Capítulo IV: Un Lord plantado en el altar

1427 Words
—¿Estás bien? Mackenzie asintió, titubeante, el hombre se acercó unos pasos y solo sentirlo cerca la hizo temblar —Estoy bien… —susurró —¿Por qué no te fijaste? Pudiste ocasionar un gran accidente —dijo con la voz llena de reclamo, Mackenzie frunció el ceño—. Mira a donde se fue el caballo, ¿Qué clase de jovencita anda sola por la calle? Esas palabras eran suficientes —No tengo que darle cuentas a un hombre como usted. —¿Cómo yo? —exclamó casi ofendido, con los ojos bien abiertos —Sí, un mandón, que se cree el dueño del mundo, ¿Acaso yo le pregunté que clase de hombre anda en un carro solo por las calles? Andrew se echó a reír. Ante la mirada confusa de Mackenzie. La miró divertido, la reconoció casi de inmediato —Eres la misma chica de la playa, ¿Estás siguiéndome? —¿¡Que dice?! ¡Claro que no! Es solo una coincidencia que nos encontremos de nuevo —dijo casi preocupada —El problema, Mackenzie, es que yo no creo en las coincidencias. No creo en el destino. Mackenzie se quedó turbada, ¿Cómo sabía su nombre? —¿Por qué sabe mi nombre? —Ya ves, me gusta conocer a mi futura familia. Ella se quedó perpleja —Andrew Derickson —dijo dándole la mano, ella incrédula lo saludó, pero en lugar de un simple apretón de manos, Andrew sostuvo su mano y besó su dorso, el contacto ligero de sus labios con su piel la hizo estremecer —Es un gusto conocerlo, aunque lamento las circunstancias. —No te preocupes, siempre es bueno conocer a una cuñada. ¿Cómo sigue Rosbell? —¿Cómo? —dijo confusa, recapacitó hábil—. ¡Ah, sí! Está… mejorando. —Me alegro. Mackenzie, no creo que tu caballo vuelva, ¿Te llevo a casa? —Mackenzie se quedó de piedra, no sabía que decir, pero aceptó, era ya demasiada rara su actitud para empeorarla. Subieron al auto, él condujo hacia la propiedad Rosenbaum, iban en silencio. Ella no podía creer que ese hombre fuera su cuñado. Se sintió como una tonta —Entonces, ¿Tú eres la menor de las Rosenbaum? —Sí. —Es bueno ser el hijo menor, dicen que tienen menos carga sobre sus hombros. —Ojalá —dijo como un susurro, pero la escuchó —¿Acaso te sientes con demasiadas preocupaciones? —preguntó expectante, ella lo miró, pero no sostuvo su mirada —Para nada, usted lo ha dicho, no tengo mayores responsabilidades, déjeme aquí, debo buscar a mi caballo. —Bien. Saluda a Rosbell y a tus padres, estoy seguro de que nos llevaremos bien, cuñada —dijo con una sonrisa ligera, se sintió raro, nunca era un hombre agradable, era engreído y ermitaño, pero justo ahora no sabía que ocurría. Observó a la joven salir del auto. Siguió manejando rumbo a su propiedad, pero mantuvo el rostro de la joven en su memoria, le gustaba el color azul claro de sus ojos, su cabello rebelde que combinaba con el color de su piel, pero más le gustaron sus gestos frágiles. Luego desechó esos pensamientos, enterrándolos dentro de su interior. Aquellos ocho días pasaron rápido, esa madrugada Frederic cabalgó a la costa de Lorf, escuchó el rumor de que allá encontraría a su hija, tuvo éxito, la vio cuando iba subiendo a un barco y le gritó con fuerza. Rosbell tembló aun sostenida de la mano de John, no pudo dar un paso más, aunque el rubio le insistía. Decidió bajar y ver a su padre —¡Rosbell! ¿Qué crees que haces? ¿Vas a abandonarnos? ¿De verdad? —Frederic lucía tan vulnerable y los ojos de Rosbell ya no tenían valor, lágrimas frías se derramaban por sus ojos —¡Padre, perdóname! —Señor Rosenbaum, yo… —¡Cállate, malnacido! Has logrado corromper a una pobre muchacha, que no sabe de la vida. —¡Cuide sus palabras! —exclamó John con ira, tomando el brazo de Rosbell —¡¿Lo has escuchado, Rosbell?! ¿Qué clase de vida te espera al lado de un ignorante e irrespetuoso? —Escuché bien, Rosbell ahora es mi esposa ante la ley de Dios y de los hombres, ¡Nada podrá separarnos! —los ojos de Frederic brillaron de decepción, una lágrima brotó de sus ojos y negó con tristeza. No dijo nada, solo dio media vuelta, subió a su caballo y se marchó, mientras Rosbell se debatía entre perseguir a su padre o quedarse al lado del hombre que amaba —Rosbell, si quieres ir tras él, yo entenderé —dijo John—. Yo iré y pediré perdón —inquirió con el rostro angustiado y arrepentido por sus palabras contra su suegro —No, ¿Qué más da? Mi padre ahora no me perdonará, pero quizás algún día me odie menos —dijo con profundo pesar y subió al barco. La iglesia estaba preparada, la ceremonia sería en el jardín de la casa Derickson. La boda sería por la tarde, mientras tanto Lord Derickson estaba tomando un largo baño en su tina, pensaba sobre su futuro, hubiese querido poder hablar con Rosbell Rosenbaum antes de desposarla, no quería engañar a nadie, ni dejar corazones rotos, apenas se hubiesen casado hablarían, después de todo estaba seguro de que ella tampoco lo amaba, ¿Cómo se puede amar a quien no se conoce? Lo tenía claro, pero aprovecharía para asegurar un beneficio mutuo, que le devolviera su estabilidad y confianza, mientras que quizás a ella le daría la libertad y el dinero. Cuando su padre llegó, Mackenzie salió desesperada a buscarlo a la caballeriza —¿Qué pasó? ¿La convenciste? El rostro de su padre era duro y afectado, ella contuvo la respiración, lo vio negando —No volverá, hay que cancelar la boda —Mackenzie abrió los ojos atormentada ¡Era una locura! Faltaban unas horas para el enlace, y su única esperanza era que su padre convenciera a su hermana de la mala vida que le esperaba al lado de John, ahora nada tenía sentido —Padre… ¡Le debes dinero a Derickson! ¡Ese hombre no tendrá compasión! —Lo sé, pero no puedo hacer nada, Mackenzie, ¡Estamos arruinados! Solo nos resta esperar a que lo peor ocurra. Mackenzie vio a su padre caminar, hasta sentarse bajo la sombra del tilo grande, tenía la pinta de derrotado que jamás le había visto, su corazón era como un tambor que dolía, temblaba, ninguna idea venía a su cabeza, y no sabía que hacer, entró a la casa, miró a Clarence, al darle la mala noticia se echó a llorar enloquecida y Mackenzie tuvo que calmarla. Las horas pasaron, Frederic ya no tenía cabeza para nada. Llegó la tarde, en la iglesia ya estaban los cien invitados esperando, con sorpresa por el tremendo retraso, ahí estaba Lord Derickson con su flamante traje, al lado de August, no dejaba de mirar su reloj, ya había enviado a un empleado a la casa Rosenbaum para investigar lo sucedido —¿Qué habrá pasado? —No lo sé —dijo August con el rostro fruncido por la preocupación, Derickson sentía su rostro enrojecido por las murmuraciones que no se detenían ni porque fueran casi escuchadas por él. Se alegró de que su abuela Lady Agatha no estuviera en Escocia aún. Al regreso del empleado, fue directo con August y le dio los comentarios al oído, el hombre abrió ojos enormes, no quería ser él quien dijera semejante noticia, sin embargo, debía hacerlo —Lord, la novia no llegará, la familia Rosenbaum ha pedido disculpas y cancelará el compromiso. Los ojos de Andrew eran dos piedras heladas grandes que centellaban de rabia, sus orejas estaban coloradas, sudaba, al sentir todos los ojos en él. Era la peor humillación que había sentido en su vida, tal vez Rosbell Rosenbaum le importaba poco, pero no iba permitir que nadie se burlara de él en su propia cara. Salió de la iglesia como alma que lleva el diablo, pidió al cochero las llaves del auto, condujo demasiado rápido, cegado por el enojo, solo tenía una idea en la mente y era que los Rosenbaum pagarían por su engaño, él había sido gentil y amable, les ayudó en su peor momento, los consideraba casi de su familia, pero ellos lo traicionaron de una forma cruel, ninguna palabra de ellos valía la pena, y ahora sentirían la fuerza de su furia.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD