antes mirar al otro costado. Me impacta con su mirada, me pierdo en el azul de esos ojos que reflejan mi propio rostro. Él solo me mira por segundos, seguido pregunta.
—Tía ¿Dónde está el auto?
—Está tras del rojo —responde la licenciada Dolores. Le sonrío ante la última sobada que les da a mis cabellos, seguido sigue al guapo profesor.
Les quedo viendo mientras empiezo a comprender por qué reía con ella en receso. Es su tía, son familia.
Perdida en mis pensamientos voy cuando escucho el fuerte pitido del autobús.
—Vamos Clau, acelera el paso —me grita desde la puerta Loren. Camino más rápido al notar que mi príncipe azul se ha ido. Ahora solo deseo que anochezca y amanezca rápido para volver a clases.
Llego a casa y ahí está Aní esperándome en la entrada de la casa. Al verme llegar se acerca y me ayuda a bajar. Le agradezco con una sonrisa y me despido de Loren y Agus.
Al entrar a la enorme mansión escucho la risa de papá retumbar las paredes. Cuando está feliz ríe a carcajadas, que su risa se escucha desde la entrada. Acelero el paso para ver a mi amado papá. Corro hasta la sala y encuentro a papá jugando con mi hermanito de dos años. Al verme se para y me abraza con fuerzas.
—¿Como está mi princesa?
—Bien papá —respondo mientras le doy un beso a mi hermanito.
Escucho a mamá decirles a las empleadas que sirvan el almuerzo. Cuando papá llega a almorzar siempre me espera para comer en familia. Eso ocurre una sola vez a la semana. Es un hombre muy ocupado.
En el comedor papá indaga sobre mi primer día de clases. Le cuento todo lo que pasó. Hablo y hablo de Demián sin parar, papá se queda pensante y pregunta.
—¿Quién es ese Damián? No has parado de nombrarlo...
—El nuevo maestro de química —le respondo mientras llevo una cucharada de comida a mi boca.
—Ya comprendo ¿Está guapo?
Asiento con la boca llena y el ríe a carcajadas. Leyó mis pensamientos, seguro notó que me gustó el profe Demián. Luego se pone serio y dice.
—Aún estás muy chica para andar pensando en novios. Además, ese profesor debe doblarte la edad.
—Tiene veintitrés.
Le respondo y él se pone más serio. Mamá sonríe al ver la cara de papá muy preocupado.
—Ah, caray, tan joven, ¿cómo llegó a dar clases en bachillerato?
—Por muy bueno, explica muy bien, además es sobrino de la licenciada Dolores.
—Ah, ya entiendo.
Seguimos conversando de largo hasta que vuelve a irse a la oficina. Yo subo a mi habitación. Empiezo a buscar a Demián en las r************* hasta que lo encuentro. Envío la solicitud y espero me acepte. Cuando al fin lo hace empiezo a revisar todo su perfil.
Mi corazón se apachuga cuando veo que tiene novia, sobre todo, es muy guapa. Tiene montón de foto con ella, en varias partes de la ciudad y en el país. Desisto de seguir mirando su perfil y empiezo a escribir en mi diario, hasta que me quedo dormida.
Al día siguiente me levanto antes de que la alarma suene, me baño y me cambio, cuando mamá toca mi puerta yo ya estoy lista.
—Clau ¿y ese milagro?
—Ya soy adulta, empezaré a ser responsable desde hoy —respondo a mamá, quien se queda haciendo muecas de asombro—. Ya, deja de mirarme así, ve a prepararme el desayuno.
—¿Algo más patroncita? —ambas sonreímos. Mamá se va. Al rato bajo, desayuno y salgo cuando el recorrido llega.
Al llegar hasta el parqueadero recorro la mirada por todo el estacionamiento trasero del instituto a ver si Demián ha llegado. La moto en la que llegó ayer no está en el parqueadero. Con gran decepción camino hasta llegar al paralelo.
Tengo clases de inglés, luego toca matemáticas. Con ansias espero que esa puerta se abra. Cuando al fin se abre sonrío. Demián, el hombre con el cual soñé toda la noche aparece ante mis ojos. Se ve tan guapo con su camisa roja y sus Jean ajustados al cuerpo. Es muy alto y musculoso.
Muerdo mi labio y suspiro. Me siento feliz de volver a verlo. Al estar cerca de él, su aroma se adentra a mis pulmones haciendo que suelte varios suspiros. Matemática es la materia que tampoco me agrada, pero al menos no soy tan vaga en esta.
Nos hace una prueba de refuerzos y soy la primera en terminar. Cuando voy a entregarle la hoja me mira con esos ojos azules tan eléctricos que hacen acelerar mi corazón dejándome sin aliento. Cuando toma la hoja en sus manos y regreso a mi asiento. No le quito la mirada mientras revisar mi prueba.
—Señorita Claudia, venga un momento.
Se escucha tan bonito mi nombre de su boca, en realidad no me gusta que me llamen por mi nombre completo, pero si viene de su boca no me molesta.
Me acerco por un costado y me señala los errores que he tenido. Me explica paso a paso lo que debo hacer, en ese instante logro entender lo que dice. Mi corazón palpita con fuerzas mientras le escucho hablar. Una vez que me entrega la hoja para que corrija logro rozar sus dedos. Rápidamente alza su mirada y me ve directo a los ojos. Eso es como un flechazo directo al corazón.