Capítulo 2

1512 Words
Éste mundo nunca será lo que hemos esperado. Y si no perteneciera a él ¿cómo lo habría supuesto? No abandonaré lo que quiero. Mira que no es demasiado tarde. Nunca es demasiado tarde. Aún cuando te digo que todo estará bien te escucho susurrar que quieres acabar con tu vida. Ahora vamos a intentarlo nuevamente; sólo vive. Puede ser que las cosas cambien, porque nunca es demasiado tarde. Nunca es demasiado tarde. Three days grace – Never too late.   * * *     Así tuvo que regresar a casa, sola, empapada de agua y a tardes horas de la noche.     El espejo reflejaba una mujer de estatura mediana, ojos verdes y cristalizados. Esa noche la fiebre la torturó aún más, su madre por suerte prefirió no preguntar demasiado, Aurora solo dijo que Alexander se había ido, para siempre. Así que se dedicó únicamente a prepararle un té y administrarle los medicamentos básicos para calmar aquello.     Esa noche se hizo larga y no logró conciliar el sueño ni cinco minutos seguidos. Cuando el amanecer comenzó a dar las primeras señales luego de una fría y tormentosa madrugada que no dejaba de martillearle la cabeza, sus ojos estaban hinchados, enrojecidos y con notables ojeras. Sentada sobre la cama abrazó sus piernas, colocando la barbilla sobre las rodillas y manteniendo la mirada totalmente ausente.     Sobre la mesa en su cuarto yacían cuadernos y lápices con libros de universidad, de modo que hizo lo propio de cada día luego de levantarse y se sentó ante la mesa, pretendiendo analizar el tema del próximo examen de estadística, pero a pesar de intentar interpretar algo no conseguía sino estar más frustrada y con malestar general. Su madre fue breve al darle ánimos cuando le dedicó el detalle a su hija de llevarle el desayuno a su cuarto, en cambio su padrastro mantenía los codos sobre la mesa del comedor, apoyando su mentón sobre el dorso de sus manos, ingeniando como darle a Alexander su merecido; era notable que Aurora la estaba pasando muy mal. Ahora estaba sola en la habitación, con el sándwich sin terminar y un sorbo de té dentro de su boca.     La hora estaba sobre el medio día, cerró el libro y decidió arreglarse para salir, tenía que hacer algo, tenía que intentarlo nuevamente. Dentro de una mochila colocó un pequeño termo con agua, una navaja automática de manga roja y una linterna, se preguntó qué más podría hacerle falta, vio la Biblia sobre la mesa y aunque no lo consideró tan necesario igual la agregó al morral. No se dedicaba a practicar las enseñanzas de la Iglesia, pero si le gustaba leer bastante de una cosa y de otra para tener su propia opinión acerca de las religiones de mundo y Dios. Aunque, últimamente los creyentes cristianos se habían visto atemorizados por una oleada de muertes, parecía ser que alguna persona o grupo anticristiano se dedicaba a quitarles la vida de una manera bastante terrible. Nuevamente ante el espejo se colocó el collar del cual pendía un sutil crucifijo dorado, porque a pesar de muchas dudas tenía Fe.     Salió de su habitación luego de cerrar la ventana que dejaba una amplia y excelente vista hacia la calle y las casas del otro extremo. Posteriormente se despidió de su madre y su padrastro, quien se dedicaba a brindarle el mayor bienestar a lo que se podía considerar una familia y además de eso consentía a Aurora como todo padre cariñoso, razón por la cual ella lo calificaba como un hombre intachable.     Avanzó hacia la calle. No estaba segura de conseguir lo que buscaba pero era confortante imaginar que existía una posibilidad prometedora.     Luego de minutos llegó a Parque Verde y cruzó la autopista después de esperar a que terminara de pasar un auto de carga gigante, la joven escuchaba sus propios pasos conforme caminaba, dobló los brazos para enganchar sus manos en las correas del morral como si fuese a caerse de su espalda y escaneó todo con la mirada. Entonces se adentró en el bosque, fijando la vista a la lejanía y decidiendo no acobardarse ahora que había avanzado bastante.   * * *     Colocó el gorro del suéter gris sobre su cabeza, cerrando los ojos e imaginando el delicado rostro de Alexander Korkunov, ligeramente pálido de nariz recta y hermosos labios.   —¡ALEXANDEEER! —llamó a gritos—. ¡ALEXANDEEER! ¿DÓNDE ESTAS? —pausó durante cinco segundos—. ¡ALEEEX!     Ya sabía que podría estar allí, en alguna cueva secreta quizá. En una ocasión es esbelto joven le había comentado acerca de su extraña preferencia por visitar el bosque y permanecer en él sin sentir el menor temor.     