Rosbell observaba al resto de las mujeres en aquellos campos desiertos, donde yacían las casas de campaña. Odiaba vivir así, ya se lo había dicho a John reiteradas veces, las mismas que él juraba que sería temporal, pronto formarían un hogar estable. No era que no le creyera, o que lo amara menos, pero estaba cansada, extrañaba su casa, su cama, su baño, a sus hermanas y a su padre, no había noche que no rezara por el alma de su madre. Todas las mujeres de otros hombres lavaban al lado del río, pero Rosbell, siempre rebelde y caprichosa, miraba como otras mujeres lavaban tanto su ropa, como la de John. Lo hacían en agradecimiento, era increíble como todos los días mujeres, niños y hombres acudían a su marido para darle las gracias, ya sea por haberles alimentado cuando morían de hambre,