—¡Ese fue el último, señores! —gritó Viktor como acostumbraba a hacer cada noche, mientras yo terminaba de cerrar la puerta tratando de contener un bostezo, estaba agotado.
«Y lo peor es que aún no acaba», me dije desanimado, porque no solo faltaba que los chicos terminaran de limpiar y organizar todo, sino que tenía que llevarlos a todos a casa, porque además de ser el jefe de seguridad... también era chófer designado, cada maldito día, y todo por ese estúpido impulso de querer ser útil siempre.
Aunque eso a veces tenía sus beneficios, como prueba de ello estaba Bárbara... nuestro peculiar primer encuentro fue producto de ese impulso, así que traté de no enfadarme demasiado al respecto y procuré relajarme en cambio.
Miré en su dirección discretamente, maravillándome con su encanto y perfección; le di una mirada a las demás y todas parecían exhaustas y deseosas de irse a casa, pero ella parecía estar disfrutando hasta de la hora de cerrar, porque sonreía con entusiasmo mientras se acercaba a la barra, dónde los chicos aún ponían todo en orden.
—¿Suele ser así todas las noches? —preguntó con voz cantarina.
—¡Oh! ¡Qué ternurita! No sabe que mañana será peor —comentó Viktor en tono burlón deteniéndose a mi lado.
—Déjala... Lo descubrirá por si sola mañana —respondí entre risas.
Entendía a lo que se refería mi amigo. Los viernes eran rudos, pero los sábados eran una completa locura, no solo había el triple de clientes, sino que estos eran más desinhibidos y problemáticos, la mayoría de las veces dejaba a los chicos en sus casa más dormidos que despiertos.
«Pero al menos sabré dónde vive», me dije entusiasmado, y tan pronto como lo pensé... me avergoncé por ello. ¿Eso qué importancia tenía? Pero lo cierto era que quería saberlo todo de ella.
—Escucha a Allison, Bárbara... ella es la voz de la razón —dijo Franz mientras bajaba las escaleras de la oficina, respondiendo a algo que se me escapó.
El hombre tenía el sarcasmo brillándole como un halo sobre su cabeza, lo cuál significaba que seguía encabronado, porque Franz se caracterizaba por ser un sujeto amable y pasivo, pero Allie lo llevaba a los límites.
—Sí, procuraré seguir todos sus consejos. Esto no volverá a repetirse. —La respuesta de Bárbara había sido tan inocente y ajena al mal humor de Franz que casi pude ver el instante en que este se arrepintió de todo el sarcasmo que había utilizado.
—Te aconsejo que aprendas de todos y tomes lo mejor de cada uno —terminó diciéndole él.
—En serio... ¿De dónde sacó Franz a esa chica? —siguió Viktor.
—¡¿Quieres dejarlo ya?! Deja a la pobre chica en paz.
—Hey, hey... ¿Y a ti qué te pasa? Sabes que solo bromeo, ¿Desde cuándo te molesta?
Resoplé en parte enfadado con él, en parte conmigo mismo, Viktor tenía razón… Él siempre había sido un bromista que rozaba los extremos, no perdonaba a nadie y nunca era personal, solo era un tipo chistoso que le gustaba hacer reír a la gente, y yo normalmente me reía de sus chistes, así que… ¿Por qué me molestaba esta vez?
—Lo siento… Solo estoy cansado, mataría por estar en mi casa justo ahora. Él me lanzó una mirada ceñuda antes de asentir y sacudir sus manos en una especie de “lo que sea”, pero no dijo nada más acerca de Bárbara.
Pero claro, Viktor no era el único que tenía algo para decir; noté que durante nuestra breve discusión todos se había separados, Bárbara y Manuel no estaban a la vista, Franz y Allison hablaban en la barra, y Tom, Karla y Laura estaban rodeando una de las mesa, y eran estos últimos los que tenían opiniones similares a las de mi compañero.
—¿Seguimos teniendo tarros después de hoy? —preguntó Laura entre risas— ¿Cuántos rompió?
—Que yo viera… Como cinco, cuando Benn se entere… arderá Troya —respondió Karla, haciendo reír a los otros dos.
—Yo creo que solo le falta un poco de entrenamiento… ¡Vamos! Que la chica acaba de entrar, yo apuesto que dentro de poco será mejor que ustedes.
