ANA
Me vi sentada entre Joe y Mark, en una sala de espera, aguardando a que anunciaran nuestro vuelo, estábamos a menos de 30 minutos de abordar un avión que me llevaría directamente hacia Nueva York. Creo que fue allí cuando me di cuenta el rumbo que estaba tomando mi vida, empezaría un matrimonio en un lugar que prometí jamás pisar, Estados Unidos. Miré de reojo a Joe, y traté de absorber lo que más pude su lindo rostro, para darme valentía y abandonar los pensamientos que me estaban invadiendo.
-¿Quiere conocer los baños señora Baker?- dijo con un susurró sin despegar los ojos de su celular, me enrojecí de inmediato y le pegué un codazo.
Suspiré aliviada, quería vivir esta aventura con aquel hombre, ya no tenía dudas.
El vuelo se desarrolló sin problemas, pero los problemas vinieron después. Tendríamos que pasar una temporada con Mark, ya que Joe era su “roomate” y como claramente jamás imaginaron que Joe volvería casado de sus vacaciones, debieron acomodarse para recibir a una mujer.
-No te preocupes cariño, será solo un par de semanas. Mientras encontramos un apartamento.
Le asentí para no preocuparlo, pero intuía que aquello nos iba atraer más que un disgusto, sobre todo por la personalidad que tenía Mark.
Me instalé en la habitación de Joe, por suerte tenía una cama matrimonial y un lindo escritorio donde a veces hacía teletrabajo. Desocupó la mitad de su armario para dejarme espacio, en realidad no necesitaba tanto, ya que mis cosas no eran muchas, pero él insistió en dejármelo, quería hacerme sentir cómoda y por supuesto no lo pude rechazar.
-¿Tienes sed?- apareció cargando un vaso de jugo de naranja, lo tomé y lo bebí sin respirar, luego sonreí.
-Déjame ayudarte- dijo y me tomó de la cintura pegó su cara con la mía y lamió un rastro de jugo de naranja que había quedado en la comisura de mis labios.
-Mmm…mi favorito- empezó a acariciar mi trasero y a llevarme hacia la cama.
-Joe aquí no, está Mark en la sala
-No importa, esta jugando un video juego con audífonos
-Esta bien, pero compórtate- dije, se separó y cerró la puerta con pestillo, para luego abalanzarse sobre mí como un caníbal hambriento. Hicimos el amor, pero esta vez no me sentí tan cómoda, no podía dejar de pensar en que Mark estaba muy cerca de nosotros, sin embargo, no dije nada sabía que aquello iba ser solo por un par de días.
Me quedé recostada sobre el pecho de Joe tratando de relajarme, cuando sentimos dos golpes en la puerta.
-Chicos, voy al centro comercial, me hace falta un desodorante.
-¿Recién te diste cuenta?, casi mataste a la pobre Ana con tu olor durante el vuelo- rodé los ojos, y le di un palmazo en el pecho.
-Que chistoso, ¿no es cierto Ana o si?
-No es cierto Mark, quédate tranquilo- Mark chasqueó la lengua y se devolvió hacia la sala, para salir.
-¿Tienes hambre?
-Si bastante
-Iré por algo de comer a la cocina, quédate descansando- dijo y me dio un beso en la frente, me volví a tapar con la colcha y me hice un ovillo. En aquella ciudad si que hacía más frío que en el caribe, no se si me acostumbraría tan rápido.
Luego de un par de minutos el timbre sonó, y sentí como Joe se reía con alguien, más bien me parecía una risa femenina, me levanté y me puse una playera de Joe y un pantalón de algodón también de él. Parecía Anita la huerfanita, pero no me importó porque la curiosidad pudo más que mi sentido de la estética. Me asomé por el pasillo y miré a Joe quién traía unos shorts y el torso desnudo, estaba conversando una chica. Una chica alta rubia, y de figura atlética. Ella le tenía sostenido el brazo y se carcajeaba de algo junto a él.
-Ana, mira ella es Linda, nuestra vecina- La barbie “sporty” me escaneó con su mirada, y yo sin quedarme atrás levanté el pecho para entregarle un par de centímetros a mi humilde metro y 55.
-Linda, ella es Ana mi…
-Esposa- dije con gusto y orgullo, y como si fuera un anillo de superpoderes lo levanté para mostrárselo.
La “linda” sonrisa de Linda desapareció, lo que me hizo dar un brinco interno.
-Un gusto- dijo y volvió su mirada de inmediato hacia Joe- Joe yo solo venía para pedirte un poco de sal
“¿Sal? ¿que excusa barata era esa?”
Joe le entregó el salero y ella lo tomó rozando con sus uñas acrílicas su brazo.
-Te lo devuelvo pronto- le dijo y le guiñó un ojo.
-No te preocupes, quédatelo, aquí tenemos un saco lleno- ella me miró otra vez, hizo una mueca y caminó hacia la puerta.
-Hasta pronto Joe
Joe asintió.
Solté un bufido y caminé hacia el sofá, me dejé caer con fuerza y crucé mis piernas a lo indio.
-¿Qué fue eso?
-¿Qué cosa?- dije desviando mi vista hacia el ventanal
-¿Celos señora Baker?- negué con la cabeza. Sentí como Joe se recostó a mi lado y me abrazó con fuerza, pero yo no deshice el nudo de mis piernas y es más agregué otro a mis brazos.
-Me encanta esa carita…-dijo y me beso la mejilla, luego jugó sucio y comenzó hacerme cosquillas, soporté lo que más pude, pero desde luego me venció, y no tardé en lanzar una gran carcajada.
-Es solo una vecina
-Es hermosa- dije con un puchero
-¿Lo es?, pues no lo había notado- moví mi cabeza y clavé mis ojos marrones en los verdes de él.
-Escucha Ana, solo tengo ojos para ti, ahora eres mi esposa ¿recuerdas?- asentí levemente.
-Parece que necesitas que te lo reafirmé- dijo y me cogió de la cintura, me levantó y me recostó en su hombro.
Comencé a reír-¿Qué haces?, bájame
-Claro que te bajaré, pero en nuestra cama- no me quedó más remedio que embriagarme con el olor de su pelo, y sonreír por que así era como los recién casados arreglaban sus diferencias, con sexo. ¿Pero aquello sería suficiente más adelante?