CAPÍTULO 3

1072 Words
ANA Aterricé en Cancún con una pequeña maleta que contenía prácticamente toda mi ropa, cuando pisé el aeropuerto una corriente eléctrica sacudió mi espalda, estaba esperanzada pero también muy asustada. Caminé tranquilamente hacia la salida, con sólo un nombre grabado en mi cabeza. La puerta de vidrio se abrió y mostró a varias taxistas y familiares esperando a su gente. Moví los ojos nerviosos de un lado para otro, cuando de pronto mis ojos coincidieron con un letrero: “Ana Fernández”. Sonreí y caminé hacia él. -Hola, soy Ana- dije con una sonrisa. El joven del cartel me quedó mirando y finalmente me saludó. -Hola Ana, soy Fidel vine a recogerte por órdenes del señor Ross. Asentí con la cabeza, ese era el nombre que estaba repitiendo en mi mente. Aquel chico, que parecía tener solo un par de años más que yo. Él tomó mi pequeña maleta y me llevó hacia las afueras. Caminamos un par de metros a los estacionamientos, y abrió su auto; un pequeño y modesto city car. -Adelante sube por favor- me dijo con amabilidad Entré y los asientos rechinaron, me acomodé como pude y me puse el cinturón de seguridad. Fidel se subió y comenzó a manejar. -Ahora sí, podemos hablar con más tranquilidad. Te ves muy joven ¿Qué edad tienes? Lo miré curiosa. -Tengo 24, ¿y tú? -28- respondió sin dejar de ver al frente. Asentí con la cabeza. -¿Tu y el señor Ross…?- me atreví a preguntar. -Si, tienes razón no te he comentado nada del trabajo. Trabajarás como administradora del bar, yo soy el jefe. ¿Tienes experiencia? -Si-dije con confianza- trabajé durante un año en un café y era muy cercana a la administradora, se bien cuáles son sus labores. -Excelente, estoy seguro que seremos un gran equipo- sonrió -Yo también lo creo Luego de manejar por 30 minutos, llegamos afuera del bar. Me sorprendí de nuestro destino, nunca me imaginé que iríamos en seguida a nuestro lugar de trabajo. Fidel descendió del auto y me llamó, le obedecí y me acerqué a él. -En el segundo piso hay un pequeño apartamento, tiene dos habitaciones. Viviremos ambos allí. Espero no te moleste- dijo mirando hacia la construcción. Me quedé pensando por un segundo, jamás había vivido con otra persona que no fuera mi abuela. Pero no tenía más opción, así que asentí. -No tengo problemas. -Bien, entonces entremos. En tres días será la inauguración así que tenemos que ponernos a trabajar lo antes posible- rodeó el carro y sacó mi maleta del asiento trasero. Me acomodé en mi habitación, era pequeña puesto que Fidel tenía la más espaciosa. Sin embargo, aquello no me importó era prácticamente igual a la que tenía en Venezuela en casa de mi abuela. Comimos algo, y luego bajamos al bar. Me sorprendí muchísimo al ver lo hermoso que estaba decorado, había luces fluorescentes por todo el techo, y las paredes estaban pintadas de n***o y con diseños tropicales en tonos verdes. Aquello asemejaba a una frondosa selva amazónica, y lo hacía ver salvaje y osado. “¡Me encantaba!” -Ana, toma, esta es la lista de postulantes para trabajar en el bar. Mañana por la mañana debes entrevistarlos. -No hay problema- tomé la hoja y la revisé. Estaban todos los datos de, en su mayoría, jóvenes. -Tu labor será mantener el orden en el bar y velar por que ninguna mesa esté desatendida. Que ningún cliente reclamé o presenté quejas. Además, tienes que ser capaz de revisar el stock de alimentos y bebidas para realizar los pedidos con anticipación. Y hacer inventario semanal de los insumos, copas, cubiertos, etc. ¿Entiendes? Descansarás los lunes. -Perfecto- dije empapándome de mis labores. Estaba feliz de tomar un cargo así, me sentía totalmente capaz y agradecía la confianza del señor Ross y ahora de Fidel. Haría todo mi esfuerzo por no decepcionar a nadie. ¡Aquel sería el mejor bar de Cancún! Grité en mi cabeza. Ordenamos un par de papeles más y luego nos fuimos a dormir. Al día siguiente me levanté temprano para comenzar a recibir a los postulantes. Ordené las mesas del bar para poder sentarme y conocerlos y los hice ingresar de uno, mientras Fidel trabajaba en la oficina. Luego de una ardua mañana de entrevistas seleccioné a 10 muchachos, que según mi experiencia y el tamaño del bar iban a ser capaces de cubrir todas las mesas. Durante la tarde entrevisté para el puesto de bar tender y de cocinero. Al final del día, había reclutado a 12 personas. Estaba conforme y satisfecha, y lo único que quería era que empezáramos a funcionar luego. Durante los dos días siguientes, los muchachos entraron en inducción. Practicamos posturas, vocabularios y rapidez. Y el bar tender y el cocinero trabajaron junto a Fidel la preparación de nuevos tragos y platos. -Va a ser un éxito- comentó Fidel mientras mordía su sándwich A mi me brillaron los ojos. -Hiciste un buen trabajo reclutando a esos muchachos, se ven muy capaces- repitió él. -Y tu les enseñaste muy bien. Es un trabajo de ambos- le sonreí mientras me llevaba el vaso de jugo a mis labios. -Vamos a dormir. Mañana por la noche será un gran día Le asentí y me despedí para entrar a mi habitación. Miré la hora y descubrí que aún era temprano. Marqué el celular y aguardé. -¿Si? -¡Yaya!, Soy Ana, ¿ya no me reconoces? -¡Hija!, que alegría oírte. ¿Cómo estás? -Muy bien, me encanta este lugar. ¿Tu cómo estás? ¿Cómo te trata tu cuidadora? -Muy bien, la señora Teresa es adorable. Tejemos juntas y armamos rompecabezas. Estoy bien Ana Mi corazón se reconfortó al escucharla tan bien. -Yaya, cuando gane suficiente dinero te traeré aquí. Es un lugar muy lindo, te encantará Mi abuela río. -No hija, yo estoy demasiado vieja. Deja descansar mis huesos aquí en mi querida Caracas. Disfruta por mí, lo mereces. Hice una mueca en mis labios. -Bien abuela, lo haré. ¿Te llamó mañana vale? Me lanzó un beso y colgamos. Me recosté mirando el techo, con un sentimiento de angustia en mi pecho, extrañaba a mi abuela. Pero también estaba exactamente en el inicio de mi nueva viday aquello me emocionaba. Apreté el almohadón contra mi pecho y me quedé dormida, deseando que él día siguiente fuera el mejor de mi vida.
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