Estaré allí para encontrarte.
Estaré allí para guiarte.
Mi amor es un ardiente fuego consumidor.
No. Nunca estarás sola.
Cuando la oscuridad aparezca, alumbraré la noche con estrellas.
Escucha los susurros en la oscuridad.
No. Nunca estarás sola. Cuando la oscuridad aparezca, te darás cuenta que nunca estoy lejos.
Escucha los susurros en la oscuridad.
Skillet – Whispers in the dark.
* * *
Aurora se tumbó sobre el suelo completamente, sintiéndolo frío y seco. Procediendo a cerrar los ojos volteándose de medio lado, con el cuerpo ligeramente doblado, incapaz de sentir algo más que la intranquilidad mental que provoca una situación semejante. En su cuerpo no había punto que le doliera como lo hace alguna herida, solo pensó durante milisegundos en lo firme y compacto de la cerámica del piso.
Los disparos seguían escuchándose en algún lugar muy cercano. A partir de entonces Aurora logró convencerse de abrir los ojos para luego sorprenderse con lo que veía muy cerca de ella, también sobre el piso, destilando sangre en cantidades hasta formar un charco escarlata.
La joven de largo cabello oscuro levantó la mitad de su cuerpo, apoyándose con los brazos del suelo y comenzando a tener en cuenta todo cuanto captaban sus ojos: varios de aquellos personajes disfrazados ahora estaban tumbados sobre el piso, muertos y sangrantes. Se incorporó rápidamente sobre sus pies, tambaleando ligeramente y confundida. Alexander continuaba disparándole a los de su propia secta y al pausar se acercó velozmente a la joven que miraba todo con ojos como platos; la tomó de un brazo tirando de ella con fuerza hasta retroceder y alejarla de allí unos cuantos pasos. Algo sacó de un bolsillo de su larga y oscura pero suave túnica, era en forma de cilindro, la cual presionó de algún modo antes de arrojarla hacia arriba y ésta caer luego sobre el piso a varios metros de donde estaba él y su novia.
Aprovecharon que el humo verde de la bomba lacrimógena confundió todo y de tal modo detuvo al resto del escuadrón al cual no pudo eliminar, quienes entonces procedían a sacar armas de los estantes ubicados en las paredes del amplio salón blanco, esto les dio ventaja al par de jóvenes que ahora huían, pero lo más peligroso quedó aún con vida: Bakuning, el líder de aquella extraña colectividad de gente disfrazada.
Alexander y Aurora no aminoraban el paso, las paredes a cada lado se les hacían no más que un manchón borroso por la velocidad de la carrera. La joven sentía la fuerza de la mano de Alexander apretar su brazo, pues, su novio se negaba a soltarla y exponerla a otro peligro.
El largo pasillo llegó a su fin, dejando entonces dos opciones de la cual Alexander decidió por la de lado derecho, tirando de su novia y prosiguiendo la carrera mientras aquel montón de pasos semejantes a un tropel de caballos se acercaban desde atrás. Aurora sentía estar quedándose sin aire y sus piernas ardían por la carrera, incluso de su cabellera se deslizaba sobre un lado de su frente una perla de sudor, entonces echó un vistazo hacia lo que habían recorrido, para tener en cuenta cuanto de lejos estaba el peligro de ellos, pero no era lo que esperaba, el escuadrón había doblado la esquina pasada mientras otro grupo se acercaba desde más atrás por el mismo pasillo recto en el que avanzaban los perseguidos. Los disparos se escucharon, las balas chocaban contra el piso muy cerca de ellos, lo cual hacía que la adrenalina recorriera con más violencia el cuerpo de cada uno al intentar escapar.
Alexander se detuvo en seco y como un reflejo Aurora también, no esperaban que otra parte de lo que parecía ser un batallón interminable los esperara al final del pasillo en el que estaban mientras otros se acercaban desde atrás, no lo pensó ni cinco segundos cuando continuaron la carrera tomando un atajo hacia la izquierda por otro camino corto y con luces parpadeantes. El lugar era inmenso y lleno de vías tanto largas como cortas, caminos transversales y quizá sótanos también, todo se podía esperar. Al llegar al final de este otro doblaron nuevamente hacia la derecha, sin detenerse un instante, luego hacia la izquierda en uno de tantos pasillos que partían de otro y se asemejaban a un laberinto interminable.
Los pasos acechantes se escuchaban retumbar, ecos de gritos que parecían darle instrucciones a otros, como diciéndoles por dónde debían correr para acorralar a los objetivos. Aurora sentía que sus pulmones explotarían en algún momento, casi se daba por vencida; mientras Alexander aún tenía reservas de resistencia, no era la primera vez que corría de una manera semejante. Llegaron al final de otro pasillo y eligieron un atajo distinto, sin detenerse un instante, doblaron otro centenar de esquinas, cruzaron otras vías en forma de túnel hasta que llegaron al final del camino opacamente iluminado e igual de parpadeante que muchos de los otros, entonces se detuvieron al fin, Aurora observó todo rápidamente, fotografiando con la vista y guardando en su memoria, en cambio Alexander ya conocía todo el lugar.
Era una especie de salón redondo perfectamente iluminado, con varias alternativas, vías de escapes, parecía ser el lugar madre del cual partían caminos hacia distintas partes del extraño edificio. Los gritos se escucharon nuevamente y con estos los fuertes y afincados pasos de sus cazadores, si no corrían ahora, no lo harían nunca, pues, Alexander y su compañera se percataron que de distintos pasillos se acercaban seres vestidos de n***o con sus armas arriba, los disparos prosiguieron y las balas sonaban como de costumbre al chocar contra cualquier superficie con una fuerza mortal.
—Por acá... —dijo Alexander con rapidez.
Tiró una vez más del brazo de Aurora, eligiendo una de las ocho salidas donde solo dos de ellas no tenía a la vista aquellos perversos seres.
Después de correr por sus vidas durante aproximadamente quince minutos sin pausa, se detuvieron al final de una vía que permanecía con un tono claroscuro, un pasillo ciego, con una pared de cristal que dejaba ver la altura en la que se encontraban, un cielo estrellado, la luna llena y todos los árboles que se imponían a los alrededores, impidiendo a medias la vista hacia las luces de la ciudad a lo lejos.
El pasillo había llegado a su fin y Aurora entró en cuenta que ambos estaban atrapados. Alexander con fría y calculada determinación clavó su mirada en las pupilas de ella, viéndola con una expresión ausente de algo que no fuera salvarla, mientras la joven no tenía en sus ojos algo distinto a una laguna de miedo.
Una idea chocó contra la inteligencia del joven de piel blanca, fusionándose y dándole luz verde a la actitud que tomó a continuación.