Capítulo 4 Ego golpeado

2363 Words
Ron — ¿Estuvo bien? ¿Simplemente bien? Golpeó la bolsa de boxeo con fuerza, imaginando que es el imbécil que la llamó, pensando en el que se encontrará en la noche y sobre todo descargando mi frustración. ¿Bien? Ella había dicho bien, simplemente eso, era algo olvidable, aun cuando la había escuchado gemir mi nombre, era algo pasajero sobre todo cuando sus uñas se quedaron marcadas por una semana en mi espalda. — Pasajero y olvídame - murmuré molesto - ¡Patrañas! - volví a golpear. Nunca una mujer me trató de pasajero y olvidable, nadie me dijo que era algo que se podía dejar pasar, pero ella actuaba como si yo lo fuera, no había podido ver a través de sus ojos, no sabía si mentía o no, la mujer era un maldito témpano de hielo, perfecta para jugar al póker en lo que a mí respecta, de hecho, ahora que lo pienso, en la reunión de aquella vez, ella fue una de las que quedó hasta el final, ella casi le gana a Oliver y Hannah, eso era mucho después de conocerlos. Ana era una pared de concreto, la única vez que la vi frágil fue cuando fue a hacer la denuncia, cuando llego con aquellos niños y me mostro las marcas que su esposo había dejado en su piel, había leído el informe días después de que se me insinuara la primera vez, las pericias psiquiátricas hablaban de abuso, violencia psicológica, física, aquellas paginas mostraban retazos de ella que se murieron con los días, para solo dejar frialdad y… joder me había ignorado. Me trataba como si yo fuera algo del momento, el chico de una noche - aunque fue en la tarde - me trato como si fuese algo para pasar el puto rato y luego, zas… me había usado y desechado, cómo toallita desinfectante. Joder, hizo lo mismo que yo con muchas otras mujeres. Karma, maldito karma. Volví a golpear con insistencia, no estaba de humor hoy, no tenía ni un poco de humor, ella parecía ser la vengadora de las mujeres, la que llegaba, te volvía loco y antes de saciarte te dejaba tirado como bolsa de estiércol. ¿Así se sentían las mujeres que usaba? — Vaya, alguien está enojado - observó a Prescott sujetar la bolsa- ¿Necesitas descargar esa ira? - su tono sugerente me alertó - Ya sabes, podemos pasar el rato - su dedo pasó por la bolsa. — Te he dicho que no hables de eso en público - gruñó. Volví a golpear la bolsa y ella la sostuvo, no había nadie en el lugar solo nosotros dos, pero no quería que nadie supiera que yo me acostaba con ella, no me interesaba que tuvieran en cuenta cuanto, y como me la follaba, sobre todo porque luego me iba y si los demás sabían, iban a decir que esto era una relación y no, no lo era, ni lo sería. — No hay nadie. - se quejó - Vamos Ron, la pasamos bien juntos. - hizo un mohín. Su cabello rubio se movió junto con ella, tenía puesto un top deportivo que dejaba ver sus pechos exuberantes, su vientre desnudo dejaba a la vista una pequeña cintura y las prominentes caderas, era divina, pero no me movía nada, solo motivaba mi v***a y ya. Ella no motivaba nada más. — Te dije que no hablamos de nosotros en este lugar - chasqueé la lengua - Va, no hay un nosotros. — ¿Disculpa? - arqueo una ceja. — Follamos Prescott, solo eso, cuando a mí se dé la gana y ya, no es como si tuvieras que preocuparte por mi vida privada - soltó la bolsa. — Vaya, se te subió el ego, imbécil - se apartó - Nos acostamos, sí, pero es para satisfacer las necesidades de ambos - nos señaló - No hagas una escena de esto, no es como si estuviera enamorada de ti - su vista se desvió. — Creo que deberíamos acabar con esto - baje los brazos - Me dedico al análisis conductual Prescott - le recordé. — No estoy enamorada de ti - es por eso mismo que me estaba comportando como un cabrón con ella, se le notaba. — No soy un hombre para ti, es simple, eres joven, busca algún hombre que quiera estar contigo de aquella forma - suspire y las palabras de Ana volvieron a mi cabeza - Podemos vernos esta noche y despedirnos, será la última vez. - me observo en silencio. Había algo distinto entre Ana y Maggie, la primera no se contornea para mí, no me observaba con hambre en los ojos y mucho menos se me insinuaba, ella se movía como una condenada diabla