—¿Qué pasa? ¿Acaso te gusta la Barbie? —preguntó Laura en tono conflictivo.
—No estoy diciendo eso, solo digo que hay que darle una oportunidad. —El chico se encogió de hombros.
—Pues si es así… Entonces a Bastian también le gusta, porque también la defiende. —Todos se giraron a vernos, aparentemente divertidos, salvo Laura que entornó los ojos una vez más.
—¡Ah, claro! Ahora resulta que la chica tiene un club de admiradores.
—Y no lleva ni un día acá… Imagina cuando llegue al año... ¡Empoderada! —exclamó Tom con evidentes intenciones de hacer molestar a la chica, y por la mirada que esta le lanzó supuse que lo había logrado.
—Yo solo pienso que es muy pronto para decir que no lo logrará.
—Eso es, hermano.
Tom alzó su mano empuñada hacia mí en gesto de camaradería y lo acepté poniendo los ojos en blanco, pero de pronto las palabras de Laura empezaron a hacer ruido en mi interior… ¿Estaría en lo cierto y a Tom le gustaba Bárbara? De pronto esa idea se me hizo desagradable.
—¡¿Manuel?! —nos giramos al oír el llamado de Franz al otro lado del salón— Antes de irnos enséñale a Bárbara cómo servir cervezas… Sirve una para todos.
—¡Oh! Esto estará bueno —comentó Karla con malicia al ver a Bárbara seguir a Manuel hasta los barriles.
Por desgracia, a favor de las burlas de las chicas, a Bárbara le tomó unos cuantos intentos servir las cervezas que había pedido Franz, pero agradecí al cielo cuando finalmente lo hizo… Ya estaba empezado a preocuparme de verdad su supervivencia en Bavarian´s… si la despedían no podría verla otra vez.
—¿Tarjeta o efectivo? —preguntó Manuel a modo de chiste cuando las cervezas estuvieron servidas.
Miré a Bárbara y la vi secarse el sudor de la frente con mirada cansada y fija en uno de los tarros y fue entonces cuando vi que uno de ellos tenía la agarradera rota, sonreí al comprender que se estaba reprochando a sí misma por ello.
Me acerqué a la barra y coloqué una mano sobre el tarro, apartándolo para mí de una vez para que nadie fuese a bromear al respecto. Ella me miró confundida y en un acto de confianza que no supe de donde salió… Le guiñé un ojo, haciendo que se sonrojara.
—¿Quién es Benn? —preguntó ella de pronto, escuchando algo que a mí se me había escapado, era muy fácil desconectarme de todo mientras la veía.
—El otro jefe… El policía malo —bromeó Tom.
—No es ningún policía malo —dijo Franz frunciendo el ceño, nunca le gustaba que se burlaran de su amigo, y no lo culpaba.
Franz Bauer y Benn Albrecht habían sido inseparables en la preparatoria, más que amigos eran prácticamente hermanos, incluso habían estado casi emparentados una vez cuando Benn estuvo de novio con Emily, la hermana de Franz; pero eso no duró mucho… Benn ni ahora ni entonces era tipo de relaciones estables.
—Es mi socio, Bárbara —siguió Franz luego de que Karla se burlara—, lo conocerás eventualmente. Él trabaja en una empresa de asesoría corporativa, pasa a supervisar de vez en cuando.
—A veces trae a sus compañeros de trabajo —Laura puso los ojos en blanco—. Unos estirados de primera categoría.
—Pero les dejan buenas propinas —argumenté—, y Benn siempre los pone en su sitio cuando se pasan de la raya… No exageren.
Tenía que defenderlo, el tipo era difícil de tratar… sí, pero no era un mal jefe, y yo estaba ahí gracias a él después de todo.
—Correcto, aquí no hay buenos ni malos… solo tenemos diferentes métodos —agregó Franz cerrando el tema.
—¿Ya me puedo tomar mi cerveza, o…? —como siempre, Viktor siempre sabía cuándo intervenir, normalmente para alivianar el ambiente.
Pero el agradecimiento mental duró poco, porque escuché un ahogado jadeo a mi lado y levanté la mirada para encontrarme con Bárbara, que con los ojos abiertos de par en par intentaba limpiar la línea de espuma que le cubría la boca.
