—BRAIS—
Nada había sido mas vergonzoso que sentir en mi interior todo el rechazo de Lucero. Era mi pareja, se supone que ella tenía que ser mi otra mitad, no solo porque me lo dijo Artemisa, yo lo supe desde aquella noche que nos miramos en aquel bar, sin embargo…se había atrevido incluso a conseguirse a un guardián y lo que era más vergonzoso, a querer protegerse de mi. Nuestro vínculo no es que haya tenido nada de especial, a pesar de que trataba de tranquilizarla, ella solo se resistía, como si realmente no quisiera. ¿Cómo es eso tan siquiera posible? Ahora sentía que había abusado de ella y nuestro vínculo ya estaba manchado por ese hecho.
Esta humana era complicada, quería aceptarla en mi vida, pero era muy rara, no comprendía nada y de un segundo a otro quería cambiar las cosas, no adaptarse a las reglas.
Todavía mi cabeza seguía dandole vueltas al hecho de que ella le dio órdenes a Apolo, de protegerla de mi.
Solo era una humana, una simple humana.
Al menos eso quería creer.
El caliente de mi cuerpo no había desaparecido y eso se debía a que ella no tomó participación en el acto, desatando mi ira.
—¿Estás bien?—mi corazón latía muy deprisa con ella al lado, iba en silencio dentro del coche, llegaríamos al menos en viente minutos a mi casa, ella aceptó venir, solo cuando le dije que lo de las proyecciones era peligroso, su cuerpo podía recibir daños severos y ese sangrado nasal no era normal. Además ella solo aparecía donde estaban los lobos, nuestro bosque la llamaba. Si era algo que no controlaba, era peligroso.
Miraba por la ventanilla con expresión preocupada.
Seguía ignorándome.
—Estoy bien, tengo la v****a destroza, pero…parece que voy a sobrevivir otro día mas entre lobos.
—Lo siento.
—Claro que no.
—¿Crees que quise hacerte daño?
—Justo eso.
—¡Te resistías!
—¡Porque no quería!
—¡¿Por qué no ibas a querer?!
—¡¿Por qué querría? ¡Era esa cosa, ese olor! ¡No te conozco! Solo siento ese maldito olor a ti que me llama y no me dejaré hipnotizar otra vez.
—¡Debes dejarte llevar!
—No quiero.
—¿Por qué no? No es peligroso, no te hace daño. ¡¿Cómo puedes pelear contra eso?! ¡¿Con qué fuerzas?!
—Con las tuyas.—dijo en voz baja.—Ahora que llevamos tanto tiempo cerca, me siento poderosa. Y quiero avisarte, si me pones un solo dedo encima, te voy a destrozar.
Lograba sacarme de quicio a una velocidad extrema. ¿Destrozarme? ¡Qué estupidez! Y ¿cómo era eso que ella tomaba mis fuerzas? Yo no me sentía débil, de hecho a su lado me sentía invencible, tenía el volante entre mis manos y por segundos sentía que lo iba a destrozar, tenía que tener precaución o podríamos estamparnos.
—Hay algunas reglas en este mundo, aunque son mas como costumbres, Lucero. Yo solo las sigo, mi instinto me lleva a ellas y como mi compañera, mi pareja que eres…
—¿Qué? ¿Qué se supone que sea eso?
¡¡¿De verdad?!! ¡¡¿Tenía que ser una humana?!!
Esto no era posible, no tenía la paciencia.
Era como tratar con una niña, una niña con rabietas.
—¿Qué sabes de nosotros?
—Nada. Vi a Apolo y a un grupo de lobos en el bosque, lo vi convertirse en humano y otra vez en esa bestia enorme. Después pasó contigo mientras caía, pero es todo lo que sé. Además de la mordida y la supuesta elección que hiciste sobre mi como tu pareja, tu compañera o algo así. Hasta hace poco es que supe que eran reales y todo eso. Mas detalles no tengo. Es un mundo desconocido para mi al que me estás trayendo.
—Dejaré que sea Artemisa quien te explique las cosas básicas. No tengo esa paciencia. ¿Cuántos años tienes?
—Veintisiete. ¿Cuántos tienes tú?
—Treinta y siete.
—Pareces mas joven. ¿Es necesaria tanta barba?
—¿Te molesta?—juro que si dice que le molesta, solo corro a quitármela.
—No lo sé. Solo pregunté. Te ves bien.—dejé salir una sonrisa cuando ella me lo dijo. Quizás sí le gustaba mi barba. A lo mejor en el fondo le gustaba yo, pero esa mujer se veía que era muy obstinada y me iba a dar mucha pelea.
Quizás fuera divertido o…peligroso.
—¿A qué te dedicas?
—Trabajo en una tienda de regalos para campistas.
—Cerca del bosque, ¿no?
—Si, me gusta la naturaleza. ¿A qué te dedicas tú?
