—No, es un secreto, tía Angélica, no se puede decir —dijo Rossilene. —¡La tía Girasol nos regaló chocolate! Pero, no digas a mami, por favor, tía, porque mami nos lo quitará, dijo que no podemos comer tanto chocolate, por eso tía dijo que es nuestro secretito —dijo Aziel. Angélica sonrió, tocó sus cabellos. —Entonces, yo también guardaré el secreto. Angélica se alejó de ellos. —¡Mentiroso, mentiroso, te va a crecer la nariz como a pinocho! Aziel rio de su hermanita. —Pero, la tía Girasol nos regaló chocolate, debemos ser fieles a la princesita de pies descalzos. Rossi asintió y vieron a papá en el jardín, corrieron hacia él. —¡Papito! Azael sonrió al ver a sus hijos y los abrazó. —¿Y mamá? Rossilene apuntó cuando la vio llegar. Azael la mirò con ojos severos, Zahara estaba al