No pude evitar reírme de la situación, la mujer parecía decidida a no colaborar a su causa. Di un paso al costado, tratando que de este modo nadie la viera limpiarse la cerveza que ya se estaba tomando mientras todos estábamos distraídos con la conversación.
—Cierto, las cervezas son para celebrar, chicos. No sé si ya lo sabían, pero Allison dio por terminados hoy sus días de universitaria, están ante una licenciada en administración, y eso hay que celebrarlo. —Franz alzó su tarro hacia nosotros para que lo imitáramos.
Sonreí una vez más, esta vez a costa de mi jefe; el pobre parecía tener una extraña relación tóxica con Allie, unas horas atrás estaba hecho una furia por su retraso, pero al final del día celebraba sus logros con orgullo. El hombre daría la vida por esa mujer, pero era un debate constante y cómico entre Viktor y yo el hecho de si él lo sabía o no.
—Entonces… ¿Siempre vas a venir a mi rescate?
Me giré para encontrarme con los preciosos ojos juguetones de Bárbara, había algo tan fuerte en su mirada que quedaba absorto en ella, como hundirme en arenas movedizas pero estar feliz por ello, sumado al hecho que me sonreía de una manera que me hacía temblar las rodillas… Estaba flechado sin duda alguna.
—Tengo qué, de otro modo te comerán vivan y eso sería una lástima. —Al oírme hice una mueca, impactado por mi actitud.
¿Acaso estaba coqueteando con ella? ¿Desde cuándo hacía eso? Era extraño descubrir que el antiguo yo no estaba tan mu*rto como creí, y era sorprenderte verle tomar el control de mi cuerpo con tanta facilidad luego de tanto tiempo.
—Bueno... Lo sumaré a los beneficios de tenerte cerca —comentó alzando una ceja con picardía. Mi pulso se aceleró de inmediato.
—¿Y cuáles son los otros beneficios? —pregunté imitando su tono, y por primera vez en mucho tiempo quise acercarme a alguien, quise besarla.
Quería acortar la distancia que nos separaba y hacer el momento más íntimo. Coquetear siempre daba una sensación grata, pero con ella era otra cosa… Era mucho más intenso, más excitante, la forma en la que me miraba me hacía sentir el de antes, y eso estaba tomando gran peso en mi interior.
—¿Beneficios? ¿Qué beneficios? —Viktor puso una mano sobre mi hombro, interrumpiendo el pequeño momento que estábamos robando a los demás.
—Eh… Pues… Los beneficios del bar, claro —respondió Bárbara con una radiante sonrisa, por lo visto le causaba mucha gracia el asunto.
—¡Ah, claro! En Bavarian´s pagan muy bien, eso es cierto. Y Franz y Benn siempre dan bonos en navidad, y por productividad… Son buenos jefes.
Viktor siguió hablando sobre sueldos y salarios, mientras Bárbara y yo lo escuchábamos en silencio… Conteniendo la risa, y ese pequeño momento de complicidad fue incluso mejor cualquier frase abiertamente seductora, esta mujer me tenía en la plancha… sellándome poco a poco a su gusto, y no me quedaban dudas de que terminaría loco por ella, pero eso en parte era un problema.
Enamorarme de Bárbara sería pan comido, si era honesto conmigo mismo… tenía que admitir que ya me encontraba a mitad de camino de eso, pero… ¿Qué pasaría luego? Sería estúpido de mi parte pensar que aquello llevaría a algún lado, imaginarme caminando por la calle de la mano con ella era absurdo, mujeres como ella no salían con tipos como yo, nuevamente mi mente me llevó a esa tarde escuchando la conversación de Cassie con Martha.
La maldije, como ya se me había hecho costumbre, no quería odiarla… Nunca quise, pero sus palabras se habían vuelto una jodida maldición para mí; una maldición que me impedía relacionarme en libertad con otras mujeres, una maldición que me impedía verme más allá de las cicatrices sobre mi piel… O al menos eso era lo que argumentaba Oskar, el líder de aquel grupo de apoyo al que había asistido por insistencia de mamá.
Lo cierto era que cada vez que empezaba a olvidarme de ello, la imagen de mi exnovia diciendo que le daba asco tocarme volvía a mí como si alguien apuntara un revolver directo a mi frente.
—Ya es hora de irnos, chicos —anuncié sin esperar respuesta de nadie, malhumorado como estaba solo quería llegar a mi casa y hundirme en la cama, aunque sabía que el tormento no acabará con eso.
