Sacando a la bestia

3426 Words
—LUCERO— Estaba a la espera, Ema venía para casa, no sabía muy bien qué le iba a decir, pero…no le mencionaría nada de lobos ni esas cosas. Comencé a caminar por la casa, a esperas de ella, mi cuerpo empezaba a sentirse caliente, muy caliente. Toqué mi frente y mi mano casi ardía. ¡Tenía fiebre otra vez! Corrí al baño para verme al espejo, por si de manera misteriosa la marca había regresado, ya que cosas extrañas estaban pasando, pero allí no había nada. Ninguna marca. Me senté en la cama, porque la fiebre tan alta me estaba provocando mareos, temblores y mucho dolor de cuerpo. ¿Será que estaba enferma y quizás la fiebre me provocaba alucinaciones? Podría ser eso, algo con mas lógica. Me acurruqué en la cama, cubriendo todo mi cuerpo de pies a cabeza, mis ojos se cerraron, me fui durmiendo hasta que… ¡¡Estaba en la maldita copa de un árbol!! Esto estaba alto, muy alto. Justo me quedaba dormida y pasaba esto, lo que comprobaba que siempre se ha tratado de mis sueños, quizás muy reales y eso hacía que mi cuerpo sufriera las consecuencias o tan solo estaba caminando mientras dormía. Me llegaban puras tonterías a la mente. Una cosa era segura, este no era posible que fuera el bosque que quedaba detrás de mi casa, dado que este era mas espeso, demasiados arboles, estaba más tupido. ¿Cómo iba a bajar de aquí? Moví mis pies un poco y todo me dio vueltas, la altura era demasiado y las ramas raspaban mis manos, como lo intentara solo iba a caer cual fruto maduro. Escuché unas enormes pisabas y miré hacia bajo. “¡¿Pero qué diablos?!”—gritó una voz en mi cabeza que me hizo tambalearme, era demasiado fuerte, sonaba enojada y muy cerca. Mis piernas temblaron cuando me moví por el ruido, escuché un rugido bajo mis pies y miré allí, debajo del árbol. Esto no podría ser un sueño. Un enorme, muy enorme lobo, estaba al pie del árbol, observando en mi dirección, me miraba a mi. Sus ojos color miel eran enormes, muy redondos y llameantes. Ese animal era casi el doble del tamaño del otro lobo que estaba detrás de él. Ambos del mismo color, plateado, pero este tenía cierto brillo que lo diferenciaba del otro, sin mencionar el tamaño. Me sujeté mas al árbol, mirar hacia abajo me estaba dejando mareada. “Lucero, ¿cómo mierdas llegaste allí?”—esa criatura me estaba hablando a mi, definitivamente lo hacía, su voz resonaba en mi cabeza. Si yo le hablaba, ¿me entendería? —¡No sé cómo llegué aquí! Estaba en mi casa y de pronto…solo me dormí, apareciendo en este árbol. “¡Baja ahora mismo, mujer!” —¿Mujer? Me llamaste por mi nombre hace un momento, solo hazlo de nuevo. “¿Estará bromeando?”—giró su cabeza y miró al otro lobo.—“¡Tírate! Terminemos con eso, yo te sostendré. “No creo que ella lo haga, Brais.” Esa voz…era la misma que la del bosque hace unas horas. Era el lobo que se convirtió en hombre, quedando desnudo frente a mi, el mismo que luego sufría. ¿El otro se llamaba Brais? —¡Oye! Te conozco, eres el de antes. ¿Cómo te llamas?—esto era una tontería, preguntarle su nombre a un animal. “Yo…mi señora, mi nombre es Apolo.” —Apolo, ¿eres real? “¡¿Me estás ignorando?!”