ANA
-Buenos días señora Baker- dijo Joe recargándose en mí
Abrí los ojos aletarga y enfoqué mi vista en él.
Sonreí porque lo que sucedió el día de ayer no había sido un sueño, era real, ahora era la señora Baker, casada con un gringo guapo. Se me apretó el estómago al pensar en aquello.
Lo miré fijo un par de segundos, éramos tan distintos él rubio como el sol y yo morena como el café tostado.
-¿Lista para desayunar?
-Muero de hambre
-Eso es bueno, quiere decir que el sexo de ayer estuvo bueno
Sonrió de medio lado. Me amarré las manos para no saltarle encima, antes necesitaba desayunar y recobrar algo de energía.
-Vístete, yo prepararé el desayuno- se levantó solo en bóxer y camino hacia la puerta. Su espalda era digna de un dios griego. Me quedé mirándolo mientras se me caía la baba.
Volví en mí y me levanté para ir a la ducha. Me lavé el cabello y me quedé unos minutos bajo el chorro tibio. Me sentía feliz, pero a la vez no pude evitar pensar en mi futuro, ¡Demonios estaba casada!, ¿Aún podría vivir en París y ser actriz?, rodé el anillo de matrimonio sobre mi dedo.
Me vestí y fui hacia la sala. Allí estaba Joe cantando mientras sostenía un sartén, sonreí al verlo tan ensimismado, sin embargo, la sonrisa se me borró de inmediato.
-Pequeña, siéntate te serviré- obedecí y Joe comenzó a servir el desayuno. Huevos, tocino, fruta y café.
Miré mi plato y comencé a comer, Joe se sentó a mi lado y me tocó la pierna por debajo de la mesa, sonreí tímida.
-Pequeña, ¿Qué te sucede?- levanté la cabeza y lo miré.
-Oh no ¿vas a llorar?- hice un pronunciado puchero tratando de tragarme el llanto.
El me abrazó de lado y llevó mi cabeza hacia su hombro- ¿Qué pasa cariño?
Recién estaba asumiendo el peso de mis decisiones, estaba enterándome de que mi vida había cambiado para siempre, y talvez mis sueños también.
-Joe- dije sollozando- ¿Qué hay de mis sueños?
Joe se quedó en silencio, pensando en mi pregunta. Acercó su rostro y me besó la coronilla.
-¿En tus sueños esta tu señor esposo?- preguntó
Asentí sobre su pecho- Pero no quiero obligarte a nada, ¿te das cuenta que si tú no quieres compartir mis sueños, eso será horrible?
Joe sonrió -¿Quién dijo que no quiero compartir tus sueños?
-Pero Joe, ¿y los tuyos?, ¿no creo que tu sueño sea vivir en París?
-Ana, mi sueño era estar contigo y lo logré. Ahora es tu turno de cumplir los tuyos- dijo y me besó suave en los labios
Mis ojos brillaron y sentí como mi alma volvió a mi cuerpo.
-¿Hablas en serio?
-Como nunca lo he hecho en mi vida
-Joe, te quiero mucho
-Y yo a ti pequeña, pero ahora debes alimentarte. Por que luego harás mucho ejercicio- dijo y se mordió el labio inferior.
Me sonrojé y comencé a comer.
Mientras yo comía Joe no apartaba la mirada sobre mí, y cuando llevaba más de la mitad del plato engullido dijo.
-Al diablo con la comida…- y me tomó por la cintura, hizo un espacio en la mesa y me recostó sobre ella.
-No puedo aguantarme más- se recostó sobre mí y me lleno por completo.
El placer fue tanto, que no fui capaz de articular más que un largo gemido.
-Podría hacer esto, todos los días de mi vida- me susurró al oído, lo tomé por la nuca y lo atraje más a mí.
Aceleró sus movimientos y me permitió alcanzar mi clímax, para luego hacerlo él también. Ambos quedamos jadeando sobre la mesa.
-¿Ahora estas satisfecho?- dije mientras recostaba mi cabeza en la superficie de la mesa
-Jamás, aún me falta el postre
Solté una carcajada. Me levantó con cuidado y me llevó en vilo hacia nuestra recámara, allí volvimos hacer el amor y nos quedamos dormidos.
Despertamos casi a las 4 de la tarde.
-¿Qué hora es?- dije con voz adormilada
Joe, se ladeó y revisó su celular- las 4 de la tarde
Hice un puchero y me volví a tapar con las sábanas- a las 6 tengo que volver al trabajo
-Estas recién casada, legalmente te corresponden 7 días de descanso
Lancé una risa irónica- Talvez eso ocurra en tu país, además mi jefe no sabe aún que estoy casada
-¿Cuándo le dirás?
-Lo llamaré hoy desde el Club
-Recuerda que iré contigo- dijo y me besó el anillo de casados
-Lo sé, espero que no tengamos problemas
-¿Por qué los tendríamos?, yo iré como un cliente ¿es mi derecho o no?
-Creo que sí
-Así podré observarte el trasero con esos leggins de vinilo n***o con los que te conocí
-¡Joe!
-¿Qué tiene? Eres mi esposa, ahora todo esto es mío- acarició mi trasero de forma descarada
Lo fulminé con la mirada, el lanzó una carcajada.
-En el trabajo no me puedes tocar así de descarado
-No creo que pueda aguantarme
Hice una pausa
-Me gustaría que Fidel aún no se enterará- bajé la vista
-¿Por qué?
-No quiero que me haga la vida imposible también en el trabajo ¿lo harías por mí?
Joe levantó una ceja
-Está bien pequeña
-Gracias- le dije y lo abracé.
--
Llegamos juntos al Club, nos quedamos parados afuera con nuestras manos entrelazadas.
-Debo entrar ya- dije y me volteé hacia él
-En una hora más nos vemos, por mientras abren iré por Mark
Asentí, me empiné sobre mis pies y le besé los labios.
“Desde el segundo piso, Fidel miraba aquella escena, apretó los dientes y golpeó la pared.”
Joe se quedó mirandome mientras ingresaba al bar.
Al entrar los meseros ya estaban organizando todo para abrir, Josh me alzó la mano desde la barra, y Alice se acercó a besarme la mejilla.
-¿Cómo estuvo su noche de bodas?
Me sonrojé
-Ya veo, no tienes que decirme más- dijo y me abrazó.
Juntas caminamos hacia Josh, Josh salió de la barra y abrazó por la cintura a Alice, ella se puso roja.
-Ya veo que ustedes tampoco han perdido el tiempo
Alice se encogió de hombros, Josh sonrió y le besó la frente a Alice.
-You´re right Ana- contestó en perfecto inglés.
-Me alegro por ustedes chicos- los miré y sonreí- Me gustaría pedirles un favor- aproveché el momento.
-Lo que necesites- dijo de inmediato Alice
-Necesito que mantengamos en secreto lo de mi boda, sobre todo con Fidel
-¿Qué es lo que no me quieres decir Ana?- la voz de Fidel se sintió desde las escaleras
Cerré los ojos y me giré sobre mi eje para enfrentarlo.
-Nada que te incumba Fidel, vamos a trabajar chicos- dije en voz alta.
Alice y Josh me asintieron, cuando Alice pasó por mi lado me apretó la mano disimuladamente.
Fidel se acercó a mi rostro y muy serio me dijo.
-Ana, aquí vienes a trabajar no a coquetear con los clientes. Estas advertida
Luego de decir aquello, siguió de largo hacia la oficina. Apreté los puños con coraje hasta que los dedos se me pusieron blancos y me mordí la lengua para no responderle nada.
La hora pasó volando, entre la organización de las mesas, la logística de los bebestibles y la comida. Cuando abrimos, los primeros en ingresar al bar fueron Joe y Mark, por suerte Fidel seguía en la oficina y no los vio venir.
Joe me guiñó el ojo cuando se sentó en su mesa, yo le sonreí disimuladamente. Ese hombre me traía loca, y revolucionaba mi cuerpo hasta mi último pelo.
Alice se encargó de atenderlos, y cada vez que pedían un trago ella volvía conmigo para darme algún mensaje romántico.
-Vamos a decir a Joe que le enseñé a Josh a ser tan romántico- me dijo Alice, cuando me entregó el cuarto mensaje.
