Capítulo 3 Sueños húmedos

2492 Words
Anastasia Mi espalda se arqueó mientras su lengua bajaba por mi clavícula directo a mi esternón, gemí grave y profundo mientras se desviaba a unos de mis pechos y los lamía, su otra mano se ocupó del otro, pellizcando, tirando y torciendo. Gemí grave y profundo mientras su boca tiraba mi pezón en un leve mordisco, me estaba volviendo loca de una forma dulce y a la vez brusca. Me dio una pequeña palmada en el otro pecho y jadee cuando tiro de él después. — Ron… — Paciencia nena, paciencia. Me aferre a la orilla con fuerza mientras seguía bajando a mi centro, tenía mi culo frío por el mármol, pero me sentía hervir por todos lados, tenía fiebre o era placer, no lo sabía, pero me estaba volviendo loca, por sus manos, por su boca por… — Joder… Grite cuando su dedo se introdujo en mi interior y comenzó a atacarme, se arrodilló y colocó su boca cerca de mi centro palpitante, estaba empapada, podía sentir la humedad entre mis piernas y cómo estás temblaban con anticipación, lo quería sentir, tenerlo dentro de mí, que terminara de volverme loca con sus movimientos y juegos, lo quería en cada parte de mi cuerpo. Este hombre era adictivo. — Ron, vamos, hazlo - gemí. — No te veo muy convencida. Baje la cara para fulminar con la mirada su rostro, pero solo logré abrir mi boca en una gran "o", ya que su boca se fundió en mi carne caliente, envié mi cabeza hacia atrás y gemí con fuerza mientras él me devora cómo como si tuviera hambre, hambre de mí. Sus manos tomaron mis muslos y una de las mías su cabello para tirarlo con fuerza, estaba en llamas, mi cuerpo transpiraba y mis sentidos habían pasado a ser nada mientras sus dedos encontraron el camino de mi perdición. — ¡Mamá! - abrí los ojos agitada. Mis hijos me observaban desde cada lado de mi cama, estaba en mi habitación y todo eso había sido un sueño, estaba soñando con Ron, el maldito y sexy policía que me había llevado al cielo unos días atrás y que ahora ignoraba por completo, ese hombre olía a peligro. — Mami, ¿estás bien? - parpadee. — Emmm, sí, ¿por qué? - me senté pasando la mano por mi cabello. — Hacías ruidos - dijo. — ¿Ruidos? - balbuceo - ¿Yo? - las imágenes volvieron. - No - hable desentendida. — Sí, te quejabas - sentí el calor subiendo por mi cuerpo — Estaba soñando algo feo, quizás es eso - mire mis manos. Esto era muy vergonzoso, demasiado vergonzoso, no podía pensar, todavía estaba acalorada, mi cuerpo estaba sensible y mi entrepierna ansiosa, estaba teniendo un sueño húmedo, un jodido sueño húmedo. — Bien - sacudí la cabeza - Es hora de ir a la escuela, no – mire el reloj - ¡Mierda! - salte de la cama. — ¿Comieron? ¿Se lavaron los dientes? ¿Están listos? - me coloque unos leggins y mi remera deportiva. - Vamos, estamos por… - gire para verlos. Ambos estaban con su uniforme, peinados y con la mochila sobre sus hombros. Mi hija llevaba dos trenzas y Chase en su look desarreglado. Esto aprecia obra de mi madre, se había empeñado en demostrarme que tenía que vivir con ellos, las ventajas de estar todos juntos en casa y como era más fácil y seguro para todos, pero yo me negaba a hacerlo. Estaba completamente decidida a demostrarle a todos que podía, que yo tenía la capacidad de salir adelante cómo mujer y madre, la Anastasia sumisa y manejable se había acabado, ya no existía. — Bien vamos - pase el peine por mi cabello con fuerza. — Te vas a quedar pelada - dijo mi madre cuando me vio. — Compraré peluca - bese la mejilla de papá. — ¿Estás bien? ¿Te ves acalorada? - junto sus cejas - ¿Tienes fiebre? - carraspeó — No, tranquilo - maldito policía sexy - Es que vamos tarde, anoche me quedé trabajando - mamá me dio una taza de café de viaje. — ¿Conseguiste un proyecto? - afirme. — Remodelare la casa de Clara y Andrew - explique - También haré modificación en varios de los Hamilton – sonreí — ¿Los Hamilton? - papá me miró - ¿Qué Hamilton? - sonreí. — Nathan y Hannah - hable tranquila - También Sam, pero ella cuando consiga la casa nueva - levante la mano - Voy a correr y vuelvo. Salimos con los chicos y emprendimos viaje a su escuela, nos estábamos instalando en Seattle, esta semana teníamos las pericias en la fiscalía, para mi sorpresa su padre no había hecho ninguna denuncia, de hecho, no dijo nada, ni siquiera fue a la comisaría, era raro, cada parte de lo que pasaba lo era, Mateo había puesto la denuncia en la fiscalía y había