El Conde esperó casi cinco minutos antes que se oyera un ruido de pisadas que se acercaban presurosas. Michelle Latour apareció corriendo en la habitación. Al mirar al conde, le echó los brazos al cuello y empezó a decirle frases cariñosas en su graciosa mezcla de francés y pésimo inglés. Cuando el conde logró zafarse de sus brazos, le explicó que había ido a verla para decirle que iba a ausentarse, ya que esa misma noche partía a su propiedad en el campo. —¡Voy a extrañarte muchísimo!— murmuró Michelle—. ¿Cómo dicen ustedes? ¡Contaré… las horas hasta que vuelvas! —No estaré ausente mucho tiempo. Volveré a Londres para nuestra fiesta del jueves— le aseguró el Conde—. El Príncipe de Gales ha prometido estar presente. —¡El Príncipe de Gales, ¡qué maravilloso! Todos se pondrán felices. M