—nuevamente aquella voz enojada y muy fuerte sonó en mi cabeza, solo que…no fui capaz de resistirla muy bien. Mi nariz comenzó a sangrar, haciendo que me asustara, era mucha sangre, intenté detenerla con mis manos, olvidándome que estaba encima de un árbol muy alto, mi cuerpo cayó hacia atrás, sin darme tiempo ni a gritar, solo sentía el viento en mi cuerpo según caía, una rama golpeó mi pierna derecha, dándome el primer impacto y haciendo que mi cuerpo cambiara de posición, antes iba cayendo de espaldas y ahora lo hacía de frente, no creo que eso fuera mejor. Algo me decía que el impacto estaba cerca y solo apreté mis ojos con fuerzas mientras el dolor de mi pierna me cegaba. Si chocaba contra el suelo, indudablemente iba a morir, ya sea dentro de mi sueño, en esta realidad alterna o donde sea que estuviera mi cuerpo en este momento. Algunas voces sonaron en mi cabeza, pero debido al miedo no les hice caso. Sentí el impacto contra algo que definitivamente no era el suelo. Ese olor… Reconocía ese fuerte olor salvaje. Me obligué a abrir los ojos, estando sobre unos fuertes brazos que me atraparon de la caída. Los toqué con mis manos y mi mente se perdía en este olor, sus brazos estaban muy calientes, sentía un vaivén como si él me meciera, pero creo que solo me sentía embriagada del olor. —Lucero—su voz firme, gruesa y muy directa ya no sonaba en mi cabeza, estaba al lado mío. Giré mi rostro, dando con la expresión fría del hombre que me sostenía. Tenía el cabello castaño largo y suelto sobre sus hombros desnudos, la barba le cubría casi todo el rostro, unos ojos color miel debajo de sus espesas cejas y una mirada demasiado penetrante. Este era Brais, al menos en su forma humana—. ¿Dónde está tu cuerpo? —¿M-Mi qué? Lo estás sosteniendo—respondí. —Solo eres una proyección muy tangible de ti, casi perfecta. Jamás había visto a nadie hacer una. Solo que seguro que recibes los daños en tu cuerpo real, además no lo dominas. Mira que aparecer en la copa de un árbol. ¿Eres… una bruja?—miró hacia arriba, dejando ver una sonrisa muy, muy hermosa. Empezaba a acostumbrarme a su olor y ya no me desorientaba. Este hombre era hermoso, y lo que era mas raro, me sostenía mientras estaba completamente desnudo. —¿Estoy soñando? ¿Por qué crees que soy una bruja? —¿Qué otra criatura sería capaz de hacer esas cosas que haces? —Soy humana, Brais. Te he visto antes, pero por alguna razón no logro desbloquear ese recuerdo del todo. ¿No es eso muy raro? —Espera…—puso su mano en mi frente y presionó en medio de esta con su pulgar.—Listo. Ya están liberados. Era por seguridad, por si no pasabas la unión del vínculo. Ahora lo recordaba, en el bar, en mi casa, la mordida. No había sido ningún sueño. No, claro que no, era muy real. —¿Hiciste magia? ¿Eres brujo? ¡Tú sí que eres brujo! —No es magia, no soy un brujo, solo un mecanismo de seguridad que tenemos ante los humanos. Distorsionar solo los recuerdos que conserven de nosotros, eso nos protege, pero no siempre funciona, algunos son mas fuertes que otros, como tú, que aún recordabas algunas cosas o como ahora mismo me has reconocido. Lucero, necesito que hagas algo, vuelve a tu cuerpo, iremos a tu casa, estamos a pocos minutos. —Pero no sé cómo hacerlo. —Te ayudaré, solo debes de relajarte. Cierra los ojos, piensa en volver, piensa en cuanto quieres volver y solo volverás. O eso espero. Cerré mis ojos, acomodándome en sus brazos, pensé en volver a mi cuerpo, pero me distrajo pensar que mi cara estaba llena de sangre y que era probable que me viera muy horrible, fea. Aquella tontería no me dejó concentrarme. —Tengo que limpiar mi cara.—le dije. —Luces perfecta.