tenido que ir a la embajada para asegurarse de que todo está bien. Mande los papeles del divorcio y la tenencia de los chicos con su abogado, también el pedido para llevarme a los chicos, pero no habían respondido en todo este tiempo, me estaba inquietando, pero no iba a decir nada todavía, mis hijos no necesitaban saber todo el drama que acarreaba separarse y mucho menos los problemas legales a los que me sometía. — Los amo, se cuidan y hacen la tarea -saludé a ambos y volví al coche para ir al parque más cercano. Las calles estaban congestionadas, como era habitual en la ciudad, la música sonaba por los parlantes a volumen medio, mis dedos rebotaban contra el volante mientras tarareaba las canciones, tenía que ir por ropa, comprarme ropa de nuevo, aunque Emily se había encargado de enviar casi todo lo que necesitamos, faltaban algunas cosas específicas, varias de ellas, zapatos, carteras, maquillajes y algunas otras chucherías, estaba volviendo a ser yo. Mi matrimonio había sido una especie de zoológico, adaptado para que pareciera el ambiente perfecto, manteniendo lo natural, lo correcto, pero al final de cuenta, siendo siempre una cárcel, era algo que no cambiaba, Michael siempre había sido amoroso, romántico y detallista. Su amor había sido algo de película, me lo encontré en la ciudad cuando acababa de salir de un bar, un hombre quiso asaltarme y él me ayudó, recuerdo que me había dado miedo cuando apareció por primera vez, pero solo me llevo a casa y se despidió con un simple apretón de mano. Al otro día me lo encontré en un café, me invitó a tomar algo y charlamos por horas, no fue hasta que mi madre llamo que me di cuenta de ello, empezamos a salir, mis padres parecían encantados con él, hasta que me propuso casamiento y nos mudamos a Canadá por su trabajo. Los primeros meses fueron increíbles, hasta que conoce a mi jefe, ahí las cosas se pusieron raras, sus celos enfermizos trajeron peleas, al punto que se iba en la noche y volvía a la madrugada, el miedo volvió, junto con su olor a alcohol, no fue hasta que me prohibió volver al trabajo que todo empeoro. Aquella noche conocí la otra cara de mi marido, esa que parecía desgarrarse como un depredador, la misma que me observo con satisfacción cuando su puño se estrelló en mi cara, esa noche yo me rompí y él cambió. Baje del auto con todos esos pensamientos y comencé a correr, mis pies golpeaban contra el concreto de las veredas del parque, a esta hora no había muchas personas y eso me gustaba, me coloque los auriculares y seguí a un ritmo acelerado, mi respiración se aceleró un poco y el calor volvió. Las imágenes de las palizas volvían, su puño cerrado, las cachetadas, el cinturón, cerré los ojos y aceleré el paso, quería olvidarme de todo de nuevo, quería acabar con cada parte de mi pasado, sanar las heridas. Mi celular sonó haciéndome frenar, el nombre de Mateo apareció frente a mis ojos, sonreí por inercia y atendí. — Mateo - mi voz salió agitada. — ¿Estás bien? - consulto preocupado. — Estaba corriendo en el parque - tome una gran bocanada de aire. — La tenencia y el divorcio es tuyo - sonreí - Recién llega la firma, lo llevare al juzgado más tarde - mi corazón se aceleró. — ¿En serio? - esto no podía ser verdad, no lo creía. — En serio, te dije que no le convenía - solté una risa nerviosa. — Oh, Dios, yo… - me calle - Gracias, mil gracias - gire para seguir, pero me golpee contra otro cuerpo. - Mierda, perdón - eleve la vista. - Joder. — ¿Qué? ¿Estás bien? - carraspeó. — Sí, todo bien - relamí mis labios - Gracias por la noticia, avísame lo de la casa - murmuré tranquila mientras me corría, pero no se movió. — En estos días lo resolvemos - me quede callada - Nos vemos Ana. — Nos vemos Mat, saludos a Sam - colgué. - Lamento eso, no te vi. Hable tranquila, pero él no respondió, sus ojos me recorrieron el cuerpo despacio hasta volver a mi rostro, podía ver sus pupilas dilatadas y las imágenes de mi sueño volvieron, era una jodida pesadilla, este hombre era un jodido grano en mi trasero. — Hola - moví la mano - ¿Sabes que es de mala educación mirar así a la gente? - me observo. — Te vi desnuda - responde. — Yo también y no por eso te estoy mirando tu m*****o - cruce los brazos. — Estoy seguro que lo recuerdas - hablo engreído y sonreí. — La verdad - me acerque - No es algo como para recordar, puedo decirte que pasa bastante desapercibido - abrió la boca y