IX

1625 Words
Cuando llegaron a la mansión de Santiago, Michael fue instalado en una de las habitaciones, lucía muy avergonzado e incómodo de estar ahí. Los empleados más antiguos como Lorna, lo recibieron con felicidad y emoción de volverlo a ver después de varios años de ausencia. Santiago había permanecido en su despacho desde su llegada del hospital.   Era el atardecer y Allegra deambulaba por el amplio jardín con enormes áreas verdes y plantíos de rosas. Admiraba la combinación de colores, entonces sintió una mirada sobre ella, cuando alzó su vista divisó a Michael Jones que al ser descubierto se alejó de la ventana. Allegra lanzó un suspiró, quería ayudar a aquel hombre. Le inspiraba una profunda compasión, ella sabía que necesitaba ayuda y amor. Ella, que alguna vez estuvo en una situación tan delicada lo comprendía muy bien. Así que subió hasta aquella habitación y golpeó la puerta.   Michael apenas entreabrió la puerta, y cuando ella quiso entrar, él por cortesía salió de la habitación —Lamento molestarte, quería saber cómo estabas —dijo Allegra —Estoy bien —dijo Michael cabizbajo —No luces bien, ¿Por qué no das un paseo a mi lado?, en el jardín. Michael parecía dudoso, pero Allegra insistió y el aceptó.   Deambularon por los jardines, Allegra intentaba conversar con claridad, pero Michael estaba muy desanimado, era normal su actitud, después de todo lo que había enfrentado. Al final se sentaron en una de las bancas, mientras un vientecillo fresco comenzó a soplar —¿Llevas mucho tiempo de conocer a Santiago? —preguntó Michael, sorprendiendo a Allegra —Llevó un par de meses. —Nunca había necesitado una asistente personal. Menos una que viviera en su propia casa. Allegra se preocupó de que pensara algo más. —No vayas a pensar mal de mi… —No… lo siento —dijo Michael nervioso, lo que menos quería era ofender a alguien que era tan amable con él—. Lo siento, me deje llevar por la reputación de Santiago… pero no pienso mal de ti. —¿Reputación? —inquirió Allegra dudosa —No me hagas caso —dijo Michael intentando levantarse, pero Allegra tomó su mano empujándolo a sentarse y tuvo que hacerlo —Por favor, dímelo. —Bueno, si insistes. A Santiago lo apodaban el lobo —Allegra lo miró intrigada—. Porque años atrás era… demasiado infiel, estaba con muchas mujeres a la vez. Allegra sintió una opresión en el pecho, como la que sufría cuando alguien le daba una mala noticia —No lo sabía —dijo, pero recordó al hombre de aquel restaurante, quien lo había llamado así, y se había burlado del él—. ¿Por eso Megan lo engañó contigo? Michael abrió los ojos enormes, por el comentario, pero luego relajó el gesto —No lo sé. Megan siempre le perdonó cualquier infidelidad, desconozco el porqué de pronto lo abandonó. Un día simplemente dijo que me amaba, que huyéramos y fuéramos felices —los ojos de Michael se volvieron dos lagunas desbordantes—. La amaba demasiado para decir que no. Y destruí mi vida. Bien, pueden decir todos que soy el peor amigo, pero soy solo un humano equivocado.   Allegra puso su mano en el hombro de Michael, lo entendía, no por experiencia, pero sabía que el amor no era algo de libre decisión, una vez que nacía era difícil de arrancar. «Como mi amor por Santiago» pensó, pero luego pestañeó de prisa, tratando de sacar de su mente aquel pensamiento —Ella jugó contigo y con Santiago. —En realidad, no lo sé. Quizás sí, o quizás no. No sé qué habrá pasado entre Santiago y Megan, pero en mi caso, sé que hice casi todo por lograr su amor, al final no pude.   Santiago apareció ante ellos, provocándoles un susto, pero pidió a Michael que lo acompañara a su despacho. Michael lo siguió con preocupación y Allegra se quedó sentada y silenciosa, pensando en las palabras de Michael.   Santiago estaba de pie frente al estante de libros y Michael estaba a unos pasos detrás con la cabeza baja. Cuando Santiago se dignó a girarse y mirarlo, un gesto de furia se dibujó en su rostro. Sentimientos de rencor y tristeza invadieron al hombre. —Mañana muy temprano te llevará mi chofer hasta el hospital, esta todo pagado —luego tomó de la mesa más cercana un cheque que entregó a Michael. El rubio lo tomó entre sus manos observándolo con claridad, era una gran cifra de dinero—. Ese dinero es suficiente para que cuando salgas de la clínica puedas recomenzar. —No lo necesito —Michael rompió aquel cheque ante sus ojos, provocando que Santiago hiciera una mueca de rabia —¡Estás demente! —¿Y quiénes son los locos, Santiago? ¡No estás más cuerdo que yo! —espetó Michael, intentando