Cuando Rebeca llegó a la mansión, estaba terriblemente furiosa, Antonio la observó y la mujer se arrojó a sus brazos. —¡Soy tan infeliz! Mi propio hijo me odia, la perra de Zahara ha conseguido manipularlo en mi contra, ahora obligará a que crie a una bastarda, ¡Antonio, debemos impedirlo! —exclamó la mujer con furia. Antonio lanzó un suspiro. —No hagas nada loco, Rebeca, te conozco tan bien, por favor, no empeores las cosas, si Zahara dio a luz a una nieta, ¿Por qué no la amamos como tal? Sería mi nieta. —¡No quiero una nieta que sea de esa mujer! ¿Sabes cuanto detesto a esa mujer? Siempre la preferida del abuelo, siempre la mejor, ¿y qué hay de mí? Tu padre nunca me quiso, y sigue odiándome, nunca perdonará que nuestra relación comenzó antes de la muerte de tu difunta esposa. El hom