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1005 Words
Nosotros aprendimos a vivir. Nuestra libertad viene a un final. Nosotros hemos derribado esa pared. Es mentira eso de una larga juventud en la vida. Mira dentro de mis ojos. En sus marcas, listos, fuera. Es momento de correr. El cielo está cambiando, nosotros somos uno. Juntos podemos hacerlo aunque el mundo se derrumbe. No mires hacia atrás. Tokio Hotel – Ready, set, go.   * * *             El joven de corto cabello castaño procedió a bajar el cierre poco notable que se situaba al lado delantero de la túnica que llevaba puesta. —¿Qué haces? —quizo saber Aurora con urgencia.             Le era insoportable saber que ahora no tenían escapatoria alguna, que solamente le restaban segundos antes de ser asesinados y a todas estas a Alexander solo se le ocurriera despojarse de su vestimenta.                 Los pasos se escuchaban cerca, por suerte habían tomado ventaja y todavía los tenían a distancia; aunque por muy poco tiempo. El joven colocó la pesada prenda oscura alrededor de su novia, cubriéndole la cabeza, espalda y los costados. Quedándose vestido con un conocido jean azul, una negra camisa de manga larga de botones en frente y sus botas militares. Otra mirada le hizo entender a Aurora que algo se proponía aquella mirada oscura y brillante. No tardaron más de tres segundos hasta que volvieron a escucharse los pasos acercándose y a lo lejos aquellas personas asomarse, levantando sus armas.             Alexander alzó su novia en brazos, hecha un ovillo acurrucándola contra su pecho y retrocediendo sólo ocho pasos antes de correr hacia adelante y arrojarse hacia el cristal sin pensarlo más, antes que alguna bala diera con ellos.               Alexander cerró los ojos con fuerza, bajando la barbilla lo más que pudo, exponiendo su cráneo al golpe mientras Aurora sintió la presión en su espalda al chocar contra la superficie del cristal que conformaba la pared al final del pasillo. Su protector la sostenía con más fuerza aún. Era vida o muerte, no existía otra escapatoria posible. Los disparos se escucharon al mismo tiempo que el estallido agudo del vidrio al hacerse pedazos y derribarse en añicos, mientras el par de jóvenes se arrojaban al vacío.             Aurora se sobresaltó, incorporándose rápidamente sobre la cama con el corazón latiendo tan fuerte como un tambor de ritual africano. Intentó asimilarlo todo, confundida. Su respiración no dejaba de ser agitada; pero se tranquilizó un poco más al ver a Alexander dormir plácidamente envuelto en sábanas blancas a un lado de ella, se veía como siempre, tan angelical, inofensivo y vulnerable mientras mantenía los ojos tranquilamente cerrados, entregado a un sueño profundo y calmado; para ella era el ser más adorable del mundo.             Volvió a recostarse sobre el colchón, bañada en sudor y con los nervios de punta, todavía podía sentir el impacto en la espalda, el fastidioso dolor del golpe en un sueño pesado, esta vez se situó de costado para poder observar más de cerca el perfecto perfil de éste mientras lo abrazaba con un brazo y una desnuda pierna como si se tratara de una almohada humana. Todo había sido no más que una pesadilla, había estado durmiendo en su cálida habitación, en casa de sus padres y a un lado de su misterioso novio.             Para ella era perfecto, el ser más hermoso, la piel más suave y tersa. Una nariz recta y puntiaguda bajo ligeras pecas, un par de rosados labios llenos y unas cejas abundantes que dejaban en claro la cantidad de reservas de energía que tenía. Pero más allá de un perfil ideal había un objeto que le llamó mucho la atención, la visión se hizo menos borrosa conforme enfocaba más aquello que se le antojaba curioso. Era blanco a simple vista, de modo que contrastaba con lo demás que tenía alrededor en aquella tenue iluminación de la habitación, se incorporó nuevamente sobre la cama, esta vez más lento para no despertar a su novio; entonces decidió colocar sus pies descalzos sobre la madera fría del piso, levantarse y averiguar de qué se trataba. Dio pasos calmados hacia aquel extraño y llamativo objeto. Se detuvo justo en frente y se inclinó lo necesario para tomarlo en sus manos; era firme, un poco frío por la temperatura del ambiente y parecía tener forma... una máscara.             Estaba sobre una túnica negra de la cual no se había percatado antes, todo comenzaba a cobrar sentido, armándose como un rompecabezas en el interior de su mente.             En medio de la incertidumbre volvía a retumbar dentro de su pecho un corazón advertido por una película mental desarrollada durante el sueño.           >             Dio un respingo al percatarse de algo más extraño e inesperado, aquella persona que había estado dormido hace algunos segundos, ahora permanecía sentado sobre la cama con los pies sobre el suelo, observándola con un rostro bastante serio y carente de expresión. En la escasa claridad de la habitación, Aurora prefirió desviar la mirada después de segundos, disimulando la sorpresa y la incomodidad que provocaba el silencio de su pareja. Prestó entonces atención a la ventana, que extrañamente estaba abierta de par en par, dejando a la vista la solitaria calle a horas de la madrugada y las hileras de casas al otro lado de esta cuyas luces apagadas le daban un aspecto bastante tenebroso.             Se acercó para cerrarla, con las piernas temblorosas debido a los nervios y una vergüenza inexplicable mezclada con una pizca de temor que ni el viento que removió su cabello logró desvanecer.             Después de juntar las dos tablas macizas y ajustar el pestillo se llevó otra sorpresa que le dio escalofrío y casi provocó en ella otra brusca reacción. Alexander había recostado su pecho en la desnuda espalda de esta, colocando con delicadeza una mano sobre el vientre y otra un poco más arriba, abrazándola. Aurora detuvo la respiración sintiendo entonces el suave aliento de su novio justo al oído. —No tengas miedo —susurró este.  
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