Ana.
Él está acá.
Sus ojos verdes me observan desde su mesa, a menos de seis pasos, puedo sentir su mirada recorriendo mi cuerpo, la forma en que me abraza y prende desde la distancia, junto con su satisfacción.
Es como si el muy cabrón supiera lo que me produce, parece que planeó cada parte de esto, sentarse en esa mesa, observarme con burla mientras Rick se jacta de lo increíble que es, mientras él habla de su fama y decide que voy a comer.
Imbécil, machista.
Yo me había sacado la venda de los ojos, ya no estaba más cegada por la sumisión y el amor, no. Yo ahora veía todo con lujos de detalles, observaba cada actitud de los hombres, sabía cuándo tenía frente a mí a otro golpeador, un farsante. Reconocía mejor al lobo vestido de oveja.
— Así que el mes pasado me compré mi propio jet privado - sonrió coqueto - Lo que me da la privacidad y comodidad que yo quiero - bebí otro trago de vino.
— Me imagino - lo mire - Por privacidad supongo que te refieres a follarte mujeres.
Su semblante cambió un poco, segundos dónde el asombro apreció, luego parecía algo incrédulo, se volvió serio segundos después, para dejar un rostro tranquilo, tan sereno como el agente que seguía observando.
— No exactamente - arqueé la ceja - Pero podemos dar un paseo y follar en las alturas si así lo quieres - sonreí, era muy malo en esto.
— Oh no, los viajes no están en mis planes, tengo hijos, ¿recuerdas? - parpadeó.
Por supuesto que no había escuchado cuando le dije que me había demorado porque quería dejar a mis hijos durmiendo, no. Él estaba más concentrado en mirarme el escote y la pierna, no me molestaba, por algo me lo puse, pero solo corroboré lo que me imaginaba, este sujeto sigue siendo un narcisista.
— Voy al toilette - me levanté
A estas alturas no sé porque acepte una cena, lo mejor era tomar un par de copas y luego ir, follar y listo, un trámite, lo que necesitaba para sacarme toda la mierda con la que cargaba de encima, era eso simplemente eso.
Y sentirte de nuevo atractiva.
La voz de mi cabeza llegó para terminar con mis pensamientos.
— Disculpe, ¿el toilette? - le consulté a uno de los empleados.
— Por el pasillo, primera puerta a la derecha, señorita - sonreí agradecida.
Sobre todo, por lo de señorita, me gustaba ser señorita, me gustaba que me dijeran así, era mamá, pero era una mujer y como mujer tenía necesidades, necesidades que llevaban un largo tiempo sin ser atendidas.
Entre en uno de los cubículos, tome aire mientras hacía equilibrio con los tacos, había estado a base de café toda la tarde, preparando planos y acomodando ideas para la casa de Clara, elegí telas, plantas, cuadros, para cuando termine tenía que venir a esta cita, ya no podía cancelarla.
Escuché murmullos, los tacos de las mujeres y luego el seguro, junté mis cejas y miré para el suelo, los zapatos de hombres me pusieron alerta.
Tome de mi bolso el gas pimienta y suspiré, lo dejaría a mano, si era Rick le pediría que se fuera o quizás follaría aquí y me largaría sin necesidad de seguir con la molesta cita.
Salí tranquila hasta el lavado, asegurándome de no mirar quién era hasta que me lavara las manos, levanté la vista despacio y me quedé helada cuando su rostro apareció en mi visión.
Se había recortado un poco la barba, sus ojos brillaban expectantes y el traje, joder aquel traje se amoldaba a su cuerpo como una segunda piel, la camisa se ajustaba de tal forma que podía ver sus deltoides y pectorales a la perfección.
Se me hizo agua la boca y mi centro se contrajo, pero no cambié mi postura, ni mi mirada, solo me quedé indiferente, mirando a través del espejo su sonrisa ladeada.
— Es el baño de mujeres - hable sin expresión alguna.
— Lo sé, acabo de echarlas a todas - movió la placa en su mano.
— No sabía que el FBI inspeccionaba baños de hoteles lujosos - sus ojos se entrecierran.
— No, pero está es una excepción - se sacó el saco.
— Ah ¿sí? - gire para verlo - Hay drogas dentro? - mire los cubículos - Eso es ser ingenioso.
— Hay una droga sí, pero no de ese tipo, más bien de las que pone a los hombres a delirar - se paró frente a mí.
— ¿Es un piropo? - sonreí - Vaya el agente Fuhrman coquetea conmigo - cruce mis brazos sabiendo cómo se verían mis pechos al hacerlo.
— Vamos a dejar de lado el hecho de que pones tus pechos así para que los mire, sobre todo porque planeo saborearlos en breve - otra vez mi centro se comprime - Para preguntarte algo - lo observó - ¿Por qué insistes en salir con idiotas? - subí mis cejas.
— Oh, no salgo, solo me los follo - respondí mordaz - Ahora si me disculpas.