Aurora escuchó algo moverse entre los arbustos, podría ser un animal... o una persona. Se detuvo un momento solo para sacar de su mochila la linterna y así conseguir una mejor vista de su camino. El ruido volvió a escucharse, esta vez más cerca, Aurora sintió que su corazón se agitaba y todo el cuerpo era consciente de la adrenalina que bullía desde sus vísceras a partir de ese momento. Presionó el botón de encender y rápidamente la luz tomó lugar sobre el camino, nuevamente el ruido parecía pertenecer a varios animales que venían en dirección contraria, aunque presentía que estaba rodeada puesto que los ruidos raros parecían llegar desde diferentes partes.     Movió la linterna rápidamente en todas las direcciones, pero solo distinguió algo que permanecía inmóvil, al acecho. Estar en el bosque hacía dudar a cualquiera acerca del tiempo, bien podían ser las ocho de la mañana como las cuatro de la tarde, el ambiente siempre estaba así, frío, sombrío, monótono.     No se movió, solo mantuvo la linterna sobre aquello que avanzó sin miedo hacia ella: Un humano, una persona que no dejaba ver su rostro. —¿Alex? —pronunció, esperando recibir una respuesta afirmativa y no la sorpresa que se llevó al saber que una mano tapaba su boca desde atrás y muchos otros se acercaban entonces.   * * *     Aquella mano extraña se apartó de su boca, pero rápido mostró un filoso cuchillo ante sus ojos y luego lo acercó a su cuello, dándole a entender que era más conveniente mantenerse tranquila, el resto parecía estar armados aunque todo era confuso y poco visible, a simple vista se les distinguía una oscura vestimenta pero todavía no lograba ver el rostro de alguno. —¿Quiénes son ustedes? —preguntó atemorizada—. ¿Qué quieren de mí? —dijo tras una pausa—. Sólo busco a mi novio. Por favor... no me hagan daño —ninguno respondía—. ¿A dónde me llevan?       Le hicieron caminar un largo trayecto a través del bosque, esas personas parecían conocer el lugar bastante, ya que no necesitaban ningún tipo de luz para desplazarse sin problemas, el sol se habría puesto y ya proseguiría la noche, mientras ella no era menos que una posible víctima de secuestro.     Finalmente llegaron a un lugar a cielo abierto, sin árboles de por medio, solo a los alrededores visibles, como haciendo una muralla natural, ante ellos se situaba una enorme casa, parecía más bien un edificio viejo y descuidado a simple vista. Pero también podría calificarse como una infraestructura bastante costosa, aún conservaba ventanales de cristal y una inmensa puerta de madera maciza.     La llevaron a punta de trompicones hacia el interior del lugar, obligándola a subir un gran número de escaleras, probablemente ahora estaría a unos cuantos pisos de altura. Por más que quisiera no se atrevía a forcejar, eran varios y eso podría costarle la vida, prefirió esperar un poco y enterarse luego, de una vez por todas, de qué se trataba todo esto.     Uno de aquellos extraños personajes le quitó el bolso de una sacudida que la hizo quejarse apenas, después de todo parecían ladrones disfrazados. Pero ¿Qué podrían arrebatarle? No era que tuviera dinero o cosas de valor. Solo conservaba lo estrictamente necesario para la ocasión. Llegó finalmente hasta un salón iluminado cuyo entorno parecía ser más bien una sala de hospital vacío, los ojos de Aurora se arrugaron un poco al sentir ardor por el exceso de claridad luego de haber caminado por pasillos oscuros mientras los empujones continuaron haciéndola avanzar torpemente; > pensó la joven, pero ya era demasiado tarde para rectificar. Un empujón definitivo hizo que aterrizara casi al final del pasillo, cayendo de bruces frente a un par de grandes pies de botas negras.     Levantó la cabeza, escaneando con la mirada paso a paso desde abajo hacia arriba el cuerpo de la persona que tenía en frente, en el momento no podía incorporarse con rapidez ya que el golpe había sido fuerte y los brazos, codos, abdomen y parte de la cara aún le dolían. Pero pudo notar que la ropa en general de aquello parecía ser de tela gruesa, oscuro pantalón y franela sin mangas con correas rodeando su robusta cintura, guantes de cuero en sus manos, más unos aterradores ojos azules casi blancos observándola intensamente y no con muy agradable expresión. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD