JOE
Sentí como mi piel picaba tras su golpe, jamás me lo esperé. Nunca ninguna mujer había sido capaz de frenarme de esa manera, todas absolutamente todas se iban conmigo a la cama. Pero ella no.
La miré con detención y sonreír para mis adentros. Ella era muy hermosa, tenía los cabellos oscuros y ondulados y unos ojos marrones cautivantes, su piel estaba tostada por el sol y podía apostar que era latina.
Ella era como un oasis en medio del desierto.
-¿Qué sucede aquí?- dijo con prisa un joven delgado.
-Fidel- lo reconoció la morena
-¿Te está molestando?- preguntó
Ana se sobaba la mano contra su pantalón, y luego de eso me miró fijo.
Asentí.
-Es mi culpa, me retiro- dije sin provocar ningún otro altercado.
Sabía que no llegaría hacia ella de la forma convencional, ella no era como las demás.
Tomé mi abrigo y salí de aquel bar, me senté al frente sobre la arena a esperar.
Pasé dos horas con la vista pegada hacia el bar, cuando de pronto la volví a ver. Ella había salido a despedirse de un cliente.
Me levanté de golpe y miré para todos lados, me acerqué con prisa y antes que ella volviera a ingresar al bar la tomé de la muñeca.
-¿Qué haces?- dijo cuando fijó su vista en mí.
-Creo que comenzamos mal. Soy Joe- dije y estiré mi mano
Ella me miró con el entrecejo fruncido, tomó mi mano y la apretó.
-Soy Ana.
Le sonreí.
-No deberías ir por la vida acosando a las muchachas. Eso no habla bien de ti- no tardó en reparar.
Sus labios eran hermosos y no podía dejar de perderme en ellos.
-Estoy de vacaciones…sólo es un juego, ya sabes- me encogí de hombros
-No, no lo sé y no me gusta tu actitud. Buenas noches Joe- me dijo de forma cortante.
Me apresuré a tomarle la mano otra vez.
-¿Te puedo ver mañana?
Ella no se volteó.
-No, estoy ocupada
-¿Y Pasado mañana?
-No lo sé
Ahí estaba la duda, y no pensaba dejarla pasar.
-Bien, vendré por ti.
La solté y ella se perdió en el interior del bar.
…
ANA
Volví adentro del bar, y me miré con detención la mano. Aquel hombre había sido muy osado.
-¡Ana!- me llamó Fidel mientras se acercaba con una gran sonrisa
-¡Ha sido todo un éxito!- dijo y me abrazó.
Lo miré fijo a los ojos y sonreí.
-Hicimos un gran trabajo, los clientes están felices- acoté con orgullo.
-Mañana estaremos en todos los periódicos
Asentí con la cabeza y mis ojos brillaron
-¿Te parece si bebemos algo ahora que acabamos de cerrar?
Lo seguí hacia la barrar, Fidel ingresó a preparar un trago y yo me acomodé en uno de los taburetes.
-¿Ana?, ya me voy- miré hacia un lado y allí estaba Alice cambiada y lista con su bolso para marcharse.
-Alice, te acompaño- dije recordando mi promesa
-No hace falta, mi novio me espera afuera- sonrió
-Muy bien, estoy segura de que ese cliente no te volverá a molestar.
Ella asintió con la cabeza y se despidió.
-Hasta mañana, que descanses- le dije mientras Alice salía.
-¿Qué fue lo que pasó?- me preguntó Fidel y acercó una copa a mis manos.
Suspiré profundo y le respondí.
-Un tipo que se creyó galán estuvo molestando a Alice- rodé los ojos
-¿Fue al muchacho que le pegaste una bofetada?- preguntó Fidel con una sonrisa en el rostro.
-Ajá
-Pues bien hecho, seguro él no se lo esperaba. ¿Sabes que esa cachetada de seguro le dolió más que una patada en las bolas?
Lo observé curioso
-¿Por qué dices eso?- ladeé mi cara cuando pregunté.
-Porque le diste justo en el orgullo- contestó y chocó su vaso contra mi copa.
Sonreí, pero al mismo tiempo me quedé pensando.
“¿Quizás había sido muy dura con aquel hombre?”
-Bebe- me interrumpió Fidel- este cóctel esta delicioso, ese muchacho tiene talento
-¿Josh?
-Claro, Josh el nuevo bar tender. ¿Aprendió en Nueva York?
-Así me dijo, el chico es talentoso además tiene una banda. Vinieron todos aquí a probar suerte. Espero que les vaya bien.
-No me digas, podríamos decirles que toquen en el bar alguna noche.
-Buena idea lo tendré en mente- respondí y bebí el delicioso brebaje.
Mientras terminábamos de arreglar y limpiar el bar recibimos un mensaje del Señor Ross.
A pensar de era de madrugada el señor Ross estaba pendiente de nuestro primer día, asi que aceptamos su video llamada
-Hola muchachos, ¿Cómo salió todo?- dijo apurado
Ambos nos miramos y guardamos silencio.
-¿Pasó algo?- dijo con nerviosismo- ¿hubo algún problema?, vamos chicos no me asusten.
Fidel me miró y me chocó contra el hombro, los dos rompimos en una gran carcajada.
-¡Fue un éxito!- gritamos al unísono.
El señor Ross, nos observó y botó todo el aire por la boca.
Luego de eso levantó una ceja y dijo.
-No me vuelvan hacer nunca más esto, soy operado del corazón.
Ambos nos quedamos congelados en nuestros puestos, y llenos de vergüenza nos pusimos nerviosos.
-Lo siento señor Ross no sabíamos- dijo Fidel mirando hacia abajo
Mi cara se puso completamente roja, y tuve miedo de decir algo más.
-¡Es una broma!- expulsó Ross con su cara llena de risa, se carcajeó tanto que tuvo que agarrarse de la silla para no caerse.
-Para que vean que no sólo ustedes pueden ser graciosos
Nuestras miradas coincidieron con Fidel y no pudimos más que reírnos y celebrar la gran noche de inauguración.
…
Temprano por la mañana nuestro sueño fue interrumpido por el timbre.
Me levanté alertada por el sonido y en la sala nos encontramos cuerpo a cuerpo con Fidel.
Yo iba en camisola corta y él en bóxer
Ambos nos sonrojamos y nos cubrimos un poco con nuestras manos.
-Yo iré- dijo Fidel con sus ojos puestos en mi cuerpo.
Asentí y me escabullí rápidamente a mi habitación, allí me puse una bata y luego volví a la sala.
Miré a Fidel que bajaba las escaleras, ya vestido.
Aguardé al inicio de los escalones y presté atención.
Oí hablar a Fidel con una mujer, él asentía y ella daba información. Luego de un par de minutos, Fidel regresó subiendo las escaleras, retrocedí unos pasos y esperé.
Venía cargando una tarjeta de presentación en sus manos.
Me la entregó y dijo.
-Era una periodista del periódico local.
Volteé la tarjeta y la examiné con cuidado.
“Ester Méndez- Periodista de espectáculos”
-Tu predicción se cumplió Ana- dijo con una gran sonrisa.
-¿Nos quiere entrevistar?
-No solo eso, quieren organizar una fiesta en nuestro bar.
-¿Una fiesta?
-Si, mañana es 4 de julio. Dia de la independencia de los Estados Unidos
Levanté una ceja, siempre había sentido aversión por los americanos.
-¿Y eso que tiene que ver con nosotros?- respondí dejando la tarjeta sobre la mesa
-Cancún está repleto de gringos Ana, imagínate cuánta gente podría llegar a nuestro bar a celebrar- dijo frotándose sus dedos para darme a entender que ganaríamos mucho dinero.
-No lo sé Fidel, recién abrimos, creo que no estamos aún preparados para recibir a tantas personas- dije caminando hacia la cocina.
-¡Claro que estamos preparados!, tenemos a un personal magnífico y a una administradora destacada- se paró a un lado mío y me abrazó
Miré en seguida su brazo envolviendo mi cintura, y me corrí de inmediato.
-Solo, déjame pensarlo ¿de acuerdo?- tomé un vaso de agua y me devolví a mi habitación.
-Creo que el señor Ross estaría encantado.
Lo miré a los ojos y entré a mi cuarto.