La tarde siguiente llegué al bar, temprano como lo había pedido Franz, y me encontraba quitando los candados cuando Viktor apareció a mi lado.
—¿Viste el partido de hoy? —preguntó entusiasmado, dándome un golpe en el hombro —. Hermano… La Champions será nuestra.
—No lo sé, aún tengo mis dudas —respondí solo por llevarle la contraria; él hacía chistes… Yo agotaba su paciencia, en eso se basaban nuestra amistad.
—Te apuesto trescientos a que sí.
—¿Te queda algo que apostar, acaso? —pregunté entre risas—. Llevas toda la semana apostándome tu salario.
—Cierto, pero es tu culpa… ¡Tú me induces al vicio! Eres un hombre poco creyente. Es apostar contra tu pesimismo o darte un puñetazo en la cara, y sé que terminaré en Urgencias si hago eso. —Reí, pero no dije nada más, solo me limité a entrar al bar a hacer la inspección de siempre y asegurarme que todo estuviera en orden.
Al salir otra vez me encontré con Tom, Manuel y Allie, que para variar estaba llegando temprano, no pude evitar hacer un gesto al verla y escuché resoplar a Viktor.
—Por lo visto el asunto en la oficina ayer estuvo feo para mi zanahoria… Aprendió su lección —comentó haciendo reír a los chicos.
—No me molestes, Blancanieves —respondió la chica pasando de largo hasta el interior. Los demás la siguieron entre risas mientras Viktor y yo nos quedábamos ahí esperando al resto.
Franz llegó un poco después de eso y en cuestión de diez minutos ya estaba la plantilla completa, verifiqué mi reloj y comprobé que íbamos con buen tiempo. Cerré la puerta, fui al depósito a buscar la caja con las cosas que necesitaba y me dirigí hacia la mesa central donde solíamos hacer esas reuniones.
—Buenas tardes, chicos —empecé a hablar mientras los demás se giraban hacia mí—. Gracias por venir y colaborar con la instrucción de Bárbara, vamos a tratar de ser puntuales y precisos, para ayudarle a adaptarse rápido, ¿de acuerdo? El Oktoberfest está sobre nosotros y necesitamos pulir este diamante —miré hacia ella luego de mi pequeña broma y la encontré sonrojada.
—Yo no me llamaría un diamante… Ayer rompí seis vasos, y…
—Ocho —intervino Manuel—, fueron ocho.
—Incluso peor, entonces… Pero les juro que daré mi mejor esfuerzo —respondió ella sonriendo apenada.
—Sé que sí, descuida. En unos días estarás a nivel. —Bárbara volvió a sonreírme y se me nubló la mente una vez más, pero la sonrisa burlona que le vi a Viktor me hizo recomponerme—. Vamos a comenzar entonces… Manuel… Toda tuya.
—De acuerdo, Bárbara; te explico: soy el mixólogo del bar y junto con Bastian me encargo de organizar al personal, él con relación a las medidas de seguridad y yo en cuanto al método de trabajo, entonces… Te explicaré cómo funciona todo.
La habitual charla que se le daba a los nuevos empezó, dejé que se extendiera un poco porque la última vez que lo escuchamos fue casi un año antes, cuando Laura ingresó; pero al final resultó que había sido un error, porque casi media hora después Manuel seguía hablando. El hombre era un completo chiste, parecía tener complejos de candidato gubernamental, le encantaba pasar horas hablando… Pero nosotros teníamos un límite.
La única que parecía escucharle era Bárbara, que lo miraba con atención y asentía a todo lo que decía; pero los demás… A Tom ya le había contado cuatro bostezos, Laura jugaba con un hilo suelto de su polo, Allie se mordía las uñas con la mirada perdida en el suelo y Karla llevaba casi diez minutos revisando su teléfono.
Cuando vi a Viktor hacerme una seña desesperada para que lo detuviera fue que decidí que había sido suficiente. Me aclaré la garganta un poco más alto de lo usual y entonces Manuel se irguió y alzó sus manos.
—Y bueno… Básicamente eso es todo —concluyó, claramente enfadado.
—Entonces… En teoría… ¿Yo solo seré mesera?
—Pues es un poco más complicado que eso, verás…
—Sí, barbara, serás una simple mesera —exclamó Allie antes de mirar a Manuel—. Le quedó claro, ya para de hablar, por favooooor. —Puso los ojos en blanco, haciendo que los demás rieran.
—Vale, yo solo quería ayudar a la chica a entender cómo funciona todo.
—Creo que lo entendió muy bien, pero como dijo Allie… Ya basta. —intervino Viktor en un cómico tono amenazante. Yo normalmente solía ser diplomático con Manuel, pero no podía hacer mucho con el mal humor de los demás.
—Es un alivio, me puse muy nerviosa al pensar que me pondrían a preparar tragos —siguió ella.
—El hecho es… Barbie —empezó a hablar Karla, y enfurecí por el énfasis burlón que usó al nombrarla—, que tu trabajo aquí es el mismo que desempeñamos Laura, Tomas y yo; tomar el pedido de los clientes en las mesas, llevar las bandejas y mantenerte alejada del área interna de la barra, no es complicado.
—De acuerdo. Mantenerme alejada de la barra, tomar pedidos y llevar bandejas, creo que lo tengo. —Asintió la chica sonriendo.
—Sin derramar la bandeja de bebidas sobre nadie. Eso es importantísimo.
—Totalmente, la gente enloquece cuando le derramas las bebidas encima. —Laura apoyó el comentario de Tom y entonces mi molestia aumentó. Se estaban burlando de ella y esta parecía no darse cuenta.
«Horda de idiotas».
—Ya basta de tonterías —ladré y me sentí satisfecho al ver que todos callaron de inmediato… Al menos a mí sí me respetaban—. En resumen: Sí, Bárbara; eres una mesera. Por los momentos no tendrás que preparar bebidas, pero estoy seguro que Franz te enviará a algún curso eventualmente, como hizo con todos ellos, solo como Plan B en casos de emergencia. Deberás llevar las bandejas y en efecto… —hice una pausa, recordando sus torpes tropezones del día anterior—. Preferiblemente no las derrames sobre nadie.
Ella clavó sus preciosos ojos en mí mientras asentía, y supe que no quería que dejara de hacerlo… Si Manuel tenía algo más para decir me importó poco, era mi turno de tener toda su atención… Lo necesitaba.
—Habiendo aclarado esto… pasemos al tema de seguridad. —Tomé las carpetas que llevaba en la caja y se las pasé—. Este es un resumen detallado de las normativas del bar, los planes de seguridad en caso de emergencias, y las reglas a seguir.
—Vaya… ¿Manuales? —preguntó mientras las aceptaba—. Jamás imaginé que fuese tan serio el control acá.
—El bar es de Franz Bauer, y su jefe de seguridad es Bastian Hoffman, aquí todo se toma en serio; por eso hay manuales. —agregó Manuel haciendo una mueca burlona.
—Los manuales son para ayudarlos a memorizar todo. —Me encogí de hombros y lo miré fijamente—. Si me pongo a dar una charla de media hora probablemente nadie recuerde nada después de cinco minutos.
Él hizo otra mueca enfadada mientras las chicas se burlaban, esta vez sin decoro, en otro momento la hubiese detenido, pero que quisiera ridiculizarme frente a Bárbara me había hecho enfadar en serio… Aunque sabía que me estaba comportando como un crio.
—No tengo problemas con los manuales —respondió Bárbara un poco después, para regresar mi atención a lo importante... Ella.
—Perfecto, lo siguiente es… —Me incliné una vez más hacia la caja y me esforcé por contener la risa que me provocó ver aquel objeto en particular—. Ten, este es tuyo.
Bárbara tendió su mano hacia mí y tensó la boca al ver de qué se trataba… Contener la risa se me hizo incluso más difícil todavía viendo su expresión, pero logré mantenerme sereno.
—¿Para qué es esto? —preguntó, mirándome fijamente.
—Gas pimienta… Para defensa personal —me burlé.
—Sé lo que es, yo tengo el mío —alzó una ceja a modo de “Ya eso lo sabes”—, pero… ¿En serio es normativa del bar entregarnos uno de estos?
—Y reponerlo en caso de que lo agotes —respondí haciendo énfasis suficiente para dejarle claro que creía que lo acabaría muy rápido, y su ceja alzada nuevamente me decía que lo había entendido, pero siguió como si nada hubiese pasado.
—Te lo dije, aquí nada es un juego —comentó Manuel, queriendo seguir con sus burlas.
—Vale, tomaré este también… No está mal tener uno de repuesto. —Esta vez fue ella quien hizo énfasis en su frase, y me encantó tener esas bromas solo para nosotros—. Pero… ¿Esto es normal en todos los bares?
—No sabría decirte, solo he trabajado en uno, pero aquí es ley. Franz es muy riguroso con todo el asunto de la seguridad de los empleados —le respondió Allie encogiéndose de hombros.
—En especial de las chicas.
—Correcto, cuida mucho de sus empleadas —siguió Allie luego de que Tom hablara—. De hecho… Cada noche al llegar a casa debemos enviarle un mensaje para notificar que todo está en orden.
—¿En serio? ¡Ayer no lo hice! —exclamó Bárbara alarmada.
—Descuida —alcé una mano para que se relajara—. Él entenderá que no conocías esa normativa, aprenderás poco a poco.
—Pero yo tú procuro que no vuelva a ocurrir —le aconsejó Allie.
—Sí, seguro. Creo que pondré una nota en el móvil para recordarlo. —Bárbara asintió y miró de reojo los manuales, me gustó su aparente determinación de hacer las cosas bien.
Bárbara era una persona transparente, era tan expresiva que sus emociones estaban a vista de todos, como si no tuviera nada que ocultar y quisiera que todo el mundo fuese parte de sus pensamientos… Yo era todo lo contrario, solía cerrarme bastante a los demás… Al menos ahora lo hacía, pero sabía que eso no era bueno, por eso me gustó ver que ella no tenía esos defectos… Verla era un absoluto delirio.
«Pero no puedes quedarte todo el día mirándola como un idiota», me dije a mí mismo, recordando dónde estábamos y lo que faltaba por hacer.
—Perfecto, si ya todo eso quedó claro… Creo que podemos empezar con las labores —dije y rápidamente todos se dispersaron para hacer lo suyo.
Ella se quedó en la barra con Manuel y Allie, mientras yo caminaba hacia la puerta a asegurarme que todo estuviera en orden, era sábado y sabía que sería una noche movida… Aunque nunca me imaginé cuánto, pero lo supe… Poco antes de la medianoche. El ambiente estaba relativamente tranquilo, pocos incidentes, ninguna pelea, nada de drama… Estaba siendo una buena noche, hasta que oí el teléfono sonar.
Me apresuré a contestar mientras le daba una rápida inspección al salón, todo parecía en orden, así que sabía que no era una llamada airada por parte de Franz, pero aquello hubiese sido mejor que lo que sucedió.
—¿Bueno?
—Tenemos un Código Ángela. —Dejé caer los hombros cuando oí las palabras de Manuel.
—¿Dónde?
—Mesa siete, Allie ya está verificando, pero todo pinta a que sí —miré en dirección a la mesa siete, y entorné los ojos cuando vi a la pareja.
—Vale, llama al Uber, yo me encargo del resto —corté la llamada con Manuel y al instante me comuniqué con Franz—. Código Ángela en la mesa siete, pondré todo en marcha.
—De acuerdo, sáquenla lo más pronto posible —dijo tras un breve silencio, probablemente para revisar las cámaras—. Y quiero a ese hombre fuera de mi bar antes que abra la boca para protestar.
—Estoy en ello, todo estará bajo control —respondí antes de colgar sin inmutarme por el enojo de Franz, aquello siempre lo ponía de mal humor… El peor de todos.