para todos, ignoraba a todos los hombres y te hacía babear por ella como un puberto, como un maldito adolescente, porque lo había visto, vi cómo la miraba Ian, cómo captaba las miradas de todos, aunque no la observaban de aquella forma lasciva. Maggie era seducción pura, pero se regalaba, ella llega y se mueve con la intención de captar tu atención, contornea sus caderas, deja a la vista su pecho y te satisface con manadas gloriosas y luego se pavonea para tener más, se inclina para que vea sus senos o te toca sugerente hasta que te deja colado por ella. Maggie era accesible, Ana imposible. Volví a golpear la bolsa, me encantaba Maggie, su cabellera rubia envuelta en mi mano, los ruidos que le provocaba, pero ella no me miraba a través de sus pestañas pobladas de esa manera, de una que hacía que tus pelotas explotaran sin más, ella no parecía un fuego forestal en pleno invierno, no tenía esa chispa a la hora de darte mamadas, ni mucho menos se inclinaba de aquella manera para que la penetraras con fuerza, porque era lo que hizo Ana, me dejo que la tomara con fuerza, me dejo exprimido y sediento de más. Me jodio. — ¿La última vez? - su voz salió completa de pánico. — La última vez - sentencie. - Ahora vamos a trabajar. Me saqué los guantes y pase directo a las duchas, ella no me siguió, de hecho, en varias ocasiones se había colado por esas para que la follara contra la pared, la adrenalina de aquellos momentos eran algo glorioso, hasta que casi me descubre mi jefe, que da la casualidad es su padrino, es como una mierda multiplicada, porque él va a querer que yo responda como un hombre y no lo iba a hacer con ella. Con nadie. Me bañe rápido y salí directo a cambiarme, tome la camiseta negra y mi pantalón cargo azul oscuro, llevaba mi reloj y el arma en mi cintura, la placa descansaba junto a esta última, declarando a todo el mundo mi trabajo y la importancia del mismo. Entre en las oficinas quince minutos después, mis ojos observaron a todos, estaban reunidos en uno de los escritorios mirando la pantalla, junté mis cejas y me acerqué, los titulares eran simple “hallan a pareja muerta en las afueras de Canadá”, todos miraban tranquilos mientras la reportera hablaba. — Es el cuarto caso que llega en menos de una semana y media, la policía habla de un posible asesino serial - miré a Holmes y James. — Esto es un nuevo caso señores - sonreí. — ¡Atención todos! - el jefe apareció caminando - Tucker, apaga esa mierda - suspiró y tiro unas carpetas en la mesa - Necesito a los mejores para esto, estamos hablando de un trabajo complejo donde pueden perder la vida si no hacen las cosas adecuadamente - pasó la mano por su rostro - Es por eso que los dividiré en dos grupos, los que se quedan y los que saldrán a investigar - sonrió. — Eso se resume, los que tienen familia se quedan y los que no salimos - dije tranquilo. — No quiero esposas asesinándome luego - respondió molesto. — Tranquilo, el grupo de los solterones se encargará - sonreí y me saco el dedo. — Muy gracioso Fuhrman - carraspeo - En fin, veo que escucharon de los asesinatos en Canadá - afirmamos. - Bueno, hemos recibido un informe - nos acercamos todos a la mesa central - Los cortes y el modus operandi de los asesinatos corresponde con un caso no cerrado - sacó la caja. Me quedé observando las fichas apiladas dentro, el cartón marrón con tapa y una pegatina blanca con el nombre de los casos “El crucificador”, un asesino en serie que desapareció por al menos seis años. un hombre que se convirtió en un fantasma. El sujeto seguía un patrón básico, mujeres caucásicas, de metro cincuenta y cabello rizado, los hombres eran otra cosa, alto, robustos y la mayoría salía de algún bar. A las mujeres además de dejarles la marca en el cuello, una cruz invertida, también las dejaba con las manos en su vientre, como protegiéndolo, algo que contrastaba con las palabras que se encargaba de escribir en su cuerpo. Las dejaba desangrarse. “Zorra, puta, pecadora” Al hombre le sacaba las manos, les ataba el cinturón en su cuello, escribía palabras como “borracho, golpeador, asesino”, los mataba por asfixia y luego dejaba la marca. Era más violento