La noche iba transcurriendo sin novedades, hasta que tuve que ir al baño. Caminé hacia el cuarto de lavado y cuando ingresé, alguien me empujó hacia adentro y puso llave. Me volteé risueña creyendo que era Joe, pero mi impresión fue enorme cuando descubrí que él que se recargaba en la puerta no era mi esposo si no que era Fidel.
-¿Qué haces?, sal de aquí de inmediato
-¿Así que trajiste a tu noviecito contigo?
-No es mi noviecito- no mentí- y él vino como cualquier otro cliente, no puedes oponerte a que esté aquí
-¿Tanto quieres tenerlo cerca?, ¿Qué te da él, que te tiene enamorada?
-Deja de decir bobadas y abre la puerta ahora mismo Fidel
Sus ojos se nublaron y una sonrisa maléfica apareció en su rostro, por primera vez sentí un miedo incalculable embargar mi cuerpo.
Comenzó a caminar hacia mí, y yo retrocedí de forma automática, pero luego no hubo más espacio y choqué con mi espalda contra la pared helada.
-¿Qué haces? Detente- levanté mi mano para ganar algo de espacio
-Te enseñaré que lo que yo tengo es mucho mejor que lo que te da ese gringo
-No Fidel, ¿Qué vas hacer?- comencé a tartamudear- aléjate o gritaré
Lanzó una carcajada horrible
-Grita todo lo que quieras, la música está tan alta que nadie te oirá
Tragué saliva con dificultad, él tenía razón.
Me tomó de las muñecas y recargó su cuerpo sobre el mío. Me inmovilizó contra la pared.
Comencé a llorar.
-Fidel, no. Por favor detente- no me hizo caso y comenzó a besarme, introdujo a la fuerza su lengua babosa en mi boca, sentí tanto asco que tuve ganas de vomitar ahí mismo, comencé a gritar con todas mis fuerzas implorando por ayuda, hasta que sentí un golpe en la puerta, Fidel no se detuvo.
De pronto la puerta se abrió de un golpe, afuera estaba Joe, Mark y Alice.
-¡Suéltala imbécil!
Fidel me soltó en cuanto sintió la voz de Joe, aproveché de escabullirme y perderme en los brazos de Alice, quién tenía la boca apretada del coraje.
-¿Qué harás ahora gringo?, ya probé su boca y no es la gran cosa.
La cara de Joe se puso roja y sus ojos se achicaron.
-Te voy a matar
-Y yo también- dijo detrás Mark, avanzó a paso firme y sostuvo a Fidel por los hombros
Joe se acercó y le dio un golpe en toda la cara, Fidel se río, estaba realmente demente.
-No vuelvas a tocar a mi esposa- le dio otro golpe en la boca del estómago que hizo que Fidel se doblara por la mitad.
-Hay que denunciarlo- gritó Alice.
-¡Joe déjalo, podrías tener problemas!- dije con un grito
-No me importa, voy hacer que desaparezca de la faz de la tierra- lo tomó del cuello y lo comenzó apretar, los ojos de Fidel comenzaron a ponerse saltones.
-Joe por favor, ¡te van a deportar, y yo no podré irme contigo!
Aquello hizo que Joe se detuviera, y me mirara. Soltó a Fidel y le dijo a Mark que él también lo hiciera.
-Ni para eso eres bueno gringo- dijo Fidel cuando cayó al suelo
Joe se quedó rígido, deteniendo una patada que iba directo al rostro de Fidel.
-¡Ya llamé a la policía!- apareció corriendo Josh e ingresó al baño, miró con asombro a Fidel sobre el suelo doblado-y tiene expediente por acoso- terminó la frase.
Me solté de Alice y corrí a los brazos de Joe.
-¿Estas bien pequeña?- asentí con la cabeza, pero aún estaba muy asustada.
-Vamos a casa- dijo y me abrazó de medio lado
-No se preocupen yo me aseguraré de que lo encierren para siempre- dijo con enojo Mark
Joe le asintió y le dio un golpe en la espalda.
Salimos juntos en taxi rumbo a nuestro apartamento.