—me dijo en respuesta. Volví a cerrar mis ojos, pensé en volver, me fui sintiendo liviana, casi como si flotara, apreté mis ojos, me vi en la cama, vi mi cuerpo en la cama y… Abrí los ojos, me incorporé, sintiéndome mareada. ¡Estaba en casa! ¡Logré regresar! ¡Sí pude hacerlo! Corrí la baño y me caí en el camino, gritando de dolor, la pierna me dolía, hasta las lágrimas se me salían del dolor tan fuerte, me quedé sentada en el piso, intentando controlarme. Este había sido el golpe que me di mientras caía del árbol. Entonces…¿se supone que esos hombres llegarían a mi casa en unos minutos? ¿Qué pasaría con Ema? Gateé de regreso a la cama y tomé mi móvil para llamarla. —Ema, ¿dónde estás? —Llego en unos diez minutos, hay mucho tráfico. —¡No vengas! Ya estoy bien, dormí un poco y no hace falta que vengas. De hecho saldré a dar un paseo, para tomar el aire y esas cosas, mañana nos vemos en el trabajo, ahora no estaré en casa. Hasta mañana.—y colgué, dejando a Ema muy confundida pero tenía que hablar con esos hombres, lobos o lo que sea que fueran porque mi vida estaba cambiando desde que ese tal Brais llegó a mi vida. Escuché que tocaron la puerta, miré mi pierna, llevaba un pantalón largo, pero estaba segura que tenía un enorme moretón en ella. Comencé a caminar, sujetándome a todo e intentando no apoyarme en ella, aguantando el fuerte dolor. ¿Y si estaba rota o algo por el estilo? Tomé papel en el camino y limpié la sangre en mi rostro. —¿Quién es?—pregunté antes de abrir. —Brais.—desde que supe de su presencia, el olor de ese hombre me llegó a mi, golpeando mi nariz, la primera ola era un tanto fuerte y sentí que mi cuerpo se descontrolaba, respiré profundo y calmé esos instintos desconocidos. Abrí la puerta. —H-Hola.—llevaba una camiseta interior negra, una chaqueta de cuero del mismo color y un vaquero con unas botas marrones.—Pasa.—dije con sarcasmo, viendo que él ya estaba dentro de mi casa, revisando en cada rincón.—Estoy sola. —Ya lo sé. —Escucha, Brais, si así es como te llamas, no sé de qué va esto, no sé como hago esa cosa con mi cuerpo y menos sé qué diablos son ustedes. No soy la pareja del alfa ni nada de lo que me dijste la última vez. —Tu pierna, ¿cómo está? —Duele.—admití. —Dale unos minutos, sanará pronto. —¡¿Cómo lo sabes?! La última vez la mordida solo desapareció, mis raspones, no tenía ningún daño. —El vínculo está completado, digamos que me has tomado prestados algunos de mis beneficios. Ahora…—comenzó a desnudarse.—esperaré a que tu pierna sane para que completemos el vinculo de manera tradicional, es mejor que estés en una pieza porque esto se puede poner peligroso. —¡Oye, oye! No te irás a transformar aquí en mi casa, ¿no? —¿Transformar?—Brais comenzó a reír.—Nena, vamos a follar, por eso me desnudo. Tenemos que tener sexo para que el vínculo quede sellado. ¿Cómo va tu pierna? Comencé a retroceder cuando Brais bajaba sus pantalones. ¿Tener sexo? ¿Iba a en serio lo de ser su pareja? ¿creía que llegaría a mi casa, expondría su perfecto cuerpo desnudo y yo solo me metería a la cama con él? Un Brais desnudo avanzaba hacia mi, mi mirada abandonó su rostro y fue bajando por sus anchos hombros, aquel pecho adornado con pelos que trazaban una línea por su vientre, mis ojos la seguían fielmente hasta bajar de su abdomen y dar con la parte baja de su vientre, allí uno pelos marrones escondían algo enorme que sobresalía, dejando mi cara con una expresión de asombro. ¿Eso tan grande era un pene o habían dos en uno? ¿Por qué… tenía que ser tan exagerado? Levanté mi mirada hacia Brais, haciendo que él se encogiera de hombros. —No tendré sexo con un desconocido.—pero aquello que salió de mi boca fue perdiendo todo el sentido cuando su cuerpo se acercó al mío. —Apuesto a que tu pierna ya sanó.