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Coctel De Ilusiones

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Blurb

En el pasado, Bastian Hoffman se sentía un dios, no había nada que no pudiera conseguir y no había mujer que no cayera rendida a sus pies; pero un trágico accidente que lo llevó al borde de la muerte, destruyó su vida en un segundo, dejándole nada más que cicatrices y dolor.

Bárbara Badstuber es una princesa, la musa de cualquier artista, su belleza y perfección parecen no tener comparación en este mundo, pero nadie a su alrededor ve más allá de eso... Una cara bonita.

Son agua y aceite, una bella y una bestia, están destinados a no ser, por eso él luchará para controlar la magnética atracción que siente por ella, pero nada podrá hacer ante la aplanadora voluntad de su amada, determinada a estar a su lado.

El amor que comparten demostrará que son más que lo que ven en el espejo, y les devolverá la confianza en sí mismos que perdieron un día.

.

Segunda novela de la serie “Amores Bávaros”

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~* Prefacio *~
Abrí los ojos lentamente, dejando que se adaptaran a la claridad luego de haber estado a oscuras por tanto tiempo. El lugar olía a antisépticos y el color blanco parecía cubrir todo lo que había a mi alrededor. Sábanas, persianas, mueblería, incluso las paredes, todo era forzadamente pacífico... Una mala señal. Intentaba poner mis pensamientos y recuerdos en orden, pero un pitido bajo e insesante a mi izquierda amenazaba con hacerme explotar la cabeza, giré para ver la fuente de mi irritación y me tomó cinco segundos comprender que se trataba de un monitor cardíaco... Estaba en un maldito hospital. Pero hubo algo que me confirmó con mucha más certeza ese pensamiento... El dolor. Haber girado la cabeza hacia un lado detonó un choque de dolor desde mi cuello hasta mis rodillas dejándome paralizado por unos segundos. Mis ojos se abrieron por completo y un grito ahogado escapó de mi garganta mientras sentía que mis huesos se romperían de un momento a otro. —Bastian, querido... No. —El sollozo de mamá llegó a mis oídos antes que mis ojos nublados por las lágrimas lograran captar su imagen. Sentí sus manos sobre mi brazo, pero estas no eran suaves y cálidas como yo las recordaba, ahora se sentían como brasas ardientes, toda mi piel parecía estar ardiendo en llamas mientras yo no dejaba de gritar. El pitido del monitor se hizo más intenso, podía oir cómo aumentaba su velocidad al mismo tiempo que yo empezaba a sacudirme sin control. —¡Necesito una enfermera! —Los gritos de mamá se mezclaban con los míos y su imagen se fue desvaneciendo mientras yo me perdía poco a poco en la inconsciencia una vez más. La claridad de antes se fue oscureciendo, pero antes de irme por completo, logré ver manchas verdes moviéndose hacia mí... Luego todo se desvaneció. —Se va a desmayar de dolor. —Fue lo último que escuché antes que las punzadas de ardor se intensificaran desde mis brazos, y pidiera con mis últimas fuerzas, la muerte que me liberara de ese sufrimiento. *** Sobreviví... Por desgracia. Desperté al día siguiente, igual de desorientado y adolorido, y gracias a la enfermera supe que aquello me había pasado en dos oportunidades, por lo visto cada que quería despertar... el dolor me hundía nuevamente en la oscuridad. Me encontraba en el Hospital Universitario de Bonn, conectado a un sinfín de máquinas, con la piel ardiendo como el infierno y el rostro vendado. Era muy poco lo que recordaba, pero ya me habían explicado todo lo del accidente y cómo quedé inconsciente; por lo que entendí, papá había exigido un informe a la base y estos se la habían dado. Oí atentamente el recuento de los sucesos, y a criterio de todos debía estar agradecido de seguir con vida... Mis otros tres compañeros del escuadrón no tuvieron la misma suerte, pero yo tenía mis dudas. Bajo ese insoportable dolor físico al que me encontraba sometido, la incertidumbre crecía en mi interior; no podía moverme libremente, y era muy consciente de la rigidez en mi espalda; sin mencionar que esa gasa cubriéndome la mitad del rostro estaba empezando a oler a tragedia, algo me decía que todo era mucho peor de lo que mamá quería decirme. —¿No voy a poder moverme? —le pregunté de pronto, mientras repasaba una a una todas las malas situaciones que se me iban ocurriendo. —Claro que podrás hacerlo, querido. Bueno, yo... —empezó a titubear, encendiendo mis alarmas— No estoy segura, no han mencionado nada de eso. Ellos... —La puerta se abrió y un anciano moreno y sin cabello entró en la habitación. —¡Qué bueno