Nada de lo que hizo importaba. Y ya nada podría arruinar mi existencia; Entonces, sin más preámbulos, acepté el trabajo que sugirió Tyler.
Él ríe. Realmente se ríe... pero suena como un gesto torturado. Como si cientos de emociones se arremolinaran dentro de él y estuvieran a punto de volverlo loco.
Mis manos se envuelven alrededor de su brazo y descanso mi cabeza en su hombro. No me atrevo a decir nada. Él tampoco siente que pueda arrancar las palabras de mis labios, así que decido seguir escuchando.
—No sé cuándo entré a formar parte del selecto grupo de Rodríguez—, dice. Tyler y yo solíamos ir juntos a todas partes y nos encargábamos de emitir advertencias a diestro y siniestro. Aprendí a usar un arma porque era necesario, pero en realidad nunca la usé. El apodo de Demonio lo gane má