irse, pero la voz de Santiago lo detuvo —Espera, haz lo que quieras, pero hazme un favor, al menos a nombre de nuestra extinta amistad —dijo Santiago acercándose a él Michael lo observó curioso, aunque temeroso de cualquier humillación —Dime. —No quiero que te acerques a Allegra, por lo menos mientras estés aquí. Michael frunció el ceño con confusión —¿Qué? —No quiero que estés cerca de ella, tú no eres bueno para ella. Allegra es valiosa para mí y ella estará a mi lado, no quiero que intentes ninguna de tus bajezas. Michael tragó saliva y ahogó una risa sarcástica, aunque la ofensa se había clavado como daga en su corazón herido en su orgullo —¿Tanto te importa esa chica? ¿Te importa más que Megan? Santiago bajó la mirada e hizo un gesto tan endeble que Michael se extrañó muchísimo de aquella conducta —. Estás enamorado —aseveró con tal seguridad que Santiago lo vio como si hablara con un loco —No… —dijo perplejo, pero dudoso Michael se acercó unos pasos a su amigo, ambas miradas de distinto color azul se observaron como si se intentarán reconocer —Aquí el que tiene que alejarse de ella, más que nadie, eres tú. Sabes que Allegra es demasiado buena para ti. Terminaras lastimándola —dijo Michael —¡A mí no me importa!, pero no quiero que mis empleados se mezclen con mi vida personal —Santiago intentó justificarse, como un infante descubierto—. Allegra es mi empleada, y no quiero que sepa más de mi vida que lo que yo quiera. ¡Ella no me importa! ¿Acaso piensas que me fijaría en una mujer tan insípida? —exclamó Sanders, mientras Michael entrecerraba los ojos disgustados. Santiago abrió la puerta para huir del enfrentamiento, pero ante la puerta encontró a Allegra, provocando que la mirara estupefacto, y con el corazón acelerado. La joven le cedió el paso y el hombre caminó firme lejos de ahí, pero pudo descubrir en el rostro de Allegra que había escuchado aquella ofensa y estaba herida, Santiago se fue. Allegra volvió el rostro hacia Michael quien la miraba con cierta compasión —Él no es bueno para ti —dijo Michael y puso su mano en su hombro, como si la reconfortara. Luego Michael subió a su habitación dejando a Allegra con un sentimiento de tristeza y decepción.   A la mañana siguiente, Michael Jones se fue de la casa, el chófer lo traslado hasta la clínica psiquiátrica. Allegra lo vio partir desde la ventana de su habitación, pensando en las palabras que le había dicho el día anterior. Durante la noche la joven no pudo dormir con aquel pesar. Ella no podía sacar de sus pensamientos a Santiago, imaginando una vida feliz a su lado, pero al recordar las frías palabras de Santiago todas sus ilusiones se rompían en lágrimas y dolor.   Aquel día cuando volvieron de la fundación, Santiago le pidió que fuera a su despacho. Cuando entró, el hombre estaba sentado detrás de su escritorio. Ella se sentó frente a él —Allegra, necesito salir de viaje, y es necesario que vengas conmigo —dijo Santiago Allegra parecía perturbada, por su semblante, estaba sorprendida —¿A dónde hay que ir? —Estambul, Turquía. —¿Y cuánto tiempo durará el viaje? —Una semana. Viajaremos pasado mañana. Allegra estaba dudosa. —¿Puedo saber el motivo del viaje? Santiago se mostró incómodo, no tenía ánimo de contestar preguntas, pero se rindió a contestarlas —Visitaré a un doctor que está ahí, como tuvo que viajar a su país natal por una emergencia tengo que viajar hasta allá, me va a recibir, y es imperativo para mi verlo. —¿¡Estás enfermo?! —exclamó preocupada —No, es un chequeo rutinario. —¿Por un chequeo vas a viajar? —preguntó incrédula —Basta —dijo severo—. No tengo que responder a tú interrogatorio. Además, hay algo que debo decirte. Después de este viaje, tú deuda conmigo queda saldada, no será necesario que sigas trabajando conmigo. Allegra abrió los ojos enormes, tan sorprendida y decepcionada al mismo tiempo —¿Qué pasa, no te agrada esa idea? La joven tragó saliva y sonrió falsa, mientras asentía con rapidez —. Ya no tendrás que soportarme. —Tú también te liberarás de mí, seremos felices, por fin —dijo Allegra con seriedad, luego se levantó y salió de ahí dejando a Santiago con una sonrisa irónica en los labios. Una vez que escuchó la puerta cerrarse, la sonrisa se borró de los labios de Santiago. Una mezcla de melancolía y amargura embargaron su alma. No pudo concentrarse en sus negocios, ni en ninguna lectura. Tomó sus medicinas como todos los días, y bebió un té de hierbas tranquilizantes para dormir pronto.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD