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Santiago deambulaba por la habitación, espiaba por la ventana, ya era muy noche, se sentía descontrolado. Toda su mente estaba enfocada en Allegra, no quería perderla. Iba más allá del deseo egoísta de no estar solo. Era algo en su presencia que le gustaba, lo hacía sentir tan vivo y tan en paz, como nunca antes. Tuvo temor, ¿Cómo sería su vida sin Allegra?, no lo sabía, pero tampoco quería saberlo. Determinado, caminó hasta la habitación de Allegra y llamó a la puerta. Allegra abrió, su rostro estaba sorprendido de observarlo ahí de pie, frente a ella. Santiago entró a la habitación despacio, llevaba arrugada su camisa color azul claro y con los tres primeros botones desprendidos, parecía cansado. Allegra le dio la espalda, no quería mirarlo —¿Qué necesitas? —preguntó ella con a