—sus manos abordaron mi cuerpo y ahora rompían mi ropa. Su olor me mareaba y volvía a dejarme atontada, llevé mi rostro a su pecho cuando mi blusa desapareció, cayendo la tela al suelo, comencé a olerlo y a tocarlo. ¿Qué diablos era eso? Sus manos rasgaron mi pantalón, haciendo que este también abandonara mi cuerpo. Desnuda, con su cuerpo pegado al mío, todo en mi se calentaba. Íbamos a tener sexo, aunque todo fuera muy confuso, mi cuerpo lo deseaba como nunca antes había deseado a nadie mas. —Brais…—solté con voz sensual al sentir sus labios sobre mi cuello.—Brais. Sus labios quemaban mi piel pero se sentía muy bien. Tomó mis piernas y me elevó, pegándome contra la puerta. Sentí su erección muy firme en mi entraba, creo que ya me iba a penetrar. Todo pasaba muy rápido, sin mucho tiempo a preliminares, pero creo que no hacían falta. —Mujer, estás mas mojada que fuente debajo de un aguacero.—dijo con voz ronca. Sentí su pene invadirme con fuerza, como si mi carne se rompiera Brais se abría paso, solté un grito seco y pegué mi cabeza de la puerta. Era muy grande, daba igual cuán mojada estuviera yo, este hombre me iba a destrozar. Se robó mi aliento y mi voz solo con la primera estocada, mis manos se aferraron a sus hombros, no sé si intentaba apartarlo o decirle algo, mis manos se movían con rapidez y mi pecho luchaba por tomar aire. ¡Era demasiado! ¡Demasiado grande! —Due…le.—logré decir. —Claro que sí, es tu primera vez con un alfa, jamás ningún otro hombre te volverá a tocar, ni nadie que te haya tocado te hará sentir como yo. Respira, te irás acostumbrado, aquí dentro está muy estrecho, pero mientras mas te resistas, será peor. Deslizó sus brazos por mi espalda y me llevó hacia la cama. Tal vez mi mente esperaba que él esperara a que mi interior se acostumbrara a él, pero solo fue un pensamiento tonto y esa bestia que estaba sobre mí no pudo esperar. Me sentía incómoda y cada movimiento de él era como si me rasgara todo, pero como si fuera poco, seguía empujando, intentando meterse mas en mi interior. Cerré los ojos, para que fuera mas llevadero, su cuerpo estaba extremadamente caliente y su pene no era la excepción. Tomaba mis muslos y los separa hasta mas no poder, buscando espacio para seguir entrando en mi interior. El mínimo movimiento que hiciera, sacudía todo mi cuerpo. No me sentía cómoda, no me daba placer y quería que se detuviera. Dolía. —Espera, para, me duele y no me causa placer.—empujé su pecho, solo dando con una pared muy dura de músculos.—¡Que te detengas! La puerta fue golpeada con fuerza, llegando el sonido a mi diminuta habitación, solo así Brais se detuvo. —¡Apolo! ¡Deja la maldita puerta!—gritó furioso Brais. Seguí empujando su cuerpo y la puerta volvió a sonar, creo que esta vez se cayó abajo. Brais abandonó mi cuerpo y se asomó a la entrada, todavía desnudo, ubiqué una toalla, las piernas me dolían muchísimo ahora que no lo tenía a él entre ellas, sería imposible mantener sexo placentero con eso hombre, al menos no con la magnitud de su pene. Y yo no deseaba esto, era incómodo, extraño y no tenía ningún sentido. ¿Por qué mi cuerpo cedió ante él sin que mi mente pudiera hacer nada? —Brais…yo…no sé que me pasó, sentí su llamado y solo entré. Yo los escuchaba hablar desde una esquina de la puerta, cubriéndome con la toalla. —¿Su llamado? ¡¿De quién diablos?! Porque yo a ti no te he llamado. —¡De la mujer! Me pedía ayuda. Asomé mi rostro y vi al hombre de la cabellera rubia bajar su cabeza ante Brais. ¿Se supone que yo lo estaba llamando? —A ver, Apolo. ¡Es mi maldita pareja! ¡¿Por qué escucharías su llamado pidiéndote ayuda?! —Porque me dolía.—dije con lentitud, cayendo en cuenta que realmente quería que Brais se alejara y al él no hacerlo, Apolo entró a mi habitación, creo que venía a protegerme.