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La pareja del Alfa y el Vampiro

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Cuando el Alfa la marca, Lucero no pensó que su vida iba a cambiar para siempre o que dentro de ella estaba dormida una de las lobas más poderosas y peligrosas que jamás había existido: Jara, la gran loba negra.

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La elegida
—LUCERO— Mi mente estaba un poco dispersa, había venido con mis amigas al bar del pueblo, uno de los pocos que habían, el de mejor ambiente, por lo que había mucha gente, borrachos, olor a humo haciendo que me apeteciera retomar el cigarro, después de un mes sin fumar ni un solo, las maldiciones que decían al partido de fútbol que había en la tele y una que otra pequeña discusión por las esquinas, mientras Sammy y Ema bailaban. Sentí un sobresalto cuando la puerta del bar se abrió. ¿Cómo fui capaz de escucharla con todo este ruido? La música y las palabras elevadas, mas el partido de fútbol. Aquella dirección atraía a mi rostro, hasta que mi mirada fue directo allá. En la puerta había un hombre con unos vaqueros desgastados, una chaqueta de cuero negra y unos guantes que parecían del mismo material, sacó de su bolsillo trasero una caja de cigarros y del bolsillo de la chaqueta sacó el encendedor. Cuando lo encendió, sentí como mi cuerpo comenzó a arder también junto con aquel cigarro, tomé mi vaso de cerveza y sin apartar la mirada del desconocido me lo tomé completo, repentinamente me había entrado sed y calor, mucho calor. Lamí mis labios de la espuma que quedó en ellos y luego me puse de pie. ¿Qué diablos hacía? ¿Por qué me dirigiría hacia allí? Aquel hombre levantó la vista al ver que me acercaba, echó el humo hacia un lado para que no me diera en el rostro y luego tiró el cigarro al suelo, pisándolo con sus botas marrones. —Lo estás dejando, nena. Es una buena iniciativa. Pero mis labios todavía sabrán a tabaco por un buen rato, ¿no te importa?—me preguntó aquella voz ronca y áspera. ¿Por qué coño sus manos estaban en mi cintura, mis labios entreabiertos y mirando a los suyos mientras mi mano derecha tocaba su pecho? —¿Quién eres?—pregunté algo sofocada y abrumada, obviamente no estaba pensando bien porque ni siquiera conocía a este hombre y ya estaba entre sus brazos. ¿Habrá sido cosa de la cerveza que me acababa de tomar? Quizás tenía algo y yo no me di cuenta, porque no podía darle otra explicación a mi comportamiento. Me quedé observando su rostro, podría tener unos treinta y tantos, más largos que cortos, olía a madera y obviamente a humo, pero también olía a algo fresco y agradable, algo que me gustaba mucho y no sabía qué era. Me resultaba muy varonil y me parecía que destilaba algo que me traía hipnotizada, como si mis deseos fueran los suyos, como si mi voluntad estuviera sujeta a la de él. Sentía mi boca secarse y todo lo que quería hacer era besarlo, besarlo hasta ya no poder respirar; sentía un fuerte cosquilleo en mis piernas mientras mi estómago tenía un nudo y todo mi cuerpo lo recorría el deseo. Deseo de él. Sus manos se sentían firmes en mis caderas y sus ojos verdes calentaban cada parte de mi que observaban, casi sentía como me desnudaba con la mirada o eso era lo que yo deseaba. Me sentía tan caliente que moría de ganas por pedirle que me follara. ¿Pero qué diablos significaba todo esto? Deslicé mis mano por sus hombros y tomé su olor para mi, un olor embriagante, que me llenaba y casi enloquecía. —¡Lucero!—gritó Ema, haciéndome despertar. Me vi en brazos de este hombre y retrocedí hasta chocar con una mesa. Era como si apenas estaba siendo consciente de que estaba en brazos de un desconocido, pero ese tiempo pasó tan rápido, que ahora parecía que ni me había percatado. —¡Fíjate donde caminas, perra!—me gritó un hombre al derramar su cerveza, me di la vuelta nerviosa y le pedí disculpas. Ema me llevó por el brazo de regreso a nuestra mesa. —¿Estás borracha? ¿Conoces a ese hombre?