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1170 Words
La verdad está escondida en el interior de tus ojos y está colgando en la punta de tu lengua. Hierve en mi sangre. Pero crees que no puedo ver el gran hombre que eres. Si fueras valiente probablemente figurarías esto por fuera; Sobre nosotros (estoy gritando “te amo tanto”) Sobre nosotros (pienso que no lo puedes descifrar) Paramore – Decode.   * * *             En alguna otra parte del pueblo, Aurora Ekström se acurrucó en posición fetal entre sábanas blancas, sin querer aceptar que ya estaba amaneciendo, buscó a tientas el cuerpo de Alexander con una mano, pero no lo consiguió, todo se le antojaba extraño y ligeramente fastidioso, no tenía completa seguridad de la hora que era, así que se estiró como un gato perezoso sobre la cama y abrió los ojos por completo, incorporándose y tratando de asimilarlo todo.               Algo a un lado de su cama, (observado con la vista periférica en principio), llamó su atención.             “Espérame en el Parque Verde.” Rezaba la nota que permanecía sobre la mesa de noche al lado de una lámpara que muy poco utilizaba, con una sola firma: Alexander.             Masajeó su cabello y lo echó hacia atrás, aún sentada sobre la cama en blanca ropa interior, intentando despertarse completamente. Entonces se le antojó abrir sus fauces para dar un bostezo de cuatro segundos, antes de restregarse los ojos con las manos hechas puñitos.               Media hora transcurrió, Aurora caminaba a paso temeroso sobre la asfaltada y solitaria calle poblada de grandes y verde árboles, el parque consistía en un espacio botánico, con asientos de cemento muy bien pintados de blanco, un cercado de diseños en hierro n***o de poca altura y una fuente de agua a lo lejos que consistía en un ángel sin cabeza por cuyo cuello salía disparado un chorro de agua; hubiera sido un ángel emanando agua (bendiciones) por la boca y con un arpa en la mano, pero últimamente personas desconocidas se habían encargado de destruir cualquier símbolo que tuviera que ver con la cristiandad. Y aunque hubiera cerca del pueblo una base militar, parecía que estuvieran nada más que para adornar el lugar, porque esos asesinos, como gatos, le pasaban la cola por debajo de sus narices a los oficiales, y estos daban a entender lo ineficientes que eran en cuánto a brindarle seguridad a los ciudadanos civiles.             La autopista quedaba justo al lado de este parque y más allá de ésta se encontraba un bosque bastante espeso y oscuro, donde se suponía que solo habitarían lobos y otros animales salvajes. Los autos que circulaban cerca eran muy pocos, así como personas, por lo cual estar allí, sin compañía, era un gran riesgo. No era un parque muy frecuentado, de hecho, estaba bastante descuidado y lleno de hojas secas esparcidas sobre el suelo.             Tomó asiento, preguntándose el motivo de la cita que le propuso su novio, el lugar que eligió para hacerlo no era precisamente el más adecuado, todo era confuso, quién quisiera pudiera arrastrarla desde allí al interior del parque y aprovecharse sin que sus gritos alarmaran a alguien, ya que a casi un kilómetro de distancia era que comenzaba a haber gente en números. Exhaló y volvió la mirada hacia un lado, entonces procedió a incorporarse rápidamente sobre su asiento al ver que una figura masculina se acercaba, tenía las manos dentro de los bolsillos de su abrigo n***o, un gorro de copa corta y la mirada ausente. —Alexander… —dijo cuando ya lo tenía en frente. —Aurora, necesito decirte algo —fue al punto, impidiendo que ésta hablara de otra cosa. —Dime —aceptó, pero con un calambre fastidioso en sus vísceras debido a la ansiedad y el mal presentimiento. —No es correcto —pronunció tras un silencio frío. —No entiendo —le hizo saber la joven de larga cabellera negra.   —No es correcto que continuemos. No es correcto que nuestra relación avance. Dio su punto de vista, sin mirarla a los ojos y manteniendo un carácter firme aunque no muy motivado. —Pe...pero... ¿Por qué? —preguntó notablemente desesperada, sin alterarse del todo. —Los motivos van más allá de tu entendimiento, lo siento. Sólo he venido a decírtelo. Ahora debo irme —explicó con voz seca. —¿A dónde? —pronunció rápidamente. En lo que Alexander respondió con un deje de fastidio:   —A cualquier lugar donde no puedas encontrarme. Aléjate, debe bastarte con saber que eso es lo más correcto.               Cada paso que daba Alexander después de girar sobre sus pies y alejarse era una puñalada para ella, el shock no le permitía hacer otra cosa que sumirse en el desconcierto que provocaba el abandono de su novio y debido a eso las lágrimas comenzaron a resbalar sobre su mejilla, decidiendo no perderlo e insistir de algún modo, aunque en el fondo tenía miedo, un miedo del cual no sabía su procedencia, si de intentarlo o de no conseguirlo al final.             Buscó con la mirada a todas partes, apuntando con sus ojos el camino que Alexander había tomado para regresar. Pero ya era tarde, ahora no estaba por ningún lado, la autopista estaba vacía al igual que el parque en el que ella se encontraba. Corrió sobre la orilla de la carretera por donde había transitado el joven de negros ojos algunos minutos atrás, su respiración estaba bastante agitada, como los latidos de su corazón y la circulación de la sangre bajo su piel pálida.             Finalmente, después de avanzar unos cuántos pasos y voltear a muchas partes vio a lo lejos una oscura silueta que había cruzado la autopista y ahora se adentraba al húmedo y frío bosque, entonces miró a los lados antes de cruzar también y continuar corriendo hasta acercarse al lugar donde lo vio ocultarse. Al final del amplio camino entre árboles y arbustos se veía no más que una oscuridad que se hacía más y más intensa, sin embargo el miedo de perderlo era mayor que ser atacada por un animal, por alguna persona de malas intenciones o incluso perderse. Avanzó aterrada y llena de adrenalina, pisando restos vegetales, arbustos, piedras y sintiendo bastante frio a pesar de estar ataviada con un sweater de tela suave y gruesa. —¡ALEXANDEEEER! —gritó Aurora, sus ecos se perdieron en la aparente soledad del sitio— ¡ALEXANDEEEER! —miró a su alrededor—. ¡ALEXANDER, ¿DÓNDE ESTAS?!               No obtuvo respuesta alguna, pero no dejó de insistir hasta sentirse agotada, desesperada, vencida.             Hundió los dedos de sus manos entre su cabellera, deslizándolos hacia atrás con fuerza, denotando frustración. Sus lágrimas eran muchas y su llanto más pronunciado, no encontraba que más hacer, pero estaba segura que Alexander estaría en algún lugar del bosque. Colocó las manos juntas tras su cabeza, juntando los codos frente a sus ojos, como cubriendo su cabeza. Dejándose caer entonces al suelo bajo la llovizna, acurrucándose en posición fetal sobre arbustos y tierra húmeda, para llorar hasta que le bastara. 
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