—ARTI—
Lo esperé en el bosque cuando cayó la noche, Brais ya estaba de regreso por lo que podía abandonar la casa y dejarla a cargo de él, tampoco es que yo fuera niñera de Lucero, mucho menos después de lo que le hizo a Apolo, unirlo a ella no sé ni cómo, parecía que hacía cosas a su antojo y luego no sabía deshacerlo o explicar cómo lo hizo, porque yo aún no sabía cómo es que creó un vínculo con Apolo de la nada, lo bastante fuerte como para que ambos creyeran que ella era su compañera.
Al menos Brais no tomó represalias contra Apolo, pues este nada tenía que ver.
Si no lograba descubrir a Lucero, el caso pasaría al consejo, pronto tenía que ser presentada como la pareja del alfa, pero no la consideraba lista. Si hizo eso con Apolo, me daba miedo lo que pudiera hacer entre tantos lobos. Sin embargo, los Silvery estuvieron en casa casi todo este mes y no pasó nada extraño, mas que sus expresiones preocupadas al escucharla llorar por toda la casa, algunas veces se acostaban bajo su ventana y lloraban con ella, como si clamaran a la luna, incluso Apolo que ya no tenía ningún vínculo con ella hizo aquello.
Brais tenía que reafirmar su poder como el Alfa supremo, pero…no quería equivocarme, ella debía de aumentar su poder, hasta liderar a su lado, era una nueva generación muy fuerte, incluso Lucero lo era, era apta, lo que no me convencía era que no tuviera ninguna relación con los lobos. Tenía miedo que la fueran a rechazar porque era una simple humana que solo hacía uso del poder de su alfa, pero ella no era una simple humana.
Fue quien llamó mi atención, ella misma me avisó que allí estaba, a esperas de Brais.
¡Maldición! ¡No tenía tiempo para pensar en los problemas ahora!
No cuando escuché el gruñido de Apolo detrás de mi. Corrí hacia él con mi mochila en la espalda y subí a su lomo después de acariciarlo. Me sujeté con fuerzas a su pelaje, él corría, con cuidado, de prisa pero con cautela.
La noche era oscura, ideal para los dos.
Después de unos veinte minutos llegamos a un claro, allí él se detuvo y se agachó para que yo bajara, como si eso fuera necesario.
Solía ser muy cuidadoso.
Aunque yo no era su compañera predestinada, amaba a este hombre.
Me senté para observar cómo volvía a su forma humana, caminó hacia mi con lentitud y luego se agachó a mi lado.
Nunca iba a entender como es que los lobos después de la transformación caminaban de forma tan elegante y segura, ¿será que se les olvidaba que estaban desnudos? Incluso las mujeres, yo tomaba eso como un superpoder extra que les fue concedido, el don de la elegancia, el buen andar.
¡Magnífico!
—Te ayudo.—sacó de la mochila la manta y la tendió en el suelo.
Yo le agradaba a su lobo, a pesar de no ser su mate y eso provocaba que algunas veces Apolo se saliera de control pero solo durante el sexo, luego siempre era alguien muy centrado, confiado y calmado.
El problema era que…algunas veces yo terminaba con uno que otros huesos rotos.
La última vez fue una costilla, todavía él maldecía y se culpaba por ello, no era su culpa.
La noche lo volvía salvaje y yo aceptaba al animal.
Rasgó mi ropa cuando se acercó a mi, tomó mi cuerpo por mi costado y me acostó con cuidado sobre la manta, acomodando mi cabeza sobre la mochila.
Mis labios ardían por la fuerza con la que Apolo me besaba.
—Y pensar que me olvidé de ti cuando se creó el vinculo con Lucero.—incluso llegó a llamarme bruja, logrando herirme. La cordura no me dejó actuar mal en contra de Lucero, además de que Brais podría matarme si le hacía algo, pero me hervía la sangre cada que veía la cercanía con ella y contrario a Brais, yo no podía huir.
Rompí el maldito vínculo.
Si eso fue solo con alguien que no era su compañera, me estremecía dolorosamente pensar qué sería cuando él la encontrara.
Yo incluso había pensado en matarla cuando eso sucediera, pero aquello no me aseguraba que Apolo saldría ileso.
Si los brujos y brujas tuviéramos parejas predestinadas, definitivamente Apolo sería el mío.
Amaba a este niño en cuerpo y alma.
—Y pensar que casi te convierto en una rana.—y no era broma, odiaba verlo girar alrededor de ella y amaba mi cordura que no me dejaba cometer locuras. Solo hubiera sido temporal y algo tentativo.
Empujé su cabeza hacia abajo cuando él soltó mis labios, soltaba gruñidos por lo bajo.
Había algo con lo que Apolo y yo teníamos diferencias, peleábamos por el control, ninguno cedía, pero en el sexo…era una pelea mas constante. Admitía que por eso mi cuerpo solía salir herido.