verte despierto, muchacho! No sabes todo lo que luchamos para mantenerte con nosotros —dijo el doctor mientras empezaba a colocar unas radiografías sobre la pantalla luminosa en la pared. —Y jamás podré agradecerle lo suficiente, doctor —sollozó mamá, sonándose la nariz con un pañuelo. —Hubiese hecho mucho más de ser necesario, Bastian es un muchacho con una larga vida por disfrutar aún. —Sonrió—. Y gracias al trabajo de nuestro equipo podrá ser una vida dinámica. —Pero... —agregué al ver cómo su hablar se iba haciendo más bajo y lento. El hombre me miró con pesar antes de suspirar y señalar la imagen de mi columna en la pantalla. Yo no era ningún experto, pero no había que serlo... Aquello era una mi*rda, y sabía que no vendrían noticias buenas, solo que nunca me imaginé que fuesen tan malas. —Bueno... Bastian; para comenzar, tienes una fisura longitudinal bastante delicada en la diáfisis femoral, que si no corregimos ahora, puede llegar a ser grave... La operación se planea hacer el viernes. —Miré mi pierna inmovilizada y entendí por qué sentía como si me presionarían bajo una aplanadora. —¿Viernes? —Arrugué la nariz, ignorando la punzada de dolor— ¿Por qué esperar tanto? —Porque tu columna me preocupa mucho más —anunció y aquella frase me erizó la piel—. Sufriste fracturas de compresión en tres vértebras, y eso disminuye drásticamente tu capacidad de alzar peso, y reducirá en un veinte por ciento tu habilidad motora, al menos durante un tiempo... Es algo que podemos ir trabajando con el pasar de las semanas. —¿Podré seguir en el ejército? —pregunté en tono grave, cada uno de sus diagnóstico me sonaba igual que el anterior... Una maldita sentencia. —La verdad es que no creo que sea prudente, tan solo el peso del equipamiento te haría daño, pero yo solo te pongo al tanto de tu situación... Lo demás es decisión tuya, muchacho. —El tono condescendiente que usó solo sirvió para incrementar mi furia. Formar parte del ejército había sido mi sueño desde la infancia, me había preparado toda la vida para ello y ahora él me decía que no iba a ser posible; pero entonces, la punzada de dolor que sentí cuando tuve el reflejo de voltearme en la cama me demostró que el doctor no era culpable de nada, estar ahí postrado en esa cama no era culpa suya, y parecía tener toda la razón. —Calma, cariño. —Mamá se acercó y acarició mi frente con ternura—. De eso nos preocuparemos llegado el momento, por ahora lo importante es que salgas bien de aquí. Apreté los labios, tratando de contener todas las emociones que me dominaban en ese momento y solo asentí, tan débilmente que me pregunté si alguien lo habría notado. —De acuerdo, doctor; continúe. —Podía notar que ella estaba ansiosa, por lo visto tan preocupada como yo... Aunque quizás por motivos diferentes. —Bueno, lo otro es que... Ya es hora de quitarte el vendaje, es necesario que las heridas sanen en libertad. —¿Cuáles? —preguntó mamá ansiosa. —Todas. Algo en el tono del doctor me inquietaba, principalmente porque tenía vendas cubriéndome todo el torso y parte del rostro. —¿Qué tan grave es? —hablé en tono firme y sin rodeos, esperando una respuesta similar. —Grave ya no es, saliste de peligro de infecciones y la piel m*erta ha sido retirada, ya con eso no debe haber problemas más que cuidar los puntos. —¿Pero...? —Pero tememos que sí sea un golpe emocional fuerte —respondió con cautela. —Háganlo. —Cariño, ¿por qué mejor no...? —¡Quiero que me quiten el vendaje! —exigí. —Llamaré a la enfermera —susurró mamá con voz temblorosa. *** Diez minutos después la enfermera alzaba un espejo frente a mí y esto terminó de derrumbar mi mundo, ese que había empezado a sacudirse desde que aquel maldito motor explotó. Miré mi reflejo y vi con horror la maraña de bultos enrojecidos que cubrían mi pecho y mi abdomen, las heridas aún eran muy recientes, pero saber que con el tiempo se aplacarían no hacía menos impactante observar mi cuerpo lleno de suturas n*gras, no podía contar cuántos puntos habían sido necesarios para que mi cuerpo pudiera volver a tener una forma humana. Pero nada de eso se comparó con la desolación que sentí al ver mi rostro y comprender que nunca más volvería a ser el mismo. Todo el lado derecho: mejilla, pómulo y cien, hasta el nacimiento de mi cabello, era atravesado por una gruesa línea hinchada y llena de puntos que me estaban transformando desde ese momento en alguien completamente diferente. Comprendí mientras veía mi piel deformada por la hinchazón, y sentía las dolorosas punzadas al moverme... que jamás volvería a ser el mismo de antes.

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