Capítulo: Solo ámame una noche
Zahara entró a esa casa, la empleada quiso anunciar su llegada, pero la mujer no lo permitió, subió las escaleras, fue abriendo una a una las habitaciones, la empleada gritaba que se detuviera.
Abrió una puerta y los observó con odio, ellos estaban en esa habitación, él abrazando a la mujer, ella con su cabeza sobre su pecho, estaban de pie, sus cuerpos estaban bien vestidos, podría parecer una escena casi fraternal, excepto que él era su esposo Azael Nolan, y ella su exnovia Gina Blake.
—¡Azael! —exclamó Zahara con dolor en su corazón.
Se separaron al instante.
Él la miró con estupor, no quería causarle dolor a la pobre Zahara, después de todo, la más afectada ahora, sería ella.
—Lamento esto, Zahara, nunca quise lastimarte, nadie es más inocente en este mundo que Gina, ella fue obligada a desposarse con mi enemigo, fue obligada a dejarme, ahora hemos regresado —dijo con rapidez.
Zahara estaba perpleja, la rabia la consumió, abofeteó el rostro de Azael, quiso golpear a Gina, pero sintió como esa mano la sujetaba fuerte, deteniéndola.
—¡No la toques, si quieres golpear a alguien, golpéame a mí! Pero a ella no, daré mi vida por Gina de ser necesario, Zahara.
—¡Yo soy tu esposa, me estás traicionando!
—¡Quiero el divorcio! —dijo él.
Ella le miró con rabia, las lágrimas rodaron por sus ojos, él pudo ver como la había destruido.
Por la noche, Azael volvió a la gran mansión de los Nolan, eran una familia respetada y de las más poderosas del país.
La gran parte de la dinastía vivían juntos en la misma mansión.
Solían cenar juntos siempre en la casa del abuelo, Azael tomó su lugar, sus padres estaban ahí junto a su hermana Ada.
Sin embargo, su abuelo aún no había bajado.
—¿Dónde está Zahara, hijo? —cuestionó su madrastra a la que quería como a una madre verdadera.
Azael se puso nervioso.
—Ella no vendrá a cenar, quiero decirles algo; voy a divorciarme.
Los ojos de todos se posaron en él con estupor.
—Pero ¡¿Qué tonterías estás diciendo?! ¿Divorciarte? Nadie de esta familia se ha divorciado, si tu abuelo lo sabe, ¡te va a desheredar! Te quitará todo, ¡no lo harás! Hace dos años por poco te casas con una interesada, pasaste por sobre todos, pero esta vez, no lo admitiré —gritó su padre Antonio
—Hijo, razona, por favor —suplicó Rebeca.
—No, madre, no puedo, no amo a Zahara, nunca la he amado, voy a divorciarme de ella.
—¡¿Qué demonios estás diciendo?! —exclamó el abuelo al entrar en el salón y escucharlo todo.
Los empleados se quedaron perplejos, ya traían la comida, pero retrocedieron atormentados.
Azael odiaba enfrentarse a su abuelo, le quería mucho, y también le tenía mucho respeto.
—Abuelo, yo…
—Ven conmigo, ahora mismo —sentenció
Azael fue tras él, entraron a su despacho privado, ciertamente, su abuelo era un hombre fuerte e intimidante, a pesar de sus sesenta años.
—¿Qué pretendes al divorciarte, Azael?
—No amo a Zahara, el amor se acabó y quiero ser feliz.
—¿Desde cuándo el amor importa más que el poder de los Nolan? —exclamó—. No te casas por amor, te casas porque es un buen matrimonio, por lealtad, eso es más importante que el amor —sentenció el hombre.
—¿Y por qué era un buen matrimonio casarme con Zahara, Abuelo? ¿Por qué era el recuerdo de tu único amor?
Conrado quiso abofetear su rostro, levantó la mano, pero su nieto no se inmutó, incluso si se decía que Gladiola, su hija menor, era rebelde, se equivocaban, el verdadero rebelde para el abuelo Nolan, era Azael.