Caminé hasta la puerta, pero no llegué a abrirla, Ron me tomó del brazo girando mi cuerpo para dejarlo mirándolo a él y pegado a la puerta.
Un gemido involuntario escapó por mis labios cuando presiono su cuerpo contra el mío, su rostro quedó a centímetros, la mano que sostuvo mi brazo ahora descansaba en mi piernas mientras que la otra estaba apoyada a un lado de mi cabeza.
— ¿Qué haces? - consulte algo agitada.
— Voy a besarte y follarte tan duro Ana, que cuando salgas de aquí te irás directo a tu casa.
Mi cuerpo vibró con anticipación, esperando que cumpliera su palabra, sin embargo, no lo diría en voz alta, ni siquiera lo aceptaría, no dejaría que pensará que tenía alguna clase de poder sobre mí.
— ¿Quién te dijo que yo quiero volver a follar contigo? - lo empuje.
Me gire y tome el picaporte, su cuerpo volvió a presionar el mío haciéndome sonreír, su mano subió por entre medio de mi pecho hasta tomar mi cuello.
Me tensé, mis piernas temblaron y la desesperación golpeó mi psiquis inquieta, jadeé horrorizada y me trató de soltar con más histeria de la pretendía.
Se que comprendió mi cambio de humor, porque me giro para mirarme, sus ojos cargados de preguntas me observaban mientras los míos estaban llenos de lágrimas.
— Ey… Ana - su voz se suavizó - No voy a hacerte daño, no te haría jamás daño - respire con dificultad - Vamos nena, respira.
Se acercó a mi cuerpo y besó mi cuello despacio, un mínimo roce justo en la yugular, dónde mi pulso estaba desenfrenado. Tome aire intentando calmarme y él volvió a besar, está vez un poco más arriba, un beso, otro beso.
Suspiré y mordisqueo mi mentón, su mano volvió a mi cuello, pero esta vez no me apretó, simplemente la dejo ahí, mi corazón amenazó con volver a sufrir, pero sus labios me hicieron perder de nuevo.
— No te voy a lastimar - volvió a bajar por mi cuello - Solo será está presión, ¿puedes soportar eso? - presiono un poco el agarre y movió mi cuello dando mejor acceso a su boca
— Sí - suspiré.
— Eso es nena - me reí
— Creo que el nene eres tú - suspiré - Soy más grande que tú - le recordé.
— Eso es verdad, pero Ana, nadie te va a follar, cómo yo lo voy a hacer - temblé de nuevo – ¿Tienes miedo? - se alejó
— No.
Me analizo un momento, no tenía miedo, había temblado, sí, pero por la anticipación del momento, por sus palabras, porque sabía que lo que podía hacer con él era algo de otro planeta, Ron era capaz de llevarme lejos, porque ya lo había hecho, me había dejado en las nubes en un momento y al otro me había consumido por completo.
El mejor colágeno de mi vida, eso había sido.
— Vamos a ver cuán roja puedes volver a tu cita muñeca.
Su voz ronca me erizo la piel, podía sentir su respiración en mi oreja, la forma en que su mano en mi cuello me acariciaba despacio, bajando hasta mi hombro, volviendo a subir, su pulgar empujo mi mentón hacia arriba y su lengua trazó un círculo hasta bajar a mi clavícula, sus dientes mordieron suavemente la zona, gemí de nuevo arqueando mi espalda, sus labios se despegaron de mi piel y su rostro se posó frente al mío, podía verme en sus pupilas dilatadas, deseosa, jadeante.
Su mano dejó mi cuello para ir hacía mi nuca, sus dedos se enredaron en mi cabello tirado de él para juntar nuestros labios, su toque primero fue un roce, sus labios tocaron los míos con cuidado, conteniéndose y torturándome, porque quería que me besara, necesitaba que lo hiciera.
Su lengua pasó por mi labio inferior, suspire y mordió, estaba dispuesta a rogarle que me besara, iba a hacer, hasta que el cabrón sonrió.
— Si no sabes besar no pasa nada, podemos pasar a lo que sigue - le sonreí maliciosa - Tranquilo, no todos son buenos en ello.
No respondió solo me beso con furia, su boca se movió en la mía con una experiencia agonizante, era sin duda el mejor beso que habían dado hasta ahora, ya no sabía si yo estaba absorbiendo su juventud o él me estaba sacando lo que me quedaba de vida.
De una u otra forma esto es glorioso, Ron sabía a pecado y gloria, estaba dispuesta a quemarme por completo por él, por sentirlo así, junto a mí.
Unas de sus manos, bajó hasta mi muslo, trazó un círculo, jadeé y subió por mi piel hasta mi centro, sus dedos se movieron por mi carne húmeda y caliente, gemí en su boca mientras seguía pasando su dedos por mi centro.
— Me encantaría dedicarte más tiempo, pero te están esperando - me giro brusco. - Así que…
Me movió un poco, dejándome con el pecho contra la puerta y las nalgas hacia afuera, sus manos tomaron mis piernas para separarlas, subió mi vestido hasta mis caderas, su palma pasó por mi culo despacio antes de golpearlo justo entre medio de mis nalgas.
