Capítulo 1 Placer
Anastasia
Sus ojos feroces están sobre mí, su lengua asoma mientras humedece sus labios carnosos, todavía no puedo creer que un hombre pueda tener esos labios, rosados, carnosos, varoniles.
Su barba de dos días contornea su mandíbula cuadrada y varonil, era salvaje, masculino y joder, olía delicioso.
Lleve mi mano a su pecho y trace la línea de su six pack de la muerte, no recordaba cuándo fue la última vez que toque a un hombre así, tampoco recordaba cuando fui tan atrevida, quizás era porque ya no me importaba nada, no me interesaba la opinión que él pudiera tener sobre mí, lo que pensaran mis padres, tampoco nuestros conocidos, solo me lo follaría y ya, nunca más tocaría su cuerpo, ni lo miraría a la cara.
— Sabes… - mi voz sonó baja y casi como un ronroneo - Siempre quise probar con alguien más joven que yo - mis uñas se clavaron en su piel - La pregunta sería, ¿Estás preparado para manejar una mujer como yo? - sus ojos se volvieron más oscuros, sus fosas nasales se dilataron, era exquisito.
— Creo que me estás subestimando cariño - sus manos se movieron, pero me aleje.
— Tch, tch, thc - negué con mi dedo mientras chasqueaba la lengua. - No bonito, no me vas a tocar todavía - elevo una ceja - Los hombres como tú son impacientes, siempre queriendo acabar con todo de una vez, pero Ron - acerque mi rostro a su cuello - Las mujeres como yo necesitamos un poco más de tiempo - mi boca tomó el lóbulo de su oreja y tiró de él - Nos gusta suave y duro - pase mi lengua por su cuello y gruño - Nos gusta probar cada parte del cuerpo del otro - mordí su cuello despacio mientras bajaba mis manos a sus pantalones.
— Estás jugando con fuego nena - gruñó y sonreí.
— No cariño - me aleje para mirarlo - El que está jugando con fuego eres tú - baje sus pantalones - De igual forma, esto solo va a ser una vez, después solo volveremos a ser dos extraños - sus ojos se entrecierran.
— Eso dicen todas - sonreí ladina.
— Pero yo no soy como todas Ron - baje con mi boca por su pecho - Creo que tú problema es que estás acostumbrado a las niñas, veamos cómo llevas a una mujer.
No dijo nada, pero su respiración acelerada fue la respuesta a todo, mi boca siguió bajando por su abdomen, mi mano ahora estaba en su bóxer apretado, los mismos que contenían toda su virilidad.
Lo baje despacio, dejando que su pene se alce apuntando directo a mi cara, relamí mis labios y sonrió.
Necesitaba esto, alguien que pudiera satisfacer mis necesidades, un m*****o grande, grueso y listo.
Lo tomé con mi mano despacio, gruñó de nuevo mientras yo subía y bajaba por su longitud, unas gotas de líquido aparecieron en su punta sonrosada.
— Será mejor que me mires Ron, querrás recordar esto.
Su rostro se inclinó hacia abajo hasta que sus ojos cayeron en mi cara, mordí mi labio y pestañeé un poco antes de abrir mi boca y pasar mi lengua por su glande.
Abrió sus labios un poco dejando escapar el aire mientras nos mirábamos, sus ojos bajaron a mi boca y una maldición baja escapó de sus labios cuando empujé más a fondo.
Ahora se acaba el juego, yo quería probarlo, iba a probar cada parte de él, pero sería a mi tiempo, con mis gustos, yo no era una de sus chicas, yo no estaba para juegos tontos, no quería una relación, solo sexo salvaje y ya, quería descargar toda mi frustración s****l y luego volver a mi rutina de ama de casa.
Comencé a subir y bajar, mis labios apretaban su grosor mientras empezaba ese juego tortuoso.
Rodeé su pene con mi lengua antes de sacarlo, trazando toda su circunferencia y volví a bajar, una de sus manos sostuvo mi cabeza.
Ron gemía por lo bajo mientras yo llenaba mi boca con toda su hombría sin problema, su puño se cerró en mi cabello, podía sentir su punta golpear mi garganta e ir un poco más al fondo.
— Ana - gruñó.
Aceleré los movimientos, trace círculos y volví a meter todo dentro, estaba orgullosa de todos los sonidos que le provocaba, orgullosa de no ahogarme con su monstruosidad, de tener ese efecto en él porque eso quería decir que todavía tenía mi chispa, aún
era buena en lo que hacía, todavía podía seducir a un hombre y satisfacer sus necesidades.
Yo no era el problema.
Yo estaba produciendo todos esos sonidos.
Yo hacía que disfrutará del placer que le estaba proporcionando.
