—BRAIS—
“Lucero…¿estás bien? ¿Lucero?”
La sentía ausente, como si estuviera durmiendo. Realmente no la sentía.
Me detuve.
Sentí que su cuerpo se resbalaba y me tendí en el suelo para que no cayera de altura.
Debía cambiar mi forma.
Alejándome de ella, hice el cambio.
—Lucero, ¿te dormiste?—faltaba mucho para llegar a casa, apenas si ya habíamos saltado el barranco cuando dejé de sentirla. Creo que se había dormido.
La tomé por el costado para subirla a mi espalda y poder continuar el camino a casa, pero mis manos la soltaron al notar su piel quemar la mía. Ardía de manera exagerada incluso bajo mi tacto. Me arrodillé junto a ella, sosteniendo su cabeza y tocando su rostro, tenía una expresión serena, sus mejillas estaban enrojecidas quizás por la fiebre, pero eso ya no era fiebre, ardía. Podría ser que el cansancio la había dejado inconsciente, pero no me explicaba todo ese calor de su cuerpo.
¿Estaría proyectada en algún lugar? Esperaba que no fuera eso. Las últimas dos veces necesitó ayuda para regresar.
¡Carajo! ¡Hace mucho que ya no hacía eso!
Cerré mis ojos, pero no podía sentirla, nada de ella.
“Lucero, ¿dónde estás? Regresa, Lucero.”
No había respuesta de su parte y yo sentía que le hablaba a la nada, empezaba a preocuparme.
Intenté tomarla otra vez para subirla a mi espalda y seguir el camino, pero ahora su cuerpo comenzó a convulsionar de manera muy violenta, intenté sujetarla para que no se hiciera daño, pero su cuerpo casi peleaba contra mis manos, todo de ella se movía de un lado a otro, arrastrándose por el suelo.
—¡Lucero! ¡Lucero!—me coloqué sobre ella, inmovilizándola con mis piernas y mi peso, sujetando sus brazos para que no se hiciera daño. No era cosa del vínculo, me sentía bien, no hubo rechazo de su parte y aquello fue completamente maravilloso. Era algo mas, este era su cuerpo, era ella, pero a ella no la sentía. Como si estuviera ausente.
El toque seguía quemando mis manos, sus manos intentaban moverse y sus piernas estaban inquietas. De un momento a otro se quedó quieta y entonces abrió los ojos, tan negros como la misma noche que nos rodeaba, expresión seria, quizás malhumorada, me observó sobre ella y soltó una sonrisa espeluznante.
De mi salió un gruñido y salté alejado de ella, caí a gatas, mirando en dirección del cuerpo de Lucero, aquella no era ella.
Todo mi cuerpo se crispaba mientras me ponía de pie.
¡¡¿Quién demonios se había apoderado del cuerpo de Lucero?!!
—He encontrado a uno fuerte.—dijo con voz gélida.—¿Sabes cuánto tiempo estuve dormida hasta que llegaste a mí? Nunca en la historia de mi manada una loba tuvo la necesidad de sentir al macho. Pero esta humana te rechazaba por tu brusquedad. Insolente. Aborrezco esta forma. ¿Qué diablos creíste que ibas a lograr con eso? ¿Pensaste que nos ibas a forzar así sin más?
Se puso de pie de manera rápida, agachó su cuerpo con una rodilla en la tierra y luego saltó en el aire, para aparecer frente a mi en un abrir y cerrar de ojos un lobo n***o.
No.
Una loba.
Su olor me quemaba la nariz, demasiado fuerte.
Retrocedí por instinto, pegándose mi espalda a un árbol.
¿Qué diablos estaba pasando aquí? ¿Quién rayos era y dónde estaba Lucero? Aún no sentía ni una pizca de ella, lo que estaba frente a mi era totalmente desconocido.
¿Debía transformarme o hacerle frente en este estado?
“¡Lucero! ¿Estás ahí?”
“Brais Yeager, trae a tu lobo.—mi espalda se pegó mas al árbol cuando sentí su voz en mi cabeza, sonaba muy diferente a la de Lucero y me erizaba todo, observé su aspecto imponente, queriendo saber una sola cosa, ¿Lucero estaba ahí dentro? Mostró sus colmillos, pero ahora sin amenazas, mis manos se levantaron hacia ella y mis pies avanzaba en dirección a la enorme loba negra frente a mi. Toqué sus orejas y ella ladeó la cabeza, la bajó hasta mi pecho y yo besé su frente, lamió toda mi cara para después hacerme retroceder nuevamente al árbol. No, no era una enemiga o no me dejaría tocarla. Pero, ¿quién era? ¿De dónde salió? ¿Cómo era que de un segundo a otro Lucero se había convertido en eso?—Lucero no saldrá hasta que yo lo decida. Ahora…quiero saber de qué es capaz este alfa y si realmente es digno de que me una a él. Todavía debes de convencerme a mi. No te será fácil.”
¿Tenía que…unirme también a la loba?
Ella se alejó y mi cuerpo cambió, pero yo seguía asombrado con su rápida transformación y por todo lo demás que había pasado.
Lucero no era humana.
Había oculto un lobo en su interior, solo que…era muy obvia la diferencia entre nosotros dos, no porque no era de mi manada, había algo mas y no sentía un vínculo con ella, la loba frente a mi se sentía salvaje, peligrosa y con un instinto animal muy fuerte.
Era tan negra como la noche, su pelaje n***o brillante y sus ojos ámbar parecían brillar cuando en su forma de Lucero eran muy negros, ahora tenían otro color, se echó a correr luego de soltar un aullido.
¡Era rápida!
Pero la alcancé al segundo, me empujó por el costado, haciéndome dar muchas vueltas hasta poder recuperar el equilibrio y correr tras ella. Era fuerte, si había un árbol en su camino, solo lo derribaba, pero los que esquivaba lo hacía con mucha gracia y elegante.
Mi cuerpo se detuvo solo a verla correr, sentía mi corazón emocionado mientras mi instinto animal se avivaba hasta sentirme despierto del todo.
Corrí tras ella, iba de vuelta por el barranco, saltamos a la vez y la colina la subimos corriendo. Se subió en la roca y miró hacia atrás, mostrándome los colmillos y moviendo su cola, saltó desde la piedra hasta el agua, causando un estruendo al sumergirse, hice lo mismo que ella, lleno de energía. Hacía mucho que no me divertía tanto.
Nadamos de un lado a otro durante un largo rato, se sumergía debajo del agua y mordía mi pata, llevándome hasta el fondo, cuando lograba salir entonces yo me subía sobre ella y la hundía hasta que lograba zafarse, mordió mi cola haciéndome soltar un grito, ella reía. Nadé a su lado como quien ya no estaba jugando y luego me subí sobre ella, yendo al fondo juntos.
Así la pasamos hasta volver al sitio donde empezamos.
Ella salió primero y fue a la roca, allí se acostó mirando hacia mi.
Me quedé en el agua un rato mas, sumergido en ella.
Salí, quedándome en la orilla sobre unas rocas pequeñas, me agaché al acecho para conseguirle un pez a la loba detrás de mi. No era Lucero, así que no sabía cómo llamarla.
Cacé un pez con mucha facilidad, aunque este no era muy grande.
Era mi primer regalo hacia ella.
Lo tomé mi boca, llevándolo sobre la colina, dejándolo a su lado.
Cuando vio que le ofrecí el pez, noté un cambio muy significativo hacia mi y su olor me atrajo de manera inmediata. Su hocico empujó el pez para que yo comiera de él, pero yo se lo volví a ofrecer.
Era para ella, movió la cola al tiempo que movía también su cabeza.
Disfrutó del pescado mientas yo la observaba.
Cuando terminó, se colocó junto a mi, acariciando mi costado. Le di un suave empujón con mi cabeza y ella se tiró al suelo, boca arriba, moviéndose de un lado a otra. Me subí sobre ella y comencé a darle suaves mordisco por el cuello, por sus patas, comenzamos a jugar, rodando por la roca con cuidado, ella también me mordía y tiraba de mi cola, soltaba suaves gruñidos cada vez que mordía.
Su olor iba despertando el deseo en mi. Me llamaba y me dejaba a sus pies.
Era fuerte, mi boca babeaba y yo intentaba seducirla, pero era fácil, ya que estaba muy receptiva a mi luego de estas horas juntos.
¿Hace cuánto que no lo hacía en esta forma? Ni siquiera recordaba. Posiblemente fue antes de ser el alfa.
Una parte de mi sentía que traicionaba a Lucero, pero era muy contradictorio, puesto que ella era y no era Lucero.
Solo sé que…se sentía muy bien.
Los minutos pasaban pero para mi todo pasaba muy lento, mi lobo estaba complacido y quería esto quizás mas que yo, aunque yo también lo quería.
Había sido tranquilo, lo luego muy salvaje, tanto que rodábamos de un lado a otro.
Mi parte animal era la que se saciaba con esto, como nunca antes me había pasado.
Nos quedamos recostados en la piedra, era de madrugada y ella tenía su cabeza sobre mi costado.
Había sido un tanto extraño estar con Lucero y luego con ella. Pero a raíz de esto podía sentirla, sentir a esta loba, era como si nuestros corazones ahora fueran al mismo ritmo.
Una unión mas mística que la que hubo con Lucero. Me sentía entrelazado con esta loba que poco hablaba, por no decir que no decía nada.