Zahara observó a ese niño aferrado a sus piernas, ella lo cargó, lo abrazó a su pecho, se sentía como en el mejor de sus sueños. —¡Aziel! Mi hijito, volviste, mi amor, ¡regresaste a mí! —Sì, mami, te encontré, mamita —dijo el niño con una tierna sonrisa, acunando su rostro. Los ojos de la mujer brillaron, repletos de lágrimas que bañaban su rostro. —No, mami, no llores, ¿mami, estás triste? Ella negó, volvió a abrazar al niño contra su pecho, olerlo, y besar sus cabellos, era precioso, Zahara estaba fuera de su propia realidad, se sintió en otro mundo, uno donde su amado bebé Aziel ha sobrevivido y estaba con ella. —¿Zahara? —exclamó Azael. Zahara volvió a la realidad, pero el niño seguía en sus brazos. —Azael…. Él es… —¡Aziel! —¡Papito! —el niño abrió sus brazos, buscando a Aza