Separó mis piernas y su lengua extremadamente caliente y húmeda me rozaba, como si lamiera un helado, me apoyé en mis brazos para verlo pero él solo empujó mi cuerpo, devolviéndome a la manta. Tenía una lengua larga y muy escurridiza que lamía hasta donde no debía.
Me dio la vuelta, dejando su cabeza debajo de mi.
La brisa fresca rozaba mis pezones, húmedos por la boca de Apolo, donde antes estaban metidos. Bajé mis manos hasta su cabeza, aparté su cabello de su frente y me sujeté a ellos, meciendo mis caderas sobre su boca.
Sentí que ya estaba llegando a ese punto en el que no sabía si moverme rápido o ir lento porque ya estaba allí, así que solo lo dejé ser. Mi cuerpo se torció al sentir aquel subidón.
Caí sobre la manta y Apolo vino a mi, envolvió su cabello en lo alto, sin dejar la cola fuera, se acostó a mi lado mientras su mano bajaba por mi vientre.
—Tengo que prepararte.
Si, yo ya había dado por hecho que eso era cosa de lobos, tenían un fuerte tronco que no creo que fuera apto para cualquier v****a, o quizás realmente solo para las lobas, al menos a mi me costaba a la primera que se fuera adaptando, luego ya la fiesta empezaba. Solía empezar por dos dedos y luego subía a tres, tal como estaba haciendo ahora. Pero sus dedos también eran grandes y mis gemidos se alzaban junto con mis caderas.
—E-Es-toy lista.—dije temblando, sujetando su mano entre mis piernas, queriendo que ya me penetrara pero sin querer que sacara sus dedos.
—¿Segura?—se movió dentro de mi, mis labios temblaron y soltaron sus dedos.
¡Que hiciera cuanto quisiera!
Llevé mi cuerpo hacia atrás, sin mostrar resistencia.
Al final había apretado con mis muslos muchísimo su mano mientras me corría, eso era lo que él buscaba.
Ahora sí, estaba lista.
Me mostró sus dedos húmedos y luego se los introdujo en la boca, ¿tenía que ser tan perverso?
Mostró sus colmillos, pero luego respiró profundo, controlando a su animal.
La calma no era su fuerte, no aquí.
Lo sentí invadirme, controlando su fuerza contenida para luego solo soltarla en mi interior, con la primera estocada elevó mi cuerpo, intenté sostenerme a sus hombros pero solo caí de regreso en la manta, a la segunda si logré sujetarme, se hizo con mis caderas, lo cual le aseguró mas profundidad.
—¡Apolo! ¡Apolo! ¡Aaah!—parecía que me dividía en dos, pero el placer llegaba primero y lo demás solo no importaba. Tiró de mi cabello con mucha fuerza, por lo que yo me vi en la obligación de hacer lo mismo con el suyo, eso solo lo volvió mas salvaje. Se puso de pie conmigo encima y caminó hasta un árbol, sus manos me bajaron y me colocó de espaldas a él, yo me apoyaba en el árbol, sujetó mi cintura con una mano y la otra la apoyó también en el árbol, escuché como este crujía bajo su mano, mi cuerpo se pegó al árbol y él lo despegó otra vez y así estábamos con cada estocada que recibía de mi salvaje descontrolado, mi cuerpo húmedo resbalaba entre sus manos, las piernas me temblaban y creo que ya los animales que dormían aquí conocían mi voz que se extendía alrededor de nosotros en cada gemido sonoro que Apolo sacaba de mis labios. Comenzó a besar mi cuello, su cuerpo estaba demasiado caliente, hacía sudar al mío, su respiración era muy sonora, se estaba descontrolando, sus manos me sujetaban con excesiva fuerza.
—A-Apolo.—dije sin aliento.
—Lo siento.—se apartó de mi y recuperaba la respiración, esto cada vez era más frecuente en él.—Lo siento, Artemisa. ¿Te lastimé?
—No, no. Te detuviste a tiempo.—caminó hacia mi, revisó mi cuerpo y luego tomó mi rostro.—De verdad, estoy bien. Te detuviste a tiempo.
—¡Cómo quisiera saber que piensas! ¡Poder leerte y estar conectado contigo!—dijo desesperado.
—Pero no lo estamos, hay que conformarnos con lo que tenemos, Apolo. Porque al menos nos tenemos.
—Lo siento.—soltó mi rostro y comenzó a alejarse. Yo también deseaba ser suficiente para él, poder calmarlo cuando ocurriera, poder consolarlo y comprenderlo a la medida, pero no era posible, yo no era su mate.
—No te vayas.—le pedí.
—No me iré. Ven, recuéstate a mi lado.
Acorté la distancia y me uní a él en la manta.
Había pasado un tiempo y eso no era bueno, él se desacostumbraba a mi y luego me consideraba muy frágil como para consolarlo.
Si tuviera la oportunidad de ser otra persona, definitivamente desearía ser lo que él necesitaba, antes de que llegara esa persona que me lo arrancaría de mis brazos.
Cerré mis ojos, mi rostro contra su pecho y su mano acariciando mi espalda, no hacía falta cubrir mi cuerpo de la brisa fresca, su cuerpo me mantenía muy cálida.
El cansancio y el agotamiento mental me fue hundiendo en un sueño muy profundo, abrazada a Apolo.
«El fuego me rodeaba mientras el calor intentaba sofocarme, intentaba usar mis manos para invocar algo de viento y lograr apagarlo, pero no podía, era como si estuvieran atadas, en mi cuello sentí un collar extraño que me pesaba, no era mío. Empecé a gritar, sabiendo que de no salir de aquí, mi cuerpo ardería en estas fuertes llamas.
Miré a mi alrededor, prestando atención a los detalles del sueño, habían cadáveres a mi pies.
Eran…los del consejo. Toda mi piel se estremeció y las lágrimas me saltaron, había crecido con esta gente, fueron quienes me acogieron cuando no había nadie mas.
Escuchaba gritos, personas correr de un lado a otro, yo solo estaba atrapada en el fuego sin saber qué pasaba realmente fuera.
Hasta que…
Era Brais.
Aquel lobo enorme que arrasaba todo a su paso, era Brais. ¿Había matado al consejo? ¿Dónde estaban los demás? ¿Dónde estaba Apolo?
Gritaba, solo que ahora mi voz no salía, mi piel sudaba por el fuego cada vez mas cerca de mi, ya consumía los cuerpos que estaban en los alrededores y las llamas venían a por mi, para devorarme.
—¡Brais! ¡Brais!—aunque no escuchaba mi voz, él pareció oírme.
Se acercó impotente como siempre y rodeó el fuego, no sé si intentaría sacarme o matarme, puesto que sus afilados colmillos apuntaban hacia mi y viéndolo de cerca, no parecía el Brais de siempre. Se veía mas peligroso, algo rabioso, quizás un poco loco, desquiciado, como alguien que había perdido algo importante. Pero no parecía estar buscándolo, mas bien vengándolo.
Algo o alguien pasó detrás de él, se dio la vuelta y cuando volvió a girar hacia mi, entre su boca tenía el cadáver de Apolo.
Caí de rodillas y él lo arrojó a mi.
Lo había matado, estaba lleno de sangre y sin vida.
Tomé su rostro entre mis manos, el dolor me cegaba, intenté usar mi magia con su cuerpo pero nada parecía funcionar, quería…usar el hechizo prohibido para darle la mitad de mi vida, pero mis manos no hacían nada y si mi voz no se escuchaba, no podía realizar ningún hechizo.
El fuego quemó mis pies y yo me abracé a Apolo, su cuerpo tenía signo de lucha, había peleado, y si fue contra Brais, nunca tuvo oportunidad.
Una parte de mi había muerto en ese momento y el fuego parecía no poder herirme mas, las llamas comenzaron a arroparme y entre ellas pude ver cuando Brais quitaba su transformación.
Sonreía al verme sufrir, miraba muy atentamente mientras mi cuerpo era consumido y fundido por el fuego junto a Apolo.»
—¡Artemisa! ¡Despierta! ¡Despierta! Estoy aquí.
—¡Apolo! ¡Por favor, Apolo! ¡No mueras! ¡Apolo! Te amo, no me dejes. ¡Apolo!
—¡Estoy aquí!—una mano impactó en mi cara, haciéndome salir del sueño, de la pesadilla.
—¡Apolo!—me abracé a él aún sintiendo las llamas devorar mi piel, pero el dolor de perderlo era mas fuerte, ahora que lo tenía en frente, con vida, solo podía abrazarlo, aferrarme a él.
—Tranquila, solo ha sido un mal sueño. Solo un sueño.
—Nunca es solo un sueño, te perdía, el dolor era real, ya no estabas aquí.
—Pero sí estoy aquí, solo ha sido un sueño.—llevó mi cuerpo de regreso a la manta y sus manos secaban el sudor de mi cara.—Yo también te amo.—me dijo después de besar mi mejilla.—Si no quieres volver a dormir, solo demos un paseo. ¿Quieres?
—Eso será mejor que cerrar los ojos.
Sujetó la mochila, recogió la manta y me envolvió en ella, no sería un paseo a pie. Se alejó unos metros y el lobo vino hacia mi. Acaricié su cuello y lo besé, hundiendo mi cabeza en él
Tenía que realizar un fuerte hechizo de protección sobre Apolo, porque no estaba dispuesta a perderlo, y pasar otra vez por ese dolor, esa sensación.
Subí a él cuando se agachó y su andar era lento, pausado, mi cuerpo estaba recostado sobre él sintiendo su respiración, mirando a nuestra alrededor.
Ya no podría dormir, no con este dolor y este miedo en mi pecho tan real.
¿Qué podría hacer que Brais se volviera loco a ese extremo y acabara con todos?
¡¿Qué?!