—preguntó angustiada. —¿Qué? ¿Qué hombre?—dije al sacudir mi cabeza y mirar a los alrededores. —Al que estabas a punto de besar junto a la puerta.—miramos hacia la puerta pero ya allí no había nadie.—Había un hombre allí y tú estabas muy acaramelada con él, ¿lo conoces? —Todo es muy confuso, creo que estoy borracha, esa es la única explicación.—intenté recordar su rostro y había desaparecido completamente de mi mente, como si no hubiera pasado pero Ema lo vio, estaba allí, yo fui hacia él, fue real, todavía sentía la sensación de mi mano en su pecho y el olor que desprendía, de igual modo como me sentía tan cerca de él, lo que provocaba.—¿Viste su rostro? —¡Claro! Parecía alguna celebridad, excepto por su fea ropa vieja y desgastada. —¡Descríbelo!—exigí con urgencia, pues yo no podía recordarlo. —Este…—se quedó pensativa, mordió su pulgar derecho y al final habló—Creí haberlo visto, pero parece que no, no recuerdo su rostro. Que extraño. Juro que te vi en la entrada muy acaramelada con un hombre, a punto de besarlo. ¿Estaré ebria? Me puse de pie, yendo lentamente a la puerta, pasé junto a la mesa en la que había chocado antes y llegué al punto en el que estaba de pie junto a ese desconocido que de la nada se había esfumado. Allí estaba, el cigarrillo pisado en el suelo. No había sido inventado y Ema y yo no podíamos estar locas. Fue real, muy real. Aunque no recordara su rostro o tuviera alguna explicación para esto que pasó. Solo me quedaba su olor, la sensación en mi mano y una enorme duda sobre lo que había pasado. La noche siguió siendo muy extraña, me sentía desubicada, le pedí a Sammy y a Ema que nos marcháramos, ya no tenía ánimos de estar allí. Sammy me dejó frente a la puerta de mi casa y se marcharon cuando yo entré. Encendí las luces y pegué un salto junto con el grito que salió de mis labios cuando vi a aquel hombre sentado en mi sofá. Froté mis ojos, pero aquel olor se fue haciendo más intenso y luego me sentía como hace un rato, liviana, con ganas de todo y sin fuerzas para resistirme a ello. ¿Este hombre era real o no? Se puso de pie y venía hacia mi, miré la puerta, lo lógico era gritar, salir de allí, pedir ayuda, pero mi mano se fue al cerrojo y ya no pude moverme. Lo sentí pegarse a mi espalda y llevar su rostro hasta mi cuello, acercándose a mi cara. Mis labios se abrieron y ahora respiraba por la boca, sintiéndome agitada, muy agitada. Sus grandes manos se apoderaron de mis senos y mi boca soltó un gemido. ¡Un maldito gemido! Ladeé mi cabeza y me sentí como una vil zorra entre las manos de este hombre desconocido. Mi cabeza no parecía coordinar muy bien. —¿Quién…?—quería preguntar su nombre, pero en mi cabeza una voz me gritaba que eso no importaba, mas yo seguía insistente para saber quien era.—¿Quién…—mi lengua se trabó sin dejarme hacer la pregunta completa.—eres? —¿Incluso con esta cercanía piensas resistirte a mi? Eres más fuerte de lo que pensé. ¿Por qué ignoras la voz en tu cabeza? La voz…¿hablaba de esa voz que me decía que no preguntara nada? —Por favor…—intentaba resistirme a estas ganas enormes pero había un fuerte cosquilleo en mi v****a y el placer solo crecía. El deseo. Me sentía bien. Sus manos me giraron, pegando mi espalda a la puerta. —Tú eres mi pareja, la Luna te ha elegido para mí. Serás incapaz de resistirte a mi cada vez que yo quiera poseerte. No podrás estar con otro hombre y será casi imposible que alguno se acerque a ti.—pegó su rostro al mio y bajó por mi cuello, sentía su lengua en mi piel, era muy larga y caliente, subió humedeciéndose hasta mi oreja. Me sujeté a él y apreté mis piernas, mis manos se aferraron a esa chaqueta de cuero cuando unos dientes se incrustaron en mi cuello. ¡Me estaba mordiendo! Todas mis fuerzas huyeron de mi y mis ojos se cerraron, sintiendo como me abrazaba un sueño profundo. «Ahora eres la pareja del alfa, Lucero.» fue lo último que me dijo esa voz en mi cabeza. ¿La pareja del alfa?

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