El Código Ángela era el método utilizado para que una mujer pudiera pedir ayuda en caso de sentirse acosada por su acompañante o algún desconocido, preguntaban por Ángela y decían cualquier cosa sobre ella, así los trabajadores del bar sabíamos que estaba teniendo problemas.
Miré una vez más hacia la mesa donde Allie tenía poco de haber llegado, miré la expresión asustada de la chica y la actitud tensa y hostil del hombre, aquello era definitivamente un Código Ángela, no necesitaba que Allie me lo confirmara. Así que cuando Tom pasó a mi lado, lo tomé del brazo y decidí ponerlo sobre aviso.
—¿Qué pasa? —preguntó el chico con el ceño fruncido.
—Código Ángela, mesa siete. —Al oírme chasqueó la lengua con desgana y luego miró hacia donde le indiqué para poner los ojos en blanco.
—Por supuesto que lo es… ¡Mira a esos dos! ¿Qué diablos hace esa chica con ese sujeto? —exclamó enojado.
—No es nuestro asunto… Solo hay que sacarla. Manuel está llamando al Uber, Allie intenta apartarla de él… Necesito que vayas y las esperes en la puerta trasera, quédate hasta que la chica se vaya.
—De acuerdo. —Le vi alejarse y caminar hacia las escaleras de la oficina de Franz, que era hacia donde solíamos llevar a las chicas en esa situación ya que así era más fácil sacarlas por la parte trasera del bar.
—Despeja la salida… Preguntaron por Ángela —anuncié por el intercomunicador.
—Copiado —fue la respuesta de Viktor desde afuera del bar.Todo parecía ya estar listo, pero entonces algo que no había tomado en cuenta se mostró ante mí como una escalofriante posibilidad.
Vi a Bárbara acercarse a la mesa y detenerse junto a Allie, a charlar con el grupo ahí presente, y solo tras su intervención fue que la chica se puso de pie y siguió a la pelirroja, mientras ella se quedaba en la mesa, dejándole los tragos que llevaba en la bandeja al malhumorado hombre… Bárbara estaba siendo parte del plan, como todos en el bar, pero eso me empezó a poner nervioso.
Esperé a que se alejara de la mesa y con un par de zancadas la intercepté a medio camino de la barra, tomé su brazo y me acerqué lo suficiente para hablar sin que nadie más escuchara.
—Hola… —empezó a decir ella con su hermosa sonrisa de siempre, pero no era momento de dejarme distraer por eso.
—A partir de ahora, de este preciso instante… No me importa qué pase, no me importa qué digan… Te quiero lejos de ese hombre —le ordené mirándola fijamente, maldiciéndome por provocar ese gesto de contrariedad en su rostro, pero era necesario.
—Pero es que yo… —Le oí protestar y eso desató mi mal humor una vez más.
—Soy el jefe de seguridad aquí, Bárbara; no tienes permitido cuestionar mis órdenes —siseé enfadado—. Si te digo que te alejes… Te alejas, ¿de acuerdo?
—De acuerdo, yo solo quería ayudar.
—Y yo solo quiero mantenerte a salvo —respondí mirándola fijamente, ella me sostuvo la mirada y luego dejó escapar una ligera sonrisa, y la visión de sus labios me nubló la mente por un instante.
—Vale, me alejaré… lo prometo. —Asentí al oirla y me alejé en silencio.
Regresé a mi puesto obligándome a mí mismo a no pensar en sus labios y en lo mucho, casi desesperadamente, que me gustaría besarlos… Necesitaba concentrarme.
Bárbara se alejó como le dije y Allie venía de regreso hacia la barra, miré a Manuel que me dio un asentimiento en señal de estar atento y finalmente miré al hombre de la mesa siete, lucía disgustado pero se mantenía sereno, todo parecía estar tranquilo, pero yo bien sabía que se podía pasar de la calma al caos en tan solo un segundo… Y eso fue justo lo que ocurrió.