Azael estaba sorprendido, alejó su mano con rapidez, ni siquiera llegó a tocar a la mujer, no iba a hacer nada indebido, ni por lo hermosa que fuera esa mujer, porque ahora solo tenía ojos y pensamientos para Zahara. Quiso irse, cuando la mujer lo detuvo poniéndose contra la puerta, impidiendo que se marchara. —Por favor, señorita, retírese —dijo con voz tranquila, pero ojos severos. La mujer parecía impasible, con su máscara de carnaval que impedía ver cualquier rasgo en ella para poder reconocerla, se acercó a él dando un solo paso, poniendo su mano sobre su pecho. Él retrocedió. —Señorita, soy un hombre comprometido, usted puede ser muy bella, pero no me interesa, tengo una mujer que me espera en casa, así que le pido que se aleje de mí y me deje en paz. La mujer caminó hacia