Nadie rechistó y en cuestión de minutos ya estaban todos en la Van, y aunque el ambiente estuvo bastante animado en la parte trasera… yo no participé, pero eso no alertó a nadie, yo solía ser el menos conversador de todos. Sin embargo, cuando dejé a Allie en la entrada de su edificio ocurrió algo que sí me resultó gracioso.
—¿Y tú dónde vives? —preguntó Viktor girándose para mirar a Bárbara. Cerré los ojos y reí, estaba tan metido en mis lastimeros pensamientos que había olvidado que teníamos una nueva parada que hacer.
—Vivo en Hadern, en Windeckstrabe —respondió ella sonriendo.
—Mierda… —Viktor rió con ironía, ahora nos tocaría regresar y tardar media hora más de lo planeado— ¿Por qué no nos dijiste cuando dejamos a Manuel?
—No lo sé… No sabía si tenían una ruta diferente.
—Pero…
—Déjala —le ordené mientras ponía el coche en marcha otra vez—, no pasa nada.
Viktor me miró con el ceño fruncido, pero se encogió de hombros y no dijo nada más, y a su pesar resultó que esa media hora la disfrutó más de lo que pensó, él y Bárbara pasaron todo el trayecto contando chistes malos que yo no entendía pero que a ellos les hacían mucha gracia, y para cuando finalmente llegamos los dos estaban prácticamente llorando de la risa.
—Vaaaya, entonces eres de las Barbies millonarias —exclamó con admiración al detallar la bonita casa de dos plantas donde vivía la chica.
—No, soy de las Barbies que tienen padres millonarios… Mío solo son algunos muebles y una vieja bicicleta tirada en alguna parte del jardín.
—No lo sé… Eso suena a algo que diría una chica rica.
—Adiós, tonto —respondió ella riendo antes de inclinarse sobre los asientos y darle un beso en la mejilla.
Luego se giró para hacer lo mismo conmigo, pero al yo encontrarme mirando en su dirección, terminamos cara a cara, con nuestras narices casi rozándose. Podía sentir su aliento mezclarse con el mío pero en lugar de alejarse ella implemente sonrió y se acercó un poco más para besar mi mejilla.
«Cielos», pensé estremeciéndome un poco.
Su cercanía y el calor que me transmitieron sus labios me nubló la mente por unos segundos, pero no me pasó desapercibido que sus labios entraron en contacto con las marcas de mi piel y ella no titubeó ni un segundo, eso me descolocó tanto como el mismo beso.
—Nos vemos mañana, Bastian —dijo en un delicioso susurro antes de bajarse del auto y caminar hasta la puerta.
—Claaaaaro… ¡Ahora lo entiendo! —exclamó Viktor haciéndome volver al momento.
—¿Qué cosa?
—Que la defiendas tanto… ¡Te gusta! —rió dándome un empujón en el brazo— Y a ella le gustas también.
—No digas tonterías.
—¿Tonterías? ¿Me vas a decir que no escuchaste como su tono cambió al hablar contigo? ¡Le gustas, hermano!
—Viktor… ¿Acaso no la has visto?
—Sí, es una jodida lindura… Bastardo afortunado.
—Exacto, es una belleza… ¿Qué haría ella con alguien como yo?
—¿Qué? ¿Necesitas que te de clases? Porque para eso hay películas, hermano —sonrió con malicia.
—No seas imbécil, Viktor —reclamé provocándole una carcajada— Ella perfecta y yo… Vamos, ¡mírame! Seríamos como la bella y la bestia.
—Ajá, y eso salió bien, ¿no crees?
—No me refiero a la película para niños, estúpido. Me refiero las versiones de siglos pasados… Las deprimentes y sangrientas que te hacen llorar.
—Pues yo te apuesto mi salario del próximo mes a que terminarás enredándote con ella. Y espero que no me hagas perder… Adel me matará si pierdo ese dinero.
Reí y puse el auto en marcha, Viktor era un optimista en potencia, yo en cambio era más realista y sabía que nada pasaría, pero esa noche al llegar a casa… Me permití soñar con eso, algo que no había hecho en mucho tiempo, y aunque nada pasara entre nosotros, siempre le agradecería por revivir esa parte de mí.