— Será rápido muñeca, avísame si te duele - afirme varias veces.
Su glande paso por mis pliegues húmedos, escuche el papel rasgándose y luego su invasión, mis manos se aferraron a la puerta, como si pudiera agarrarse de ella, mientras entraba hasta la empuñadura.
Jadeo y vuelvo a gemir por lo bajo, mis caderas chocan contra las suyas quemándome desde adentro hacía afuera, volviéndome loca mientras sale de nuevo lentamente y vuelve a golpear con fuerza.
Me quemo, me falta el aire y no siento mis piernas, no tengo forma de quedarme en pie y se da cuenta porque sale de mí y me gira, dejando mi espalda contra la puerta, colocó ambas manos en mi culo y salte enrollándolas en sus caderas, nos movimos hasta la mesada, sus labios besaron mi cuello antes de volver a mi boca con urgencias.
Volvió a adentrarse en mí, desabroche frenética su camisa tratado de controlarme para no romper los botones, pase mi mano por su cuerpo clavando las uñas en el proceso, arquee mi espalda y tire mi cabeza hacía atrás, su boca paseo por mi cuello hasta llegar a uno de mis senos, el otro fue atendido por sus manos.
Estaba en el límite, mis piernas estaban adormecidas, su boca no me daba tregua, trazaba círculos, mordía y tiraba, golpearon la puerta, su mano volvió a mi cuello y sus labios fueron a mi cuello, estaba segura que era un desastre, mi cabello debía serlo.
Me tomó por el cuello y empujó con más fuerza, el ruido sordo de nuestros cuerpos golpeando ocupaban el ambiente, me estremecí y volví a temblar, el calor creció, estiré mis piernas, me aferre a sus brazos y explote.
Deje de respirar mientras él gruñía en mi cuello, se movió dos veces más antes de quedarse completamente quieto, volvió a rozar sus labios por mi cuello hasta llegar a mi barbilla y seguir hasta mis labios, me volvió a besar suavemente y se alejó.
— Creo que ahora te ves más radiante - sus ojos me observaban con picardía.
— ¿Sí? - afirmo mientras salía para sacarse el preservativo.
— Sí, igual que cuando te vi ejercitando, transpirada, sonrojada y preciosa - volvió a besarme. - Tienes que volver a tu cita - prendió su camisa - Aunque mejor vuelve a casa, creo que no lo necesitas más - guiño un ojo engreído.
— ¿Qué haces acá? - me baje para acomodar mi ropa y mirarme al espejo.
— Vine a follarte cariño - beso mi hombro - Entra en el baño, voy a salir y no quiero que te vean así, puedes decir que te descompusiste - acomodo mi bretel.
— ¿Cómo es eso de que viniste a follarme? - gire para mirarlo y señalo el baño.
— Estoy seguro de que va a venir a buscarte, si quieres le decimos lo que hicimos, quizás hasta me convenga, puedo llevarte a mi cama esta noche - cruce los brazos.
— No va a volver a pasar Ron - me guiño un ojo.
— Sigue diciéndote eso cariño.
Salió del baño y me volví para mirarme en el espejo, mi boca estaba inflamada por los besos, mi cabello alborotado, me acomode un poco, puse agua en mi rostro y cuello, acomode la ropa y volví a ponerme perfume, cuando corrobore que estaba un poco más decente, salí y volví al restaurante.
— ¿Estás bien? ¿Te estaba por buscar? - mordí mi labio cuando se levantó.
— Sí, una fila enorme, las mujeres por ahí tardan mucho - mire a la mesa de Ron, pero no estaba.
— Señorita - el mozo me dejo un Martini seco en mis manos - El caballero que estaba en esa mesa se lo mando - Rick arqueo la ceja y yo sonreí.
— Gracias - tome un trago.
— Parece que no comprende cuando una mujer es de otro - arquee la ceja.
— O… sabe los gusto de una dama - sonreí - Primero, no me gusta el vino tinto, me da acidez - era mentira - Segundo, no soy tu mujer Rick, con suerte estamos teniendo una cita y tercero - termine de beberlo - Me marcho, creo que tuve mucha charla de lo increíble que es Rick Pickman. - deje la copa vacía. - Gracias por todo, seguro que la moza con la que coqueteabas cuando llegue puede hacerte el favor esta noche.
Saludé al mozo y salí a la calle, cerré mis ojos mientras le entregaba al chico de la entrada mis llaves, quería ir a casa, acostarme y dormir, estaba agotada, todavía no sentía las piernas y podía oler a Ron en mi cuerpo.
Baje la vista y observe el otro lado de la calle, la camioneta negra con vidrios polarizados, me vi tentada a sacarle el dedo del medio, pero los demás me creerían loca, baje y tome mi coche, el cabrón lo estaba disfrutando, había caído de nuevo bajo su mano, pero no lo haría de nuevo, no volvería a pasar.
Ron no me iba a joder.