No puedo mirarlo a la cara, pero a él no parece importarle en absoluto. Se divierte bastante leyendo el menú.
Una camarera se acerca unos minutos después de su llegada y pide un par de cafés con crema de caramelo y galletas.
Una vez que la chica se ha ido, fija sus ojos en mí.
—¿Y bueno?
Cierro los ojos con fuerza durante unos segundos y entrelazo los dedos en mi regazo antes de mirarlo.
Quiero decir algo, pero las palabras no me llegan. Es como si mi lengua los hubiera olvidado. Como si mis cuerdas vocales no pudieran recordar cómo producir ningún sonido.
—No sé por dónde empezar—, le digo, después de un momento largo e incómodo.
—Trata de empezar por el principio— él se recuesta en la silla y entrelaza sus dedos detrás de su cabeza en un gesto casual e indiferente——¿cómo diablos t
