—LUCERO—
Mientras paseábamos por el bosque, había una presión extraña que me atraía, la había sentido antes, pero no tan directa. Le iba indicando a Brais por donde ir, justo hacia donde eso o lo que fuera que llamaba mi atención, parecido al olor de Brais, solo que no era un olor, sin embargo, hacia mí tenía casi el mismo efecto, era como un imán y yo tenía que ir.
“¿Conoces hacia donde quieres ir?”
—No, solo quiero ir en esa dirección.
El bosque, todo ese silencio, estar sobre un animal tan grande y feroz, pasear sobre él, hacía que todos mis sentidos se agudizaran, yo me creía un animal también, perteneciente aquí, quizás solo era el efecto de estar sobre mi compañero por primera vez.
Seguí guiando a Brais, hasta que llegamos al lugar que yo creía que era el lugar.
Seguro que era aquí.
—¿Conoces todo el bosque?
“Cada parte de él, al menos de nuestro territorio.”
—¿Qué hay del lugar donde vivo?
“Tiene frontera con nosotros, pero no pertenece a nadie, solo es un bosque, es pequeño.
—Cierto, es pequeño. ¿Hay alguna otra manada vecina?
“Hay dos mas, a unos trescientos kilómetros de aquí, más adelante de nuestra frontera, pero pertenecen a la nuestra, hace poco. Son muy pacíficos y más modernos”
—Entiendo.
“Cerca de aquí fue donde te vi en el bosque,—comenzó a caminar y corrió solo un poco—en este árbol. Fue donde apareciste, ¿lo recuerdas?”
—Si, no olvidaría a la bestia enorme que me esperaba debajo para sostenerme.
“Mas al norte, no muy lejos de aquí, fue donde te proyectaste la última vez, cuando huiste de Arti.”
—Cuando sentí que me sacaba de mi cuerpo, como si lo perdiera, como si otra persona fuera a tomar el control. Me asusté y no sé ni cómo huí.
“Siempre apareces en un rango limitado, Lucero, según las pocas veces que lo has hecho. No lo has vuelto hacer. Para ser humana, y no solo eso, todavía teniendo acceso a mi fuerza, es muy extraño que logres hacer algo así.”
—Si te soy sincera, la primera vez creí que era un sueño, hasta que vi los rasguños en mi piel al despertar, la sangre en mi cara y mis pies sucios, creí que me estaba volviendo loca.
“Está demás preguntar si has hecho eso antes, sé que no.”
—Quiero bajar, Brais.—su cuerpo se pegó del todo al suelo y yo me deslicé. Me acerqué a él para quitarle algunas ramitas que se sujetaron cuando se agachó.—¿Este bosque siempre fue de ustedes? He tomado tu calzoncillo, puedes volver a la normalidad.
Retrocedí y él también. Sus patas fueron desapareciendo y apareciendo su piel, todo el pelo huía de él y el tamaño iba en disminución, sacudió su cabeza que ya había aparecido, lo siguiente fue su cuerpo, parecía como si su cuerpo votara una especie de vapor muy imperceptible cuando todo terminaba. Era un proceso muy rápido, el cambio era fugaz, si pestañeaba me perdía al menos la mitad de su transformación, quizás solo le llevaba segundos.
—¿Por qué tomaste mi calzoncillo? Yo me siento muy cómodo andando desnudo.
—¡Ni que fueras Tarzan! Alguien podría verte, eres muy llamativo en cualquier forma.
—Aquí no hay nadie, Lucero. Sería mas fácil que prestaran atención a un lobo gigante que a un hombre desnudo.
—¡Créeme, no sé en cuál forma eres mas llamativo!—saqué el calzoncillo de mi bolsillo trasero y se lo arrojé.—Solo póntelo, harás que te tome miedo.
—Querrás decir curiosidad, es lo que sientes. ¿Quieres tocarlo?
—Esto del vinculo en algunos casos será un fastidio, no quiero que sepas todo.
—Solo sé lo que quieres que yo sepa, ¿no ves que no te ando dirigiendo cada cosa?
—Cierto, quizás debería de tener un poco mas de control o mis pensamientos te van a aburrir.
—Me acostumbré muy rápido a ellos, son casi parte de mi.—cuando se hubo puesto el calzoncillo, tapando aquello inquietante que se movía entre sus piernas cada vez que caminaba, fue cuando me relajé.
Terminaría intimidándome.
Tomó mi mano y nos adentramos por una línea espesa de bosques, él caminaba muy rápido, yo intentaba seguirle el paso, no sabía cómo sus pies no se hacían daño entre tantas piedras y cosas en el suelo. Nos detuvimos frente a un estrecho barranco, posiblemente hecho por el paso de algún rio o arroyo, lo cierto es que estaba largo y aunque el ancho era estrecho, era imposible de bajar por la altura o de saltar, por la anchura.