—Bueno, llevo una doble vida. Como “animal”, ya que me llamaste así, soy el Alfa de una gran manada que van en ascenso a una gran escala, se supone que me hacía falta mi otra mitad y eso me daría ciertas ventajas y aquí estás. Pero como humano, soy empresario. Llevo una vida “normal”. Mi nombre es Brais Yeager.
—Lucero Méndez.
—Lucero Méndez.
—¿Es normal sentir todas estas cosas? Siento alegrías, dudas, miedos. Algo me dice que no son mis emociones y es muy confuso. Hace que mi pecho burbujee, de alguna forma me siento bien junto a ti, aunque no del todo. Tengo la fuerte sensación de un vínculo entre nosotros. ¿Tenemos algo serio?
—Es algo muy serio, Lucero.
—¿Soy como tu esposa ahora?
—Yo diría que mucho mas que eso. Eres parte de mi y yo soy parte de ti. Quizás mis emociones te perturben por un rato, te irás acostumbrando.
—¿Y esto es en ambas direcciones o solo yo lo siento?
—Siento tu confusión, tu enojo, una pequeña ira que guardas hacia mi, miedo y una sed de aventura. Todo eso que se calienta en tu pecho, también está en el mío.
Y se sentía bien, tener este vínculo con alguien, porque aunque estaba en pleno contacto con mi manada, jamás había tenido algo tan cercano y privado con alguien, me daba mucha alegría, pero también sentía miedo. No quería sentirme vulnerable ante ella y menos expuesto. Ella podría ser indiscreta con todo eso y no estaba dispuesto a parecer débil ante nadie.
Tenía un gran peso sobre mis hombros, mi familia, mi manada, tenían altas expectativas puestas en mi.
No quería compartir ese peso con ella.
—¿Vamos a vivir juntos?
—Sería lo ideal.
—Creo que Apolo tendrá que estar cerca de mi.
—¡¿Qué?! ¿Sigues creyendo que te haré daño?
—No, solo digo que creo que él querrá estar cerca de mi. Hay algo que me inquieta e intenta perturbarme y creo que es él.
¡Maldición!
¡¿Por qué tenía que haber elegido a un guardián?!
—Deshaz lo que sea que le hiciste. Tendrás protección de cualquier modo. No será necesaria justamente la de Apolo.
—No sé cuando lo hice, pero no creo que fue en mi casa, quizás fue en el bosque, cuando lo toqué.
Solté un suspiro sonoro.
Esta mujer hacía cosas de forma muy inconsciente y no había mayor peligro.
¿Qué mas había hecho?
—Apolo va a la misma velocidad que nosotros, si miras hacia tu izquierda, él viene en el bosque. Puedo oírlo. Escucha, Lucero, no hagas lo que sea que haces con Apolo, para empezar no dejaré que otro hombre ande alrededor de ti y además él tiene sus funciones y no son estar alrededor de ti. Esperemos que con Artemisa se aclaren muchas dudas. Ella nos espera en casa.
—¿Pero quien es Artemisa?
—Es una bruja que vive en mi casa.
—Bruja, esto se pone cada vez mas complejo.
Cerró los ojos y se quedó en silencio el resto del camino. Creo que estaba dormida porque mis emociones ya estaban calmadas. Esta sensación se seguía sintiendo muy extraña, pero placentera.
Cuando llegamos a mi casa, Apolo ya estaba esperando en la puerta, vestido pero descalzo, al bajar vi a Artemisa asomada en la ventana.
Ella había abierto los ojos por el movimiento del coche al aparcar.
—Bienvenida, esta también es tu casa.
Llevaba puesta una minifalda jean que se la bajó un poco al salir del coche, una camiseta y una chaqueta por encima, junto con una mochila que había preparado con algunas de sus cosas.
—Es linda tu casa.—caminó hasta donde Apolo.—¿Cómo estás? ¿Sigues herido?—su mano tocó su frente, apartando el cabello de Apolo.—Eres un hombre muy valiente, me gusta eso.
¡¡¿Le gusta qué?!!
Apolo solo me había hecho frente porque su unión de guardián lo obligaba.
—Estoy bien, no estoy herido.—parecía un maldito cachorro.
—Apolo.—levantó su rostro hacia mi y volvió a inclinarlo, alejándose de Lucero. Tomé la mano de ella, le quité la mochila y entramos a la casa. No podía creer la sensación que sentía al tocarla.—Artemisa, estamos aquí.
Bajó corriendo las escaleras y nos alcanzó en la entrada. Se puso en medio de Lucero y yo, logrando que yo la soltara, tomó sus dos manos y se la llevó por las escaleras sin decir palabras. Yo me quedé abajo.
—Brais, lo siento. No sé que es esto, es muy nuevo para mi. Pero tengo la necesidad de estar cerca de ella. No lo comprendo mucho.
—Descuida, haré que Artemisa lo deshaga cuanto antes. Tú intenta resistirte, no dejes que te domine.
—Es muy fuerte, ¿crees que no lo he intentado? Pero es como un imán muy poderoso. Poner resistencia no sé si sea buena idea.
