El reencuentro.

1119 Words
En ese momento Nando, elevó sus ojos hacia la habitación de Isabela, ella parpadeó y enseguida se escondió tras la gruesa cortina, colocó su mano en el pecho para calmar los fuertes pálpitos de su corazón. Fernando, tan solo alcanzo a distinguir una silueta moverse, ladeó sus labios y se dirigió a su casa. Instantes después: «Smells like teen spirit by Nirvana» sonaba en la habitación de Isabela, mientras la chica tomaba una ducha. —«Hello, hello, hello, how low» —cantaba la joven, entonces su voz se apagó cuando se dio cuenta de que dejó la toalla sobre la cama. —¡Maldita sea! —gruñó; salió desnuda y con las gotas de agua aún en su piel. —¡Isabela! —exclamó Fernando, con la garganta seca, al verla sin ropa al pie de la puerta del baño. «Eres hermosa». —¡Cierra los ojos! —advirtió Isabela, cubriéndose con sus manos su desnudes, sintiendo como sus mejillas ardían y se tornaban carmesí. Fernando trató de ponerse de pie, de la impresión sus pies se enredaron con el edredón y su cabeza golpeó la duela de la habitación. La chica corrió a ayudarlo, asustada, entonces se acercó a él, y se inclinó. —¿Estás bien? —cuestionó, deslizando su mano hacia el cabello de Fernando. El joven la contempló, dirigió su mirada a sus carnosos y sensuales labios, ansió tanto volver a probarlos, sin embargo, recobró la poca cordura que le quedaba. —Estoy bien —respondió—, nunca me he sentido mejor —afirmó, recorriendo con su mirada el cuerpo de la joven, rememorando el instante en que fue suya. —¡Idiota! —exclamó Isabela, enseguida tomó el edredón y se cubrió con él. —¿Qué haces aquí? —cuestionó sin dejar de mirarlo, entonces lo contempló. La mirada aceitunada de la joven recorrió sin reparo el bien fornido cuerpo de él. Suspiró al evocar aquella primera vez, cuando le entregó su cuerpo y su alma, luego rememoró el día de su cumpleaños, sus ojos se nublaron de tristeza al recordar lo sucedido aquella vez. —Creo que antes de someterme a tu interrogatorio, deberías ponerte algo más decente —sugirió, sonriendo. —Y sí tú fueras una persona honrada, no ingresarías como un ladrón a casas ajenas —recriminó la joven, dando vuelta para meterse al baño de nuevo. Nando, volvió a acomodarse en la cama de Isa, aspiró aquel delicioso perfume a rosas y miel que desprendió del cuerpo de la chica antes de marcharse. Varios minutos después Isabela, salió enfundada en un pijama de dos piezas, pantalón y camiseta en tono rosa. —¿Todavía usas esos pijamas de niña? —interrogó bufando. Isabela observó su atuendo, confundida, luego dirigió su mirada a él. —Sí —afirmó —¿Tiene algo de malo? —cuestionó cruzando sus brazos a la altura del pecho—. Además, lo que yo utilice para dormir a ti no tiene por qué importarte —resopló. —No, no tiene nada de malo —ladeó sus labios—, pero ahora que eres una mujer comprometida, pensé que utilizarías otro tipo de atuendo. Isabela esbozó una sonrisa, elevó una de sus cejas. —Veo que estás bien enterado de mi vida privada —expresó—, sin embargo, te repito, eso es algo que a ti no te interesa —recriminó. —¿Acaso fantaseas conmigo?—. Lo miró a los ojos. Fernando se puso de pie, caminó con lentitud hacia ella. Isabela, al verlo acercarse sintió su piel estremecerse. —Tengo mejores fantasías —susurró caminando alrededor de ella. Isabela cerró sus puños con fuerza al escuchar su cinismo. —¿Qué haces aquí? —cuestionó con seriedad. —Vine a saludarte —respondió con naturalidad, deteniéndose frente a ella, para mirarla directo a los ojos—, no pude ir al aeropuerto, surgió un asunto importante. Isabela ladeó una sonrisa, bufó sin dejar de reflejarse en los ojos de él. —Katty, me comentó que estabas ahí, impaciente por mi regreso. Fernando carcajeó con cinismo. —Mi hermana exagera —contestó—, no tengo por qué mentir. —Bueno, ya me saludaste, y estoy cansada del viaje, deseo descansar —expuso la joven, señalando con su mano a la ventana. —Aún no lo he hecho —murmuró Fernando, acercándose hacia ella. Isabela se paralizó. Sus piernas temblaron y su corazón galopaba con fuerza, entonces Fernando, acercó sus cálidos labios a la mejilla de ella; cerró sus ojos sintiendo la suavidad de la piel de la joven. Se vio tentado a estrecharla entre sus brazos, besarla como tanto anhelaba, pero era demasiado orgulloso, y el hecho de saber que ella tenía novio, lo alteraba demasiado. —Me da gusto verte de nuevo —susurró Isabela, conteniendo también las ganas de abrazarlo, pero eran tantas las cosas que ahora los separaban. —Bienvenida —respondió Fernando —. Descansa. —Gracias, de igual manera —contestó Isa, con la voz entrecortada. Nando caminó hasta la ventana para salir de la habitación de ella, como siempre lo hacía saltando de la rama del árbol que daba al patio de su casa; una vez que sus pies tocaron el piso se sobresaltó al escuchar una tierna voz. —¡Vaya! ¡Vaya! —exclamó—. ¡Qué interesante! —comentó, mientras colocaba sus dedos en los labios. —¿Qué crees que piense mi papá, cuando sepa que te metes a la habitación de Isabella, como un delincuente? Fernando arrugó el ceño, al escuchar las advertencias de María Paz, la hermana adolescente de Isa. —¿Serías capaz de delatarme? —inquirió—, tu papá va a regañar a Isabella, también—. Trató de persuadirla. María Paz esbozó una amplia sonrisa: —Todo depende de qué estés dispuesto a darme a cambio de no decir nada —respondió la adolescente—. Tengo varias ideas en mente. —Llevó sus dedos a los labios. —No creo que a tus papás les agrade saber que eres una chantajista —recriminó Nando, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón, resignado a complacerla—, tengo veinte dólares ¿los tomas, o los dejas? María Paz soltó una gran carcajada. —¿Veinte dólares? —bufó—. Fernando García es muy poco dinero para guardar tu secreto; pero...—caminó alrededor de él—. Sí consigues unas identificaciones falsas para poder entrar a una discoteca mis amigas y yo, como si fuéramos mayores de edad— expuso con simpleza—. No he visto nada —sugirió, llevándose los dedos a los labios, simulando cerrarlos con llave.
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