—Es largo, tampoco se puede rodear. ¿A dónde me quieres llevar?
—Es un lugar desde donde veo la luna, está escondido, pero es hermoso, solo para mi, ahora para nosotros.
—No sé cómo podemos cruzar, imagino que lo haces en tu forma lobuna. ¿Te volverás a convertir?—observé a nuestra derecha, el sol se estaba poniendo, pronto caería la noche.
Creo que estábamos en nuestra cita.
—Sube a mi espalda, solo voy a saltar contigo encima.
—Brais…no haré eso, solo si te conviertes.
—Confía, Lucero. ¿Crees que mi cuerpo es como el tuyo? No lo pienses ni por un segundo, de humano solo tenemos el cascarón, somos lobos dentro de un cuerpo.
Solté un suspiro, no queriendo dudar de él o de sus habilidades, pero tenía un poco de miedo, podría creer que él era capaz de saltar y llegar al otro lado, pero no le daba ese mérito conmigo en su espalda.
—Lo siento…tengo miedo de caer.
Tomó mi mano y la dejó sobre su pecho caliente y desnudo del lado de su corazón.
—La confianza es una de las cosas que quiero ganar contigo; si mi pareja no confía en mi es como no tener nada. Por esta vez, solo déjate llevar y confía. Sube a mi espalda, no vamos a caer.
Miré el barrando, no parecía la gran cosa pero la otra orilla se veía lejos para una simple humana como yo, no es que quisiera desconfiar, ¡tenía miedo!
Se colocó de espaldas frente a mi y se agachó un poco.
Coloqué mis manos en sus hombros y tomé impulso en él para subir a su espalda, Brais sujetó mis piernas y fue retrocediendo mucho hasta que el barranco se vio relativamente lejos.
¡Maldición!
“Si logramos cruzar, tendrás que bañarte conmigo en un rio que hay más adelante”
—Brais, eres de lo peor. ¡Está bien!
Comenzó a correr y yo cerré los ojos.
“¡Abre los ojos, Lucero! Será magnífico para ti.”
Le hice caso y justo en ese preciso momento en el que yo los abría, Brais pegaba un tremendo salto.
—¡¡Aaah!!—y yo soltaba un grito al vernos por el aire, tomando impulso hacia el otro lado. Apreté su cuello con fuerza cuando íbamos cayendo y ahora sí cerré los ojos.—¡Demonios! ¡Eso ha sido increíble!
Mi corazón iba con tanta prisa que yo estaba sin aliento.
¡Estábamos del otro lado!
Bajé de su espalda y pegué un salto de la emoción, todo mi cuerpo cosquilleaba y ahora me sentía tonta, por no confiar en que él podría hacerlo.
Corrí hacia él y lo besé.
—Te ha encantado.
—¡¿Dónde está ese rio?!
—Vamos, queda poco.—seguimos caminando, subimos una diminuta colina y justo en ella había una enorme piedra con forma de flecha que se alzaba en la colina, pero estaba hacía como un arco y se podía estar debajo de ella.
Me subí sobre ella y miré hacia abajo, del otro lado de la colina se podía ver el río y muchos lugares. Era un lugar precioso.
—Es hermoso aquí, Brais. ¿Subes a la piedra para ver la luna o lo haces desde debajo de ella.
—Sobre ella, el brillo de ella me baña y eso me gusta, me acuesto sobre la piedra a verla y a aullar. ¿Bajamos al río?
—Si, la verdad es que de tanto caminar ya me ha dado calor.
Fuimos con cuidado y él iba delante, pues ya estaba oscureciendo, se podían ver algunas estrellas mientras la noche se acercaba.
Comencé a desnudarme y él se quedó junto a mi, retrocediendo unos pasos para observarme, ya estaba sin calzoncillo.
—Debes de retirarte la ropa interior o te será incómodo irte con ella mojada.—se cruzó de brazos mientras sonreía de manera lasciva, no disimulaba sus ganas de verme desnuda.—Sin pena, Lucero. ¿Se te olvida que me perteneces? Y yo también a ti. Me gusta que me mires, déjame mirarte.—sin perder tiempo, se colocó detrás de mi y desabrochó el cierre de mi sostén, lo sacó de mis brazos y dejó con el resto de mi ropa, sus ojos observaban mis senos mientras yo sentía el impulso de cubrirlos con mis manos, pero no lo hacía, su mirada me quemaba la piel y allí estaba, aquel olor.
Se agachó frente a mi y deslizó mis bragas por mis piernas, estaba segura de que si yo no levantaba las piernas él solo rompería la tela.
Fue poniéndose de pie mientras sus manos subían por mi cuerpo.
Me deseaba.
Su deseo me golpeaba hasta sentir mi cabeza algo mareada, el olor que emanaba su cuerpo era increíble, casi aguaba mi boca, lo sentía mas intenso que nunca.
