—LUCERO— —¡Rhiannon!—gritaron en mi dirección, por alguna razón yo respondí. Miré mis manos, eran morenas y mi cabello trenzado me llegaba hasta las nalgas. Levanté la mirada hacia la mujer que me llamaba, estaba como en una especie de aldea, solo mujeres, había una fogata, caía la noche y yo escuchaba el sonido del agua. Mis pies siguieron moviéndose hasta estar frente a la mujer de pelo totalmente blanco, tan brillante que se convertía en plateado, tenía unos rizos muy llamativos y su rostro parecía el de un ángel, mirada suave, delgada, pero de brazos fuertes, largas piernas y una presencia abrumadora a pesar de que podría confundirse con su aspecto frágil. Mi rodilla tocó el suelo y la mano de aquella mujer impactó en mi cara, haciéndome dar varias vueltas, una piedra me detuvo. No