—Quería que te quitaras, pero no me hacías caso. Quizás si pedí ayuda a Apolo. —¿Qué diablos dices?—se acercó a mi, tirando de mi brazo y llevándome hasta ellos.—¿Puedes comunicarte con Apolo? —Supongo.—yo no entendía mucho, todo era muy nuevo, pero estaba segura que Apolo había venido en mi ayuda.—Creo que yo quería que te apartaras, porque me hacías daño y él ha venido a ayudarme. Suena con poca lógica, pero ¿qué tiene lógica aquí? —No le estoy haciendo daño, solo completo el vínculo.—aclaró él.—Coloca la puerta y sal de casa, tengo que completar lo que empecé. Apolo se dio la vuelta y recogió la puerta. Cuando vi que Brais avanzaba hacia mi, me puse tensa. —¡No…! Me haces daño.—de inmediato, Apolo se colocó entre nosotros dos, frente a Brais, de espaldas a mi. —Creo…que—aunque su voz sonaba nerviosa y estaba claro que tenía miedo de Brais, se interponía entre nosotros dos, como si no tuviera otra opción.—soy su guardián, Brais. Me ha elegido. —¿Cómo diablos ha pasado eso? No puedes protegerla de mi, es decir…¡es mi compañera! ¡Tengo que follar con ella! ¿Te pondrás en medio cada vez que quiera hacerlo? —Es que creo que ella no quiere. —¡¿Y desde cuando una mujer se me niega?! Su cuerpo me desea, lo que ella dice no tiene sentido—la ira en su voz hacía eco en toda la habitación, su cabello se mecía por sus hombros y su pecho subía y bajaba con un movimiento rápido. —Desde ahora.—dije firme.—Te dije que me hacías daño y no parabas, si al menos hubieras intentado ser un poco mas gentil, pero te negaste. No quiero estar contigo. —¡¡ERES MI PAREJA!! Mi compañera… Lucero. —Pero yo no te elegí.—su cara se puso pálida al escuchar mis palabras. Retrocedió un poco y cuando volvió a avanzar el cuerpo de Apolo voló por los aires debido al súbito empujón que Brais le dio. —¿Elegirme?—ahora no había nadie entre nosotros dos, solo su cuerpo frente al mío, amenazando con hacerme añicos. Aquel olor comenzó a emanar hacia a mi, sin piedad, me cegaba, la toalla abandonó mi cuerpo y yo caí de rodillas ante Brais; su presencia era abrumadora y muy imponente. Una sola mano de él me levantó con total facilidad, después me dejó en la cama, mi cuerpo no podía moverse, no sabía si se trataba del miedo, lo escuché arrastrar algo, supuse que era a Apolo, después sonó la puerta y él regresó a la habitación.—¿Elegirme a mi? ¡Yo te elijo a ti y tú no puedes rechazarme! Así funcionan las cosas. Si te duele, te aguantas, si no disfrutas, pues cooperas. No eres mas que una maldita humana quejica que apenas llega y ya quiere cambiar las reglas. Si no estás disfrutando, no es mi culpa. Es tu culpa por creer que las cosas serán a tu modo. Separó mis piernas y comenzó a penetrarme sin piedad, con mucha mas brusquedad que antes, no había una sola pizca de gentileza en él o en su pene. Si antes dolía, ahora sentía que todo se desgarraba y él avanzaba a mi interior sin ningún cuidado. Movía mi cuerpo de un lado a otro con cada estocada, las piernas me dolían y esto era peor que una primera vez. Sin embargo, él seguía emanando ese olor que intentaba calmarme, pero mi mente se turbaba y no me dejaba relajarme. Mis lágrimas mojaban mi rostro y sus ásperas manos las secaban, como si eso calmara las cosas. —Eres un animal.—le dije mientras se apartaba. —Tu sacaste al animal.—dijo secamente.—Prepárate, te vienes conmigo a mi casa. Me quedé tendida en mi cama, observando al techo. ¿Cuando se supone que iba a despertar? Esto era una maldita pesadilla.
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