—Tengo una fuerte duda. Si ella te pide que me ataques, ¿lo harías? ¿Cuál orden crees que sería mas poderosa?
Lucero solo era una humana, no podía creer que estuviera manipulando a Apolo, quien era un hombre fuerte, alguien en quien podías confiar a la hora de proteger tu espalda. Me daba curiosidad si él obedecería una orden mía o de ella. Aquí el alfa era yo, Lucero solo entraba en escena como mi pareja, sin embargo, apenas llegaba y estaba haciendo sus propias reglas.
Recibí un pinchazo en mi cabeza que me hizo caer de rodillas, Apolo me sostuvo mientras un dolor cegador me torcía en dos. El grito de Lucero se escuchó en toda la casa, retumbante, profundo, seco. Apolo me dio una mirada y luego subió casi convulsionando por las escaleras, corría hacia Lucero, intentando contener el impulso de transformarse.
Quise ponerme de pie, pero entre el dolor y todas las sensaciones que Lucero me arrojaba, era casi imposible incluso respirar.
Necesité de toda mi concentración mientras ella seguía gritando también en mi cabeza.
“¡¡Brais!! ¡¡Brais!!”—me llamaba fuerte y claro. Sostuve mi cabeza, alejando las voces y logré ponerme de pie. Apolo arriba tenía armado un desastre.
¡Maldición!
¿Qué estaba haciendo Artemisa?
La puerta estaba destrozada y Apolo no podía entrar aún sin haber nada en medio; lo que sea que le estaba haciendo a Lucero, también me afectaba a mi.
Miré hacia el interior, viendo a Lucero tirada en el suelo con las manos hacia abajo y muy quieta como para estar sufriendo algún daño. Arti tenía una mano sobre su cabeza y la otra impedía que Apolo entrara a la habitación, y es que si lo hacía…la iba a matar.
—Artemisa.—dije su nombre con calma y en voz baja.—Suelta a Lucero.
Su mano cayó de la cabeza de ella, pero seguía ejerciendo la presión en Apolo.
—Tranquiliza a tu primo.
“¡Apolo! Calma. Ella está bien.—estaba totalmente bloqueado, la necesidad de protegerla lo cegaba.—¡Apolo! ¡Calma!—no quería hacerle daño pero aquí era una muestra perfecta para ver sobre quien se mantendría su orden. Al final cedió ante la mía.—Tranquilo.”
Cayó de rodillas más relajado, miró hacia su alrededor, observando el destrozo que causó en mi casa.
—No entres, Apolo.—crucé la puerta y me arrodillé ante Lucero. Parecía inconsciente.—¿Qué ha pasado aquí? ¿Qué le hacías?
—N-Nada. Yo solo intenté tocarla, se puso como loca.
—¿Tocarla? ¿Cuál era tu intención al tocarla?
—Des…cubrirla. Pero su mente no me dejó entrar.
—¡Le estaba haciendo daño!—dijo Apolo desde la puerta.
—¿Descubrirla? ¿Solo eso y quedó en ese estado?
—¡Si! Solo quería saber eso que la hace una humana especial, pero la toqué y se volvió loca.
—Lo que sea que le hacías, no lo vuelvas hacer.
—¡¿Cómo quieres que la descubra?!
—¡Pues no lo sé! Pero le haces daño y en el transcurso a mi. No la volverás a tocar.—la tomé en mis brazos y la saqué de su habitación para llevarla a la mía, seguía inconsciente.
—Pero Brais…debo saber qué es.
—Busca otra manera, le haces daño.
—¡¿Y si no hay otra manera?!
—Entonces te quedarás sin saber qué es. Es mi pareja, es todo lo que me importa.
Cerré la puerta de mi habitación, dejando a Apolo y a Artemisa fuera. La dejé sobre la cama y toqué su frente. Ardía, no era cosa mía. Me senté a su lado a observarla y de pronto apareció un rasguño en su mano derecha y otro en su mejilla.
Ella no estaba aquí, estaba proyectada.
—Arti…¡Arti!—le llamé desesperado.—¡Se ha ido!
—¿Pero cuándo?—dijo entrando a la habitación junto con Apolo.
—Las dos veces ha ido al bosque, puede que esté allí. Quizás puedo encontrarla, Brais—dijo Apolo.
—Yo la buscaré.
—¡No, Brais! Mejor quédate con ella, deja que Apolo la busque. No sabes lo que puede pasar con su cuerpo real.
—¡Pero creo que está en peligro! La última vez apareció en la copa de un árbol.
—Si te vas a buscarla y sucede algo aquí con su cuerpo, quizás ni me deje tocarla y pase lo mismo. Mejor quédate. Ordénale a Apolo que vaya a buscarla.
Era lo mas sensato.
—Apolo.—dije resignado y él salió enseguida.
¿Dónde se habría metido esta mujer y por qué seguía saliendo de su cuerpo?