CAPÍTULO VI Llamaron con discreción a la puerta. Maggie cruzó la habitación y abrió. Sheena la oyó murmurar algo y después volvió a cerrar la puerta. —Es el mensajero— dijo en voz baja. Sheena levantó la cabeza de su escritorio. —Casi he terminado —explicó con aire dudoso y mordisqueó la punta de la pluma de ave con que escribía. ¿Qué podía decir a su padre? Le habían dicho que un mensajero iba a partir en forma secreta hacia Escocia esa noche y que cualquier carta enviada por su conducto llegaría sin problemas, y sin que la examinara nadie, como sucedía normalmente con todas las otras cartas que salían del Palacio Si Sheena no hubiera sospechado de la presencia de espías, que observaban y vigilaban a todos, Maggie no habría tardado en sacarla de su error. —Hay espías de la Reina— h