Ron era en este momento lo más sabroso que había probado, el sabor de su piel, la mezcla salada y algo dulce que caía por mi boca, que dejaba a la vista su virilidad, sus gemidos bajo y las maldiciones sin sentido que soltaba una y otra vez, lo tenía donde lo quería.
A mí merced.
Él no controlaba esto, yo lo hacía, nadie me iba a volver a controlar, solo fallaremos y ya, simplemente eso.
Bajé mi boca a una de sus pelotas y la tomé entre mis labios para chuparla y luego soltar y volver a subir, su mano tiró de mi pelo y su cuerpo se tensó, estaba a punto de terminar y lo sabía.
— Si no paras… - lo lleve más al fondo - Mierda me vas a matar - negó.
Pero seguí, mi boca seguía saboreando cada parte de él como si mi vida dependiera de ello, mi otra mano fue a mi centro para trazar círculos, sus gruñidos seguían, mi ritmo aumentó y después de unos segundo se estremeció derramando todo su líquido en mi boca, lo tragué y seguí lamiendo hasta alejarme y levantarme.
— Sabes bien - relamí mis labios - Fue un placer - le guiñe un ojo.
Mis pies se movieron para salir por la puerta que estaba justo al lado de él, pero su mano sostuvo mi brazo dejándome a medio camino, me volví para verlo, no comprendía qué pasaba, no había mucho para hablar. Se la chupe, lo disfruto, me masturbo, me saque un poco las ganas y me iba, afuera todos esperaban, quizás no esperaban, pero estaban allí, no es como si pudiera desaparecer así sin más.
— ¿A dónde crees que vas? - parpadee.
— A la pileta, están todos fuera - remarque lo obvio.
— No nena - tiro de mi cuerpo haciendo que mi pecho golpee el suyo - No te vas hasta que terminé contigo.
— Creo que ya lo hicimos, tú me regalaste un orgasmo, yo te regale otro - negó.
— Ana - mi nombre salió con sutileza de sus labios - No te vas a ir de aquí hasta que te folle - el dolor en mi centro volvió mientras su voz ronca pronunciaba aquellas palabras.
— Pensé que no querías nada conmigo - hable despacio mientras subía mi dedo por su pecho - Recuerdas… - pase la lengua por mi labio - No me acuesto con mamás, no es lo mío las hermanas de conocidos - clave mi uña en su pecho - Creo que cumplo varias, además - lo observe fijamente - Creo que te complací más yo a ti, que tú a mí, mejor no decepcionarme más - sonreí.
Mi cuerpo volvió a girar, eso era por intentar matar mi autoestima, le iba a quitar lo imbécil conmigo, estaba bueno, pero no era el único hombre sobre la tierra, yo lo sabía, él seguramente también, solo quería follar con alguien que sabía que no buscaría más y no me pegara una enfermedad venérea, eso era importante, tenía hijos, no podía enfermar.
— Creo haberte escuchado gemir mi nombre - su voz estaba más ronca y dura.
— Es parte del momento - lo mire por sobre mi hombro - ¿Querías que te llame de otra forma? - su mandíbula se apretó. - Tú también dijiste mi nombre, pero yo estoy segura que no fingiste - volví a darme la vuelta - Haremos como que no paso nada, tranquilo, es fácil de olvidar.
Trate de abrir la puerta, pero no pude, subí mi vista un poco, su mano estaba pegada a la puerta, su pecho se pegó a mi espalda desnuda, el calor que emana me llenó por completo mientras apoyaba su dureza en mi espalda y culo, me contuve de gemir, no quería hacerlo, no le daría el placer de tenerme sumisa, de saber que me ponía, así que simplemente apreté mis labios con fuerza.
Su cuerpo se pegó más al mío empujándome levemente hacia la puerta, mi pecho quedó contra la madera, una de sus manos fue a mi cadera apretándola con cuidado, cerré los ojos cuando la subió por mi columna despacio, solo un dedo, rozando mi piel hasta llegar a mi cabello.
Su mano rodeó mi cuello hasta llegar a mi garganta, abrí los ojos presa del pánico, mi cuerpo se tensó mientras rodeaba la zona por debajo de mi mandíbula, pareció notarlo porque soltó un poco el agarre y su boca se apoyó en mi hombro.
— No te voy a lastimar - susurro antes de seguir por mi hombro hasta mi cuello - No quiero hacerte daño, no soy él - besó el hueco de mi cuello y luego pasó su lengua - De mí no tienes que tener miedo - quería relajarme, pero no podía.
— He escuchado eso otras veces - mi voz salió estrangulada y llena de dolor.
— Sí lo hago, dejo que me dispares en alguna parte del cuerpo - gire para verlo.
— ¿Qué?
— Si sientes que te lastimo, puedes dispararme - su mano tomó mi mentón para llevar el rostro más a él. - No quiero lastimarte, solo mostrarte como folla un hombre de verdad.
Un gemido involuntario abandono mi boca mientras mordía el lóbulo de mi oreja, sentí su sonrisa contra mi piel y la mano volvió a mi cuello, haciendo que mi cuerpo se pegara a él, su lengua recorrió mi dermis mientras su otra mano bajaba a tocar mi centro de nuevo.
— Me voy a asegurar que no puedas sentarte sin acordarte de mí - desprendió la tira y el bañador cayó al suelo.
— Será mejor que aproveches porque no volverá a pasar - su pecho se movió.
— En eso concordamos.
Pasó su dedo por mis pliegues, me estremecí sin más, fuerte, duro mientras él pasaba su dedo por mi intimidad, estaba mojada, empapada y lista para lo que quisiera hacer. Me solté un poco dando un paso hacia atrás, escuché el sobre rajarse y me removí ansiosa apoyando las manos en la puerta.
Acá no iba a haber mimos, besos y mucho menos nada muy íntimo, esto era salvaje y jodidamente excitante.
Su mano volvió a mis pliegues pasando de arriba abajo hasta que dos de sus dedos se introdujeron en mi interior, gemí con fuerza ante la invasión, no se detuvo, solo los movió una y otra vez, dentro, fuera, profundo.
Mis uñas se clavaron en la madera y contuve los gemidos que querían seguir saliendo, estábamos en la casa de Clara, nos encontrábamos en un lugar ajeno, mis hijos estaban fuera.
Saco sus dedos de golpe dejándome vacía, me queje y lo mire, llevo su mano a la boca y lamio sus dedos, mis muslos se apretaron de nuevo mientras un sonido ronco salía de su pecho, sus ojos se volvieron un poco más feroces mientras tomaba su m*****o y lo apoyaba en mi entrada.
Espere impaciente, una de sus manos tomo mi cadera y empujo de una sola vez, ahogue el sonido que quiso salir de mi boca con tal golpe, mordí mi labio y me aferre a la pared, su caderas golpeaban las mías con fuerza, llegando más al fondo posible, mis senos rebotaban, su mano volvió a mi cuello y me sujetó con fuerza.
No tuve miedo, no podía, él me estaba encendiendo, llenándome de placer, mi estómago se contrajo mientras gruñía y suspiraba con fuerza, me estaban jodiendo el sistema, mi centro se apretaba con fuerza, pero se salió más rápido de lo que entró.
— ¿Qué mierda? - me queje y tomo mi cuello para girarme.
— Quiero verte cuando te vengas, cuando te llene - otra vez la ola de placer me recorrió.
Tomo mis muslos y me elevé, mis piernas rodearon sus caderas y su m*****o volvió a rozar mi entrada, mi espalda terminó contra la pared de nuevo, presionada por su pecho, sus ojos claros recorrieron mis facciones hasta detenerse en mi boca.
Moví las caderas buscando un poco de fricción y sonrió de lado negando, elevé una ceja divertida, él estaba tratando de jugar conmigo, sin embargo, yo lo había llevado hasta el momento que quería, hasta este momento.
Ron había hecho todo lo que quería y eso era satisfacer mis necesidades y como buen macho dominante debía demostrar que me equivocaba, había puesto en duda su hombría, lo deje mal parado y me iba a demostrar que podía.
Era algo cavernícola, lo esperable para un gran agente del FBI.
Su boca se acercó a la mia y voltee mi rostro a un costado, nada de besos, nada de intimidad, no quería nada más allá de este sexo vacío, me observo con recelo y mordisqueo mi mandíbula antes de bajar por mi cuello y entrar en mí de nuevo.
Clave mis uñas en su espalda y ladeé mi rostro para que hiciera lo que quisiera en él, podía sentir sus labios chupando la zona, su m*****o llenándome por completo, tanto que pensé que no cabría, sus gemidos y los míos se mezclaron, mi centro se contrajo con fuerza mientras mi piel rozaba la suya.
Su mano me tomó con fuerza la nuca y sus labios se estrellaron contra los míos mientras seguía empujando a fondo, su lengua invadió mi boca con necesidad produciendo un escalofrío por mi cuerpo, la presión de mi vientre explotó sumando espasmos por todo mi cuerpo, me contraje con fuerza alrededor de su pene, absorbiendo más de él, hasta que se dejó ir conmigo.
Me siguió besando, aunque ahora más despacio, su otra mano tomó mi espalda mientras seguía apretándome contra la pared, gemí de nuevo contra sus labios, pero esta vez fue a causa de su beso.
Ron Fuhrman era el pecado en persona, un pecado que quería cometer, al menos solo por esta vez.