con los hombres que con las mujeres, lo que dejaba en claro que tenía un problema paternal, pero no eran parejas, nunca lo fueron. — ¿Por qué traes ese caso? - cruce mis brazos. — Las personas encontradas tienen la marca del “crucificador” en el cuello - mostró las fotos - Si bien ahora son parejas, lo que podemos decir que es alguien que imita al antiguo crucificador o quizás es el mismo - paso las imágenes. — ¿Eso no tiene sentido? - murmure - Mata a hombres y mujeres, los hombres sufren la mayor parte de la tortura, ahora es la mujer quien lo sufre - mire las imágenes - No podemos hablar de la misma persona - movió las imágenes. — Todo indica que sí, el hombre está asfixiado, la mujer ahora tiene las misma palabras “Zorra, puta, pecadora”, pero a su vez la colocó a los pies del hombre y en su espalda hizo la cruz, la verdadera cruz, coloco una frase - dejo la imagen. — “Nos vemos en el infierno” - Holmes leyó. - Algo lo altero - afirmamos todos. — Hay al menos seis casos que no han salido en las noticias, no quieren que las personas entren en pánico, pero nos necesita allí, cada asesinato ocurre con una cantidad de horas, horas que se van acortando, tenemos que viajar hoy mismo, por lo que parece se está moviendo hacia Estados Unidos, iremos para observar si no hay asesinatos cerca de la frontera, analizar las pistas nos ayudara, Canadá, la policía montada, nos dio autorización para ayudar, al final de cuentas empezó aquí y ahora se fue para allá - mire las imágenes callado. — Pero está volviendo - tome los papeles - Hay que averiguar qué le pasa, está siendo algo descuidado, parece estar cargado de ira, puede que venga a Estados Unidos o puede que nos esté desviando para hacer algo en específico - todos se callaron. — ¿Crees que tu amigo nos ayudara? - negué. — Es mejor de edad, no lo voy a poner a buscar un asesino serial - dejé los papeles - Tenemos un hermoso servicio de inteligencia en sistemas, has que trabajen más, que tracen caminos, busquen las calles y uso de tarjetas o algo - moví la mano. — No sabemos quién es - recordó James - Nunca supimos su identidad, ¿Cómo lo atrapamos? - pensé un momento. — Supongo que así, busquen un nombre que se repita en todo el circuito, algo que nos lleve a una persona en específico, no sé - pase la mano por su rostro. - Tenemos que encontrar lo que sea, pero que nos sirva para seguir, debe tener un auto, busquen reportes de robo, asaltos, algo - el jefe me observo. — ¿Podemos hablar? - afirme despacio. — Claro. Nos apartamos de todos mientras comenzaban a leer lo que habíamos dejado en la mesa, no podíamos quedarnos sentados esperando que se delatara, él se nos había escapado de las manos sin importar cuantas horas pasamos en el caso, simplemente se fue, desapareció y nos jodio la existencia. — Hollman alego tener problemas psiquiátricos - apreté mis dientes. — ¿Qué? - tomo aire. — Lo sé, es lo que está usando la defensa, con King muerto, su padre entro en depresión, nos dijo algo, pero no lo suficiente, esta jodido, no va a salir, las cuentas muestran que estaba metido en la trata de personas, la venta de armas y tráfico de drogas, pero no ira a aquella prisión - apretó mis puños - Quería que te enteraras por mi boca. — Mi mujer murió por ese cabrón, la mato, dijiste… - tomo aire y me callo - Dijiste que me darías justicia, no sé qué clase de justicia es esta, no me sirve - solté las carpetas en la mesa. — No es algo… - levante la mano. — Sale y lo mato, lo mato… - gruñí - Puedes quedarte con mi arma y meterte el ascenso en donde te quepa, si él sale lo mato - me aleje. — ¡Sigo siendo tu jefe! - y lo mire. — Solo no te golpeo por eso - me aleje - ¡Lo quiero preso! En esa puta prisión, no con cama de algodón y vistas al parque, me lo prometiste - grito y todos se quedan callados. - ¡Era mi mujer! Ella… - niego. - Vete a la mierda Charles. Salí echando chispas, me habían arrebatado mi familia y él me lo decía así de tranquilo, no se movió para que entrara mi caso, para que mi mujer fuera vengada, no, solo cubrió su trasero. Abrí la puerta y salí, no volvería hoy a esta mierda.
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