Realmente ya estaba mas mojada que fuente debajo de aguacero.
Con una mano toqué su pecho, mis dedos fueron dando toques sobre su piel, me sentía algo tonta por el hecho de que yo también lo deseaba mucho.
Bajé mis manos y tomé su erección. Mis dedos lo envolvían, duro, grande, grueso, increíblemente asombroso a la vista y podría seguir diciendo miles de cosas sobre ese fantástico pene que en definitiva no era normal, ya lo sabía.
Brais era muy varonil y además muy seguro de sí mismo.
Apretó mis manos alrededor de su pene, el caliente se sentía increíble.
Bajó su rostro hasta el mío y comenzó a besarme.
Jamás, nunca en mi vida, había recibido besos como los de Brais, como los que me daba ahora.
Si esta era nuestra conexión, era increíble y me encantaba.
Colocó mis manos en mis hombros y me hizo girar, quedando de espaldas a él.
Sus manos bajaron por mis muslos, dejándome algo tensa, no por él, mas por lo de la última vez.
—Brais…
—No será igual, no te haré daño. Quiero que te dejes llevar, será tan grandioso como te lo estás imaginando. Prometo que vas a disfrutar, solo déjame estimularte. Si te preparo antes, todo será mas fácil. ¿Me permites?—me pedía si podía tocarme, esta vez me estaba pidiendo permiso.
—S-Si. Tócame, Brais.—apartó mi cabello de mi cuello y su mano derecha pasó por mis piernas, yendo entre medio de mis muslos, separando mis piernas. Sus labios húmedos besaban mi cuello y daban suaves mordidas allí, movía sus dedos por mis labios vaginales, la iba recorriendo sin introducirse. Mis ojos cerrados se prestaban al placer, dando la bienvenida a las sensaciones que Brais provocaba, una parte de mi estaba extremadamente loca por él, presa del deseo, pero…sabía que no podía ir a la ligera con su pene por mas húmeda que yo estuviera, eso no serviría de mucho.
Sentía sus dedos ahora en mi interior y mis labios dejaron escapar un grito, mi espalda se arqueó al sentir que él tomaba profundidad.
¡Delicioso!
“¿Cuantos dedos tienes dentro, Brais?”—no era capaz de hablar, solo…gemir por el movimiento de sus dedos y sus penetraciones.
—Solo dos.—su voz ronca rozó mi oído y mi piel se erizó. Se sentía como si fueran tres enormes dedos, pero solo eran dos. Mis caderas se movieron, rozando mi trasero con su pene.
La inquietud de Brais también era la misma mía, pero incluso él, mas que yo, quería esperar a que estuviera lista y pudiéramos tener un encuentro placentero para los dos.
Mis uñas se clavaron en sus muslos cuando sentí que introducía otro, comencé a respirar por mi boca, notando el movimiento de mi pecho.
Ahora tres era algo más serio.
Sus labios me besaban los hombros, aquella lengua tan caliente y muy húmeda subió por mi piel hasta mi oido y volvió a bajar por mi hombro.
“Tienes un apetecible sabor, Lucero.”
El movimiento de sus dedos movía mis caderas y hacía temblar mi trasero, el sudor bajaba por mi espalda debido al caliente de su cuerpo, ladeé mi rostro y nos besábamos mientras el placer me hacía correrme.
Quizás ya me sentía lista o solo era la ansiedad de sentir que Brais me penetrara.
—¿Estás segura que estás lista?
Aunque no lo estuviera y creía estarlo, esta agonía no estaba hecha para mi.
¡Necesitaba su pene en mi v****a!
Mis pasos tembloroso se alejaron de él, yendo en dirección al agua.
Mis dedos sintieron el agua un tanto fría, pero mi cuerpo realmente tenía calor, mucho calor.
Comencé a entrar despacio, sintiendo algunas piedras al principio pero después las demás estaban suaves. El agua ya daba por mis rodillas cuando Brais entró corriendo y se tiró al agua, nadando muy rápido hasta el centro de esta. No parecía tener mucha profundidad, donde él estaba solo cubría hasta un poco mas abajo de sus pechos.
Entré mi cuerpo completo y comencé a nadar hacia él, para llegar antes.
Al acercarme, mis manos buscaron sus hombros y sus manos mis nalgas, mis piernas lo rodearon y el me elevó hasta tenerme sobre su pene que me empujaba con suavidad.
Otra vez sus besos me envolvían, dejando mi cara algo entumecida por la suavidad de sus labios, su lengua…era algo sobrehumano, en definitiva.
Quizás Brais era un poco presumido, pero ya entendía porqué, realmente tenía mucho de qué presumir. Usaba bien sus atributos y era muy obvio que tenía vasta experiencia en el sexo.
