Siete meses después.
Zahara estaba en el consultorio del doctor, tocaba su vientre hinchado que delataba su avanzado embarazo.
—Necesita reunir dinero, señora, el corazón del segundo bebé es muy débil, tiene un soplo y necesita esa operación, pero, si no la tiene, no sobrevivirá.
Esas palabras la hicieron sentir escalofríos.
—Reuniré el dinero, juro que lo haré —exclamó desesperada.
Zahara salió del hospital público, ella había trabajado en una nueva empresa, hasta que supo de su embarazo, y decidió renunciar por su salud deteriorada.
Creyó que, con sus ahorros, podía subsistir, pero, nunca pensó que su embarazo sería de alto riesgo y que fuesen gemelos.
Ahora estaba desesperada, el dinero se le fue entre pagos de rentas, hospitales, y análisis médicos.
Su orgullo le obligó a no decir nada, pero ahora, ese orgullo flaqueaba.
Verificó el resto de su dinero, decidió apostar a su suerte, pagó un billete de tren para volver a la ciudad, necesitaba hablar con Azael Nolan, decirle que sería padre, ya no le importaba su dignidad, ni su amor, solo quería que la ayudara a salvar a sus bebés, que ellos nacieran con salud, y eso era más importante que nada en el mundo.
Salió al día siguiente a primera hora, era un viaje cansado y arriesgado, pero no le importó.
Cuando llegó, intentó ir a la mansión Nolan, pero ni siquiera la dejaron entrar.
—¡Váyase, señora! Usted ya no es una Nolan, tenemos orden de que, si no se retira, la sacaremos con la policía.
El corazón de la chica se hundió,
—¿Acaso es una orden del abuelo Nolan? ¿Él dijo eso?
—El mismo Conrado Nolan lo dijo.
Zahara no lo podía creer, pero supo que esos hombres no le dejarían verlo.
Dio la vuelta, se fue de ahí.
Rebeca la miraba por las cámaras, estaba sorprendida.
—¡Está embarazada! ¿De quién es ese bebé? —la mujer tuvo una sospecha, pero cuando miró a Angélica, la enfermera preferida del abuelo Nolan, la maldijo.
La mujer se alejó de ella. Rebeca quería echar a esa enfermera, pero el abuelo estaba aferrado a tenerla ahí, incluso cuando su salud estaba muy bien, ya que Conrado Nolan hace unos meses tuvo un colapso físico.
***
Zahara decidió cambiar su plan.
Fue hasta la empresa Nolan en un taxi, sabía que encontraría a su exesposo ahí.
No se equivocó, cuando bajó, lo vio bajar de su auto y caminar por una calle, rumbo al edificio, quería gritarle, pero, en cambio, tomó su móvil y le llamó.
La llamada fue cancelada, y eso le dolió, él no parecía querer responder su llamada.
Aunque le dolía, decidió insistir, había razones de peso, no lo pudo contactar de otras formas, llamar a la empresa no sirvió, y en las r************* de toda la familia la tenían bloqueada, así como en las de Azael.
Estaba tan triste cuando hizo más llamadas y él las desvió, hasta que finalmente la bloqueó.
Zahara sintió la rabia crecer en su interior, no lo pensó, cruzó la calle para ir tras él.
—¡Azael Nolan! —gritó con fuerzas.
—¡Cuidado! —gritaron personas, pero era tarde, un auto que venía a toda velocidad, la embistió.
Zahara no pudo hacer nada para evitarlo.
Azael se detuvo, pero no vio a nadie que le llamara, siguió su camino, pero tal escándalo le detuvo, miró atrás.
—¡Atropellaron a una mujer, y está embarazada!
Azael sintió compasión, pero no podía ver quién era la mujer, el auto, y la gente que la rodeaba no dejaban ver su identidad.
—¡Dios quiera y salve la vida y la de su bebé! —murmuró el hombre.
Azael caminó, pero sintió un miedo extraño, se detuvo y desbloqueó a Zahara, la intentó llamar, pero su teléfono iba a buzón de voz.
El teléfono de Zahara yacía roto, del otro lado de la calle.