En el pais H Maripaz estaba recorriendo tiendas, ella quería encontrar algo especial para regalarle a sus padres por su aniversario, y también aprovecharía para comprarles a sus hermanas unos collares en oro de 24 quilates, este pais era muy conocido por la producción de ese oro.
Ella estaba aprovechando que su novio Enzo estaba en el último día de su congreso médico, así que ingreso a una de las Joyerías más prestigiosas del pais
--Buenos días señorita, en que puedo atenderla. Mi nombre es Liza-- se presenta una de las vendedoras ante ella
-- Buenos días, estoy buscando unos collares en oro de 24 quilates--
-- Sígame por favor-- le indica la vendedora y la lleva a una sala amplia, en ella hay varias vitrinas que exhiben collares preciosos en oro de 24 quilates y dijes para hacer juego. Maripaz avanza observando todos, al llegar a la mitad encuentra un collar con una joya preciosa, esta tenía un color turquesa y en ocasiones parecía verde o azul. Al mirarla quedo hipnotizada, se parecía mucho a los ojos del abuelo Jensen y del tío Jared.
-- Señorita Liza, quiero esta-- le señalo
-- Señorita es una excelente elección, esta joya es un diamante esmeralda. Tiene un color aún no definido, en ocasiones podría verse azul cielo o en ocasiones verde turquesa--
-- Es perfecto. Tendría dos más iguales--
-- Oh señorita, si tenemos más diamantes esmeraldas. Pero estas joyas son únicas, podrían parecer iguales pero cada una tiene una tonalidad distinta. Podría ser muy difícil diferenciarlas, pero un experto encontraría las diferencias. Puedo mostrárselas si desea-- le dice la vendedora. Maripaz está embobada con lo que acaba de decir la vendedora, pareciera que las estuviera describiendo a ella y a sus hermanas, ellas eran como esos diamantes porque podían parecer iguales, pero cada una tenía una personalidad distinta y era muy difícil poder diferenciarlas.
-- Sí, quiero verlos-- le dice y la acompaña a una habitación cerrada, ahí la vendedora pide autorización y retira una gran caja de una caja fuerte en la pared. Ahí estaban, efectivamente para los ojos de Maripaz eran exactamente iguales.
Ella le pidió tres, quería que los diamantes vayan en unas pequeñas cadenas de oro, y pidió que en el enchape de oro que sostenía cada diamante le graven una sola letra.
--Como usted deseo señorita. Pero será difícil poder ver la letra gravada, solo podrá verla si utiliza un amplificador de imagen, igual al que utilizan los joyeros--
-- Perfecto, no hay problema. Liza por favor graba la P, la F y la G-- le indica Maripaz. También le pide que le coloque en la caja donde irán la inicial que tenía el diamante dentro. Para así diferenciar cual era de cada una.
Maripaz estaba muy contenta por este regalo único que consiguió para ella y sus hermanas. Se acercó a la caja y cancelo el importe de los tres diamantes y las cadenas. Ella las recogería al fin del día. Salió de la joyería y siguió su camino en busca de los obsequios que le faltaban.
En la residencia de los Richett Monard se encontraban Josephina y su madre Sofía, ellas esperaban la llegada de Marife, hace tres años que no veían a su pequeña y ambas estaban ansiosas, Josephina había preferido quedarse con su madre en casa y dejar que sean los hombres quienes vayan al aeropuerto, Marife moría por su padre Giuseppe y su abuelo Jensen ella se sentiría muy feliz por ver a sus dos engreídos esperándola en el aeropuerto.
En casa Josephina se había esmerado al preparar una deliciosa cena para ella, sus hijas eran idénticas pero sus gustos por la comida eran muy diferentes. A Marife siempre le habían encantado los mariscos y moría por los camarones, los cangrejos y la langosta, así que la comida para hoy estaba repleta de ellos.
El auto de Giuseppe se estaciona a un lado de la residencia y Marife al ver a su madre y a su abuela asomarse por el recibidor sale corriendo para lanzarse a los brazos de ellas, su padre se les une en el abrazo y las ayuda para que todas entren a la residencia. Fueron tres largos años sin verse y aunque sus tres hijas eran exactas siempre Josephina lograba ver si una de ellas estaba más delgada o si alguna había cambiado el tamaño de su cabello.
Sofía no puede dejar de mirar a su nieta, quien les está relatando su vida y sus anécdotas en el internado
--Marife querida, porque no subes a tu habitación y descansas un rato. Debes estar agotada por el viaje, tu hermano y tu abuelo todavía van a tardar una hora. Ve que yo te levanto para la cena-- le dice su madre y Marife reconoce que, aunque siempre fue la más activa de las tres tenía que reconocer que estaba cansada. Ella se acerca a su abuela y le da un beso en la frente y sube a su habitación, abre la puerta y se queda mirando todo. Habían pasado tres años desde que se fue y su habitación estaba igual a como la dejo, su enorme cama al centro con su edredón n***o como a ella le gustaba están ahí, todos los cojines rosas y blancos también estaba sobre la cama, ella se acerca a su walk in closet y toda su ropa había sido reemplazada por vestidos, pantalones, chaquetas, trajes, zapatos, carteras y accesorios a la moda, eso seguro que lo hizo su hermana Zia, ella siempre era la que se encargaba de comprar toda la ropa para las tres, abre uno de los cajones y saca un babydoll en color blanco y unos calzones que hacían juego, busca un sostén y los coloca sobre la cama. Fe tenia algunas manías, ella se parecía mucho a su tío padrino Piero, ambos no podían dormir en una cama si no se duchaban antes.
Marife entra al baño y se da una ducha reparadora, se envuelve en un albornoz y sale hacia su cama, al acercarse toma la ropa que había colocado ahí y se cambia. Su cabello lo tenía mucho más largo que sus hermanas, en estos tres años no había tenido mucho tiempo para cortárselo en un salón de belleza por lo que se limitaba a atarlo en una cola alta y luego lo enroscaba en un moño. Al terminar de cambiarse sintió que el cansancio se apodero de ella y sin terminar de secar su cabellera, se mete entre sus sabanas y se queda dormida.
Marife duerme muy a gusto en su propia cama, su madre que subió para despertarla una hora después, al verla tan tranquila decidió dejarla dormir, se acercó a ella, le da un pequeño beso en la frente y sale para dejar que descanse un poco más.
Marife tenía una sonrisa en su rostro, ella estaba dormida y estaba soñando con un desconocido a quien no había podido ver bien, en sus sueños lo único que ella recordaba de él, era su perfume y la sensación que este desconocido logro dejar en ella.
Eran cerca de las ocho de la noche cuando Marife se despierta, la habitación estaba totalmente a oscuras, ella aspira y siente el olor hacia tres años no había podido sentir y sin necesidad de encender la luz, camina hacia el baño. Fueron tantos años los que durmió en esta habitación que la conocía a la perfección, la ubicación de cada mueble, la distancia entre cada uno de ellos, todo. Maripaz se lava la cara y los dientes y sale de su habitación para buscar a la familia.
Su mamá estaba terminando de poner la mesa, su abuela ya se había ido a la mansión que quedaba solo a unos metros cruzando la laguna, su padre Giuseppe quien tuvo que salir al bufete para una reunion ya estaba de regreso en el salón. A sus padres siempre les gusto estar solos, la mayoría de empleados se encontraban en la mansión del abuelo Jensen y la abuela Sofía, así que su madre siempre tenía tiempo para preparar la cena, ella recuerda que siempre era la cena donde la familia estaba completa. Se escucha un ruido en la puerta y al voltear Marife se encuentra con la mirada de su hermano Mateo
--Marife acabas de levantarte, cuanto has dormido--
-- Me levante hace un rato, y recuerda que el cambio de horario siempre me tumba--
-- Verdad, como olvidarlo. Lo que pasa es que fueron tres años sin molestarte pequeña Fe…a-- le dice y la abraza fuerte y le da un beso en la mejilla, luego le revuelve el pelo con la mano y va hacia donde está su madre para saludarla y darle un beso en los labios, solo Mateo podía besar a su madre en los labios, desde que él era pequeño siempre saludo a su madre de esa manera, ellos decían que era su beso de amor entre madre e hijo, se veían muy lindos.