Bajó una mano hasta su pene, dejándolo en el lugar exacto para su entrada a mi.
Ahora, como por arte de magia, los nervios me visitaban.
—Solo relájate.—me pedía él, sintiendo mi inquietud.
—Si.—solo que teniéndolo ahora en mi entrada, no era tan fácil.
Busqué sus labios para obtener consuelo mientras él iba entrando, me concentré en su olor, en nuestra conexión y la tranquilidad que él quería transmitirme, ese fue mi refugio mientras Brais entraba en mi interior.
No podía decir que estaba relajada del todo, porque aunque no estaba siendo como la última vez, tenía un poco de miedo de que pasara así, aunque ni de cerca se parecía a aquello.
El placer empezó a llegar junto con la presión, se esforzaba mucho en estar calmado, mis manos se hundían en su cabello y su rostro acariciaba al mio, su nariz me rozaba y dejaba besos por mi mejilla, decía palabras que yo no entendía pero que me calmaban.
Estaba funcionando.
El miedo no estaba y el deseo era muy latente.
Me apoyé en sus hombros y comencé a participar, cerraba mis ojos y me concentraba en mover mis caderas, le daba algo de profundidad y…
Mis movimientos aumentaron, Brais sujetó mis caderas, dejé mi rostro en su hombro y lo mordí, para poder soportar el torrente de placer que me estaba dando, era deliciosamente asfixiante, su olor, sus manos, su pene, sus movimientos, ¡todo! Incluso el agua que mojaba mi piel, era como si cada cosa conspirara para que me sintiera bien.
—¿Te duele?
—Estoy bien. Me gusta, no te preocupes.
—Estás cerrando tu mente, solo déjame entrar. Invítame a pasar, Lucero.
Sus movimientos aumentaron y mi cuerpo se iba sintiendo débil sobre el suyo.
Mi cuerpo subía con cada movimiento de él, sujetándome a los hombros. ¿Era normal sentir que me llagaba al ombligo? Lo bueno era que no dolía, solo…me hacía sentir de una manera que no podía describir, no era capaz de encontrar las palabras y prefería disfrutar que ponerme a buscar una definición para esto que nunca, nunca antes había sentido.
No se cómo podía aguantar la sensación que sentía Brais y también la mía, pero mi cuerpo lo aceptada, recibía todo sintiéndose muy conforme.
La noche nos arropaba mientras la luna creciente se reflejaba en el agua y nos brindaba algo de claridad.
¿Pero cuánto tiempo había pasado desde que estaba sobre él? El cielo estaba lleno de estrellas y parecían al menos las ocho de la noche.
“¿Es posible que te ame?”—la voz de Brais mandó una ola electrizante por toda mi piel, no por sus palabras, sino por las sensaciones que me invadieron junto con su voz, mis ojos se aguaron y no entendía esta reacción mía. Teníamos casi dos meses juntos, pero…esto parecía algo mas eterno, como si no estuviera empezando, como si ya estuviéramos asentados en una relación antigua.
Era como si el sentimiento siempre hubiera existido.
¿También lo amaba?
Comencé a llorar sin explicarme qué me pasaba, sentía demasiadas cosas, me aferré a él sin querer soltarlo, no podía ni imaginarme la idea de alejarme de él o que él se alejara de mi, quería fundirme a su piel para no soltarlo.
¿Cómo esto era posible?
Definitivamente era un mundo mágico muy diferente al mío, pero ya sentía que pertenecía a él. Con esta conexión con Brais no me sentía una extraña.
Era sensacional cuando él provocaba mis orgasmos, pero cuando lo sentí correrse en mi interior, fue como si yo hubiera estado esperando aquello y aún así me tomó por sorpresa.
—¿Y si yo también te amo?
—Entonces yo podría declararme el hombre mas feliz de esta tierra. Si mi alma gemela me ama, ¿qué mas podría pedir? Me siento completo, Lucero.
Me sacó en brazos del agua, tomó mi camiseta y secó todo mi cuerpo, me puso la ropa interior y luego el pantalón. Me dio su calzoncillo y mi blusa para luego alejarse, transformándose.
“La ida será mas rápida”
Me sentía completa junto a Brais y él sentía lo mismo.
Algo había cambiado en mi esta noche, no podía explicar qué cosa, pero era un cambio muy significativo.
Brais se agachó a mi lado y esta vez me costó mas subir, debido a mis piernas débiles y mi cuerpo cansado.
Toqué mi frente cuando estaba sobre él, sentía un caliente extraño y todo de mi estaba débil, como las dos veces que me dio fiebre en mi cama y salí de mi cuerpo o desperté dos días después.
Me abracé a él y mis ojos se fueron cerrando, cerrando, hasta que ya no estaba yo.
Sentía cómo mis huesos se rompían, pero mi consciencia se perdía, alguien mas tomaba el control de mi cuerpo.