mi móvil volvió a sonar. - Hola - atendí. — Ana, hermosa – sonreí — Rick Pickman - el rostro de Ron se contrajo - ¿A qué debo el honor? - me di la vuelta ignorando a Ron. — Estaba pensando que ambos podríamos salir esta noche a divertirnos - sonreí y me di palmaditas - Ya sabes, pasar el rato - oh Ron, veamos cómo manejas esto. — Salir, me encantaría - respondí - Quizás divertirnos un poco después - la risa ronca del otro lado me dio el sí. — Me encantaría pelirroja - su voz se volvió más ronca - ¿Dónde? - pensé. — Bueno hoy no puedo, tengo otro compromiso, pero qué te parece el sábado en la noche - miré de reojo a Ron - Tú busca el lugar y me lo envías por mensaje, de esta forma nos vemos después antes de la reunión - volví mi vista a Ron. — Me parece perfecto, mañana te mando la dirección - murmuró - Nos vemos preciosa Ana. — Nos vemos Rick. - colgué. - ¿Sigues aquí? - eleve una ceja - ¿Pasa algo? — ¿Qué tienes esta noche? - abrí la boca. — Eso no es asunto tuyo - me acerque - Mira Ron, follamos, estuvo bien - hable tranquila. — ¿Bien? - elevo una ceja. — Ok, estás acostumbrada a tus adolescentes, lo entiendo, pero a veces puedes no cumplir las expectativas de una mujer y no pasa nada, son cosas que pasan - subí los hombros - No te exasperes, lo harás bien con la que sigue - palmee su hombro. - Por ahora, ya paso, follamos, fue aceptable, déjalo en el pasado - sonreí - Ahora, tengo que terminar de hacer gimnasia. Me acerque a él y deje un beso en su mejilla justo al lado de sus labios, una de sus manos me retuvo la cintura antes de que me pudiera alejar, lo mire fingiendo confusión, sus ojos analizaron mi rostro y bajaron a mi pecho, puse mus ojos en blanco y me aleje. — Que tengas linda semana, nos veremos por ahí - volví a poner la música. No espere que respondiera, solo comencé a correr, estaba jugando con fuego, lo sabía, pero no importaba, él tenía que bajarse de esa maldita nube en la que vivía, una donde su maldito ego ocupaba todo el panorama. Llegue a la casa de mis padre una hora después, me bañe, busque ropa y fui directo al centro comercial, aproveche para buscar muestras de telas, algunas fotos de muebles, colores de pinturas y comprar ropa. Volví a esos de las tres con mis hijos, mamá había preparado el almuerzo, papá estaba a su lado ayudando a servir, mire a mis hijos que sonreían mientras ellos acomodaban las patatas y carne, no les había comentado del divorcio, pero lo haría, sobre todo porque cuando saliera esta noche no quería problemas, solo encontrar un poco de liberación. Mi hermana me había organizado una cita a ciegas con mamá, amabas insistían que necesitaba salir a distraerme, ver que los hombres no eran todos iguales, pero yo quería sexo, no importaba si hice el duelo en mi relación o no, simplemente quería sexo, mucho sexo, igual al que me había dado Ron, si es que eso era posible. Me coloque un jean, mi body de encaje y unas botas, íbamos a ir a un bar a tomar unos tragos y charlar un poco, no era nada elegante ni mucho menos, quería las cosas más sencillas, aunque no empezaran para nada bien. Había llegado diez minutos tardes para generar suspenso, pero él ni siquiera había llegado, me tome dos margaritas y otro sujeto me coqueteo hasta que un hombre carraspeo y se acomodó a mi lado, sus ojos fulminaron al hípster que me observaba como si fuera su ultimo soplo de vida. — Anastasia ¿verdad? - mire al castaño a mi lado. - Mucho gusto soy Patrick - estiro la mano. — Hola. - sonreí. - Pensé que no venias - murmure incomoda. — Sí, eso - rasco su nuca - Perdón, estaba esperando que mi madre me trajera el auto, se lo había llevado. - abrí la boca y la cerré. — ¿Se lo prestaste? - levante la mano por otro trago. — No, es de ella - lo mire fijo. — ¿De ella? - afirmo. Definitivamente este sujeto no era como Ron, en ningún aspecto, delgado, cara de niño recién salido de la preparatoria, ojos castaños y cabello largo que ataba en la parte de atrás de su cabeza. Seguramente vivía con su madre. — ¿Cuántos años tienes? - curiosee. — Veintitrés - era un niño, un jodido niño - ¿Tú? — Treinta y nueve- sonreí y él también. — Oh bueno, es poca la diferencia - dieciséis años. - ¿A qué te dedicas? Me quede callada pensando en qué hacer, podría irme y ya, o quedarme y absorber su juventud y llenarme de colágeno para el futuro. Total, que podía salir mal.
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