—Zahara es una buena esposa, además es una excelente gerente de la empresa Nolan, gracias a ella te has vuelto un buen CEO, pero ¿es que no puedes valorarla? Ella es hermosa, es amable, te ama…
—No me importa, no es mi culpa que me ame, soy un buen CEO porque estudié y me he dedicado a serlo, no tiene nada que ver con Zahara, y sí, es una gran esposa, pero no es la mujer para mí, abuelo, ¿Acaso no puedo pensar en mí?
Conrado hundió la mirada, bajó la mano, estaba realmente enfurecido, lo notaba por la forma en que apretaba sus nudillos.
—¿Y si me niego al divorcio que harás?
—De todas formas, será así, incluso si tengo que dimitir a mi puesto, incluso si me echas de la familia, me iré con la competencia.
Los ojos del abuelo le miraron perplejos, lo peor era que estaba seguro de que lo haría, Azael Nolan, a diferencia de su padre, tenía su propia voz, y era capaz de desobedecerlo.
—Solo aceptaré un divorcio, si es un buen divorcio, para hacerlo, deberás ser un hombre justo, consigue que ella acepte por las buenas y le darás dinero.
Azael se sorprendió.
—¿Es eso lo que quieres? ¿Qué le dé dinero a Zahara? Después de todo, yo estaba dispuesto, claro que sí, no iba a dejarle desamparada, ¿¿Qué mal hombre me crees, abuelo? Mi libertad vale más que el dinero, lo haré.
El abuelo se sintió derrotado.
—Bueno, hazlo, asegúrate de que Zahara también esté de acuerdo, cuando la hayas dejado serás un perdedor, porque nunca conseguirás una buena mujer como ella —sentenció el abuelo.
Azael no respondió nada, las palabras de su abuelo le herían.
Azael salió de la casa, no dijo nada a nadie, ¿para qué? Sabía que su padre lo odiaría, su madrastra, a la que amaba como una madre, jamás toleraría que le cediera su fortuna a Zahara.
Cuando salió de esa casa, condujo su auto hacia el lado Este de la propiedad, era ahí donde él y Zahara tenían una pequeña villa, el abuelo Conrado construyó esa propiedad hace treinta años.
Al entrar en la casa, tomó los papeles de divorcio, los tenía listos desde hace días, solo faltaba una cosa, colocar la compensación.
Cuando llegó, pidió que llamaran a Zahara a su despacho privado, pero pronto regresó la empleada.
—La señora ha dicho que no vendrá, lo siento, señor, ella ha dicho que, si quiere verla, puede ir a su habitación.
Azael lanzó un suspiro, no era lo que quería, subió la escalera, y fue hasta esa alcoba, no quería verla llorar.
Abrió la puerta, la encontró sentada en medio de la cama, vestía una bata de dormir, olía a perfume de rosas, sus ojos se encontraron.
—Zahara, yo… lamento lo que pasó. No sé qué decir, fueron dos años de matrimonio, buenos, pero, quiero el divorcio.
Ella alzó la vista.
—¿Así que quieres el divorcio para casarte con esa mujerzuela?
—Lo siento, Zahara, sabes que ya no te amo, que nunca te amé, lo intentamos, no funcionó.
Zahara lloró, eso hizo sentir a Azael miserable, se acercó a ella.
—Por favor, no me lo hagas más difícil.
Ella asintió.
—Solo tengo una condición para firmar el divorcio.
Él estaba intrigado. Ella limpió sus lágrimas.
—Te daré lo que sea, todo el dinero que quieras.
—No, solo quiero una cosa —dijo ella acercándose a él.
Su cercanía lo sorprendió, ella era una mujer dulce, y recatada, pero esa noche hubo algo en su mirada tentadora.
Ella besó sus labios, él detuvo el beso.
—Solo ámame esta noche, una vez, y luego me iré.
Zahara volvió